CAPITULO 2

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TABATHA

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Papá no ha vuelto de su asunto de negocios, es tarde para que eso suceda, ayer por la noche se fue y dijo que tenía que encontrar una manera de sacarnos adelante. Todas le hicimos saber que no teníamos problemas en ponernos a trabajar, incluso yo podía hacer mis postres para conseguir más dinero y se negó.

Lo entiendo, papá siempre ha sido así, dadivoso, con las ganas de llenarnos las manos de cada uno de nuestros antojos o cumplir nuestros caprichos. Es así como enamoró a mi madre, la trató como la reina que era y cuando comenzamos a nacer, hizo lo mismo con nosotras.

—¡Reg, dame mi duya!

Me molesta mucho que Reg siempre tenga que esconderme mis cosas, esta vez ya busqué hasta dentro del congelador y no la encuentro, es especifica y es perfecta para que decore mis cupcakes que hice temprano. Soy la primera en levantarse, ya ni Nina, pero a ella la entiendo porque duerme bastante tarde.

—Yo no sé que es una duya.

Escucho su voz que proviene por parte de la sala de estar, donde acomoda a mamá que se acobija con su manta favorita y le beso la mejilla con una sonrisa adorable en mis manos. Luego, giro en mis pies y casi me salen dagas por los ojos hacia Reggina.

—Quiero. Mi. Duya. Pastelera.

—No sé que es eso, ya te lo dije y debemos darle un té a mamá porque dice que se siente un poco mal.

Volteo a ver a mamá que suelta a reír, le acaricio una mano que está arrugada, siento que la enfermedad se tragó sus años y no sé si es normal.

—Por tu culpa no podré decorar mis pastelitos y mamá no los podrá disfrutar, no pueden ir demasiado secos, la crema hace que sea más comestible... No lo entiendes. —Le doy un apretón a mamá—. Tu hija tiene la culpa de que no estén listos tus pasteles, mamá.

—Reg, ¿volvemos a esconder cosas?

—Son unas amargadas. —Gira en sus talones soltándose a reír—. Necesito amigos que se diviertan conmigo, no puedo creer que no me dejen divertir con mis bromas.

La ingrata tira de una de las sillas para subirse y sacar mi duya pastelera, misma que reposaba en la lampara cuadrada que ilumina toda la estancia.

¡Estuvo ahí! ¡Arriba cuando sabe que soy la más enana!

Nina se llevó la altura de mi papá, Reg no es ni pequeña, ni alta, pero yo...

—¡No vuelvas a esconder mis cosas!

Le quito mi herramienta pastelera para volver a la cocina mientras ella se queda a hacerle compañía a mamá. Comienzo a decorara mis pastelitos, escucho como Reg le pone un show de música y competencia.

—¡Mamá! Tienes que volver a perrear, ¿me viste a mí? —Suelto ligeras risas al escuchar el entusiasmo de Reg—. Yo sé mover muy bien mi trasero, deberíamos de escaparnos para irnos de fiesta, ¿qué piensas?

—¿Cómo lo hacíamos hace un tiempo?

—Exacto, extraño cuando nos acompañas a nuestras fiestas de chicas los viernes, presumo mucho de ti y que tengo una mami perreadora.

—¡Reg, no hables así de mí!

—Lo siento, solo digo los hechos.

No hay nadie que le detenga la boca a Reg, Nina baja poco después y me acerco a ella para besar su mejilla, ella hace lo mismo y salto para atrapar su licuado nutritivo que le pongo en las manos.

Inocencia malvada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora