CAPITULO 21

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TABATHA

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Rojo. Los frutos rojos me gustan.

Los frutos rojos pueden usarse para hacer tintes comestibles, incluso años atrás eran ocupados para hacer maquillaje o se utilizaban las frutas en este caso los frutos rojos para tintar las telas con las que se iba a elaborar una pieza tejida.

Esta vez, no es el tinte de un fruto rojo que son los favoritos de muchas personas.

Esta vez algo late dentro de mí, tan fuerte que tengo que sentarme delante de papá porque mis manos ya ansían sacar este nuevo tinte dentro de él. Hay sangre saliendo de la brecha que hice en su frente, es perfecta, divina y con mis dedos recojo una modesta cantidad de su sangre que en segundos me mancha los dedos.

—Despierta, papá, hay mucho de lo cual hablar.

Vance nos trajo a una de sus bodegas, está bastante fría, el problema es que yo no lo siento de esa manera. Es como si mi maldad me calentara sin problemas. Papá pestañea, abre los ojos en grande cuando se da cuenta que no estamos en un lugar que él conozca como la palma de su mano.

La bodega está casi vacía, con tres hombres cubriendo mi espalda y yo sentada delante de mi presa que tan solo tiene una brecha en la frente. Mis dedos los froto entre sí para sentir como se manchan con su sangre.

¿Cómo me vas a golpear ahora mamá, al saber que tengo los dedos manchados de sangre y es la sangre de tu marido?

Mis labios se estiran hacia arriba, sé que me está mirando y eso me hace regodearme por el temor y pánico que lo asola.

—En todos estos años de abusos, hiciste muy poco, nunca le pusiste un alto y eso hace que duela mucho. —Me pongo de pie para empezar a rondar en círculos a su alrededor—. Mamá siempre mintió, le pagaste a un doctor falso para que te falsificara los papeles y que de esa forma Nina creyera que tenía cáncer, que se estaba muriendo.

—Podemos hacer esto de la manera tranquila, Tabatha.

—No lo mereces —me sincero—. Si dejamos las mentiras y apariencias a un lado, no lo mereces porque nunca le dijiste a mamá que podíamos arreglar nuestros problemas o desperfectos de manera tranquila. Siempre la dejaste seguir, siempre la dejaste continuar y para nosotros... —Me detengo por un segundo, me coloco sobre su espalda y volteo a ver a Vance que permanece en la oscuridad—. Le dije a mi marido que no había sucedido nada más, que después de la quemadura que me provocó, no volvió a suceder y ahora me vengo a dar cuenta de qué lo dije por una razón.

»Todas las demás agresiones que sucedieron en ese hogar, en mi hogar, son parte de lo que para mí se hizo una costumbre. Por eso mismo cuando Vance Cane me preguntó si había sucedido algo más o se repitió la situación, dije que no, porque ya me había acostumbrado a que era ese trato el que me merecía. Cuando yo, jamás debí de recibir ese trato ya que nunca les hice nada malo. Incluso me queda claro que siempre hicimos todo para que nos dejaran en paz, tratábamos de ser perfectas y de nada servía, porque seguían los golpes y nunca pararon.

Una lágrima traicionera se desliza por mi mejilla, vuelvo a mi asiento para colocarme delante de él. Parece arrepentido y es algo que no voy a cubrir, de verdad lo parece, el problema es que eso ya no causa nada en mi interior.

Una vez o muchas veces lo vi de esa manera, pidiéndole que le pusiera fin, rogándole que nos sacara, que nos fuéramos de ese lugar y que dejáramos a mamá por su cuenta. Y no hizo nada.

—¿Por qué no hiciste nada? ¿Por qué hiciste lo que hiciste?

—Un segundo... Por un segundo pensé que estaba haciendo lo adecuado para ustedes, creí que si no me metía con ella las iba a dejar en paz, que al no recibir mi aceptación, ella se iba a detener. —Sus labios tiemblan presos del dolor que lo acongoja—. Buscaba mucho mi aprobación con lo que estaba haciendo, al ver que no decía o hacía nada, se detenía.

Inocencia malvada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora