CAPITULO 29

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TABATHA

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5 meses después.

He tenido que preparar la mesa de dulces para una boda que fue tan impactante para mí. No era una boda común en la que los novios entran para recibir los aplausos de todo mundo. Era una boda sencilla, con tambores de por medio, con toda la familia celebrando y bailando sin sumirse en la típica dinámica de sentarse para criticar todo lo que se consiguió para el evento.

Un ritual en el que las dos personas se unieron, comieron, bailaron, rieron, bebieron y me dejaron con un pensamiento en la cabeza.

Yo tuve un matrimonio arreglado, tuve dos semanas para ver todas las decoraciones y sumirme en un ambiente que me aclaró que no era lo que quería, sin contar que era yo quien quería preparar todos los pastelillos y postres para los invitados y me habían dicho que no ya que no es común. La boda se paga de extremo a extremo, lo que quiere decir que se va a pagar hasta la mínima luz, el mínimo pedazo de tela hasta lo más grande como la pista, DJ y un montón de cosas más.

A mí no me importaba eso, yo quería hacerme cargo de mis propios postres y hasta de mi pastel de bodas. Yo tuve siempre el conocimiento, las ganas y al saber que una boda tradicional no me emocionaba como algo sencillo y tranquilo, le dije a Vance lo que pensaba.

Es verdad que pensé que me lo iba a negar, me iba a decir que no debido a su imagen y su respuesta me sorprendió más de lo debido ya que dijo que por años ya él había trabajo en hacerse una imagen que en esta ocasión no tenía que fingir o apegarse a tradiciones que yo no quería seguir.

El día de mi boda entré en una crisis en la que fui capaz de hacerme daño arrancándome las uñas de acrílico y reprochándome muchas cosas que creí que eran mi culpa. No lo eran, tan solo había salido de mi tormento que el estar por fin libre era algo tan nuevo para mí que me obligó a pensar que no era merecedora de eso.

Pensé muchas veces que no merecía amor.

Pensé que no merecía el mundo.

Pensé que tenía que seguir sumida en el círculo de violencia de los Medaow.

Y también me di cuenta que no sabía lo que era la libertad, la vida sin dolor, las noches sin llorar y mucho menos sabía cómo sanar.

Mi sonrisa se extiende porque la realidad es que todo eso ya lo sé. He cambiado, he evolucionado, desaté mi maldad contra las personas que habían hecho de mi vida un infierno y es por eso mismo que sé ahora lo que quiero. Hace años no disfruté de la boda que me hubiera gustado tener al unirme por la eternidad con la persona que amo.

Hoy es diferente.

Porque quiero proponerle algo que hará que ese día especial de verdad marque nuestras vidas como corresponde. Quiero algo sencillo y recordar que hace dos años fue cuando papá se presentó ante él para ofrecerla a sus hijas. Lo sé, pudo haber sido salvaje, sin embargo fue lo mejor para que nosotras saliéramos de ese lugar, voláramos y por fin nos desatáramos.

—¿Bebé?

Camino en puntillas con su camisa y nada debajo hasta su despacho en el que lo encuentro firmando unos cheques. Entierro de nuevo mi cuchara en el bote de la Nutella y tomo un bocado. Vance se aparta empujándose de su silla para alzar su mano en mi dirección y llamarme a su lado.

—¿Qué sucede?

—Ahora que tenemos un tiempo solos ya que Romi se fue de excursión, me gustaría hablar contigo.

—¿Sucede algo malo?

—No, es algo bueno. —Toma mis caderas, como si fuera una simple muñeca me sube a su escritorio apartando lo demás—. Hoy recibí una foto de la última boda a la que asistí para encargarme de mi pedido que me hicieron, ¿te acuerdas?

Inocencia malvada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora