34. Es hora de luchar

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Tras unos cuantos pasillos interminables, varias macetas enormes que tuve que utilizar para esconderme y unos cuantos ángeles paseando, llego a la puerta del Cuarto Magistral, que se encontraba custodiada por cuatro guardias. Ni más ni menos. Pues si que me lo ha puesto fácil, pienso. Me fijo en que la enorme puerta de madera no tiene pomo, por lo que funcionará con magia. Cosa que no tengo, pienso. Aun así, sacudo la cabeza y creo un plan mental que prácticamente consiste en lanzar una piedra hacia el pasillo y rezar porque los guardias sean tan tontos como para ir a ver qué es. Sorprendentemente, el plan funciona: corro con rapidez hasta la puerta y la observo. Primero intento abrirla con fuerza, pero es imposible. Después termino aporreándola y gruño. "Magia". Tengo que usar magia. Cojo aire, pongo las manos sobre la puerta y cierro los ojos. Escucho a los guardias gritar y correr hacia mí. Necesito concentrarme. Visualizo una puerta en mi mente; es pequeña y roja pero puedo abrirla. Imagino mi mano sobre el pomo dorado y tiro de ella con fuerza. La puerta del cuarto se abre. 

Me meto con rapidez en la habitación y cierro, mientras me coloco de espaldas tras ella. Ni siquiera escucho a los guardias; esta habitación debe de estar repleta de magia. El cuarto está completamente vacío; las paredes azuladas no tienen ningún tipo de decorado y el suelo, prácticamente blanco, está reluciente. Puedo sentir una energía vibrando por toda la habitación. En el centro de ésta, hay una pequeña mesa y, sobre ella, un collar. El collar

Me acerco lentamente, sintiendo esa extraña energía, hasta que llego al collar. Es plateado, con un pequeño rubí transparente en el centro. Noto que es un objeto muy poderoso debido a la fuerza de la vibración pero me trago mis miedos.

-Vaya con la favorita.-una figura atraviesa la pared y me encuentro con Lucius, el perrito faldero de mi madre. -Será mejor que dejes eso donde estaba.

-¿O qué?

Lucius camina lentamente por la habitación y me mira con los ojos entrecerrados. 

-O habrá graves consecuencias.

-No puedes tocarme por dos simples razones. -agarro el collar con fuerza. Lucius está cada vez más cerca.-Primero, porque he retado a mi madre en un combate y, por ley, no debo sufrir daño físico alguno.

-¿Sabes?-me recorre de arriba a bajo.-Hay otras formas de dañar a una persona.

De pronto, siento una presión en mi cabeza horrorosa, como si me estuvieran estrujando el cerebro. Caigo de rodillas y agarro los lados de mi cabeza mientras grito. Comienzo a sentir que llego a mi límite; los ojos me arden y los oídos me sangran. Cuando consigo abrir los ojos durante un segundo, observo a Lucius correr hacia el collar pero, dejando a un lado el dolor, consigo ponerlo en mi cuello con rapidez. Es entonces cuando un escalofrío recorre mi espalda y la presión cesa por completo. 

Respiro en el suelo agitadamente, todavía de rodillas, y comienzo a rearme.

-Estás loca.-susurra él, observándome horrorizado.-No sabes lo que has hecho.

-Y la segunda razón...-digo jadeando, mientras me incorporo lentamente, con las manos sobre el suelo. Una vez de pie, miro a Lucius con furia.- es que soy la futura reina del Trono de Alas Blancas. Y tu sólo eres un grano en el culo.

Una fuerza poderosa y hambrienta de sangre recorre mi cuerpo, haciendo que chasquee los dedos, lo que provoca que Lucius literalmente...explote. Una mancha enorme de sangre recorre el suelo del cuarto y me provoca una arcada. Me observo en el reflejo de las pocas partes blancas que quedan del suelo y no me reconozco. He matado a alguien, pienso. Y lo he matado sin tocarle. 

Observo el collar y lo agarro con fuerza, sintiendo como me recorren las lágrimas por toda la cara. No tengo tiempo para esto. Me levanto con las piernas temblorosas y camino hasta la puerta pero antes de salir pienso en Lucius y en cómo ha atravesado las paredes. ¿Podré...?, mi mente va a toda velocidad. Me pongo frente a la pared y, muy lentamente, la atravieso con mi brazo. Suelto una carcajada por la incredulidad. Comienzo a pasearme entre habitaciones hasta llegar a la celda de Belcebú, que me mira con los ojos como platos.

-¿De quién es esa sangre?-me encojo de hombros y miro hacia abajo: mi ropa está, literalmente, roja.

-No es importante. Es hora de irnos Belcebú. 

-¿Irnos? ¿A dónde?-se levanta mientras paso una mano por la cerradura, que se rompe al instante. Siento como muere toda la magia de protección alrededor de la celda. Él se acerca lentamente, casi como si fuera a cazarme. Me sigue sorprendiendo lo nerviosa que me pongo cuando estoy a su lado. -Pye...

-Necesito que alguien me entrene antes del duelo con mi madre. 

-¿No creerás qué...?-estoy frente a él y puedo notar sus enormes músculos rodeándome. Recorro lentamente sus brazos, disfrutando del tacto y acaricio su preciosa cara. Todos sus músculos se relajan al instante. Suspira y me abraza con fuerza, casi asfixiándome.-Pye, no podemos hacer eso. Es un suicidio. 

-Belcebú.-me aparto y junto su frente con la mía. Siento miles de cosas en el pecho, como si estuviera a apunto de explotar. Me besa la frente y sonrío lentamente.- Es hora de luchar por aquello que me pertenece. Es hora de ir a ver a mi padre. 

Tengo al ángel más poderoso a mi lado.

¿Qué podría salir mal?

Belcebú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora