CAPÍTULO 13

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Ya estábamos en finales de noviembre. Estábamos montando el árbol de navidad mientras cantábamos canciones navideñas. Pero no estaba siendo tan alegre, al menos para Pamela. 

Esta mañana, salió del baño con los ojos enrojecidos. Empezaba a pensar que Mason tenía razón, que le pasaba algo de verdad y no era la regla. Cuando terminamos de montar el árbol, me acerqué a ella.

- Pamela, ¿podemos hablar? - pregunté.

- Ajá. - respondió seca.

La seguí hasta su habitación y me senté en su cama. Ella cerró la puerta y se sentó a mi lado haciéndose una coleta baja. 

- ¿Qué quieres? - preguntó.

- ¿Qué quieres? - pregunté seria.

- A mi nada, estoy bien.

- Pamela, soy tu hermana, a mi no me engañas. - continué- Has estado muy rara últimamente, Mason y yo estamos preocupados por ti. Además, hoy has salido del baño con los ojos enrojecidos. Se que no somos las mejores hermanas del mundo, pero puedes confiar en mi. ¿Cuál es tu problema? ¿Qué te ocurre?

- Mi problema eres tú. - reprimió un sollozo- Porque eres perfecta en todo.

Empezó a sollozar y al final esos sollozos se convirtieron en llanto.

- Desde que éramos pequeñas has sido súper buena en los estudios, no tenías problemas con mamá y papá. - dijo llorando-  Me peleo  contigo porque no puedo ser como tú y lo quiero ser. Eres jodidamente perfecta en todo y me siento insuficiente comparada contigo. La hija perfecta, la nieta perfecta, la novia perfecta, la amiga perfecta. Cada vez que decía algo me comparaban contigo y yo me esforzaba muchísimo por ser como tú. Nunca creí que fueras una amargada, solo te tenía envidia.

Me quedé callada varios segundos. Siempre he pensado que yo era la sombra de mi hermana, pero no me di cuenta que a lo mejor para ella era al revés.

- Pamela... - empecé-  Lo siento mucho, nunca me di cuenta por lo que estabas pasando. Me cegaba la envidia que yo sentía por ti. Siempre te he tenido envidia en lo de socializar con la gente. Tienes muchos amigos y siempre tienes una fiesta o una salida. - dije llorando.

- Somos dos hermanas sin remedio. - respondió riendo mientras se limpiaba las lágrimas.

- Sí. - reí yo.

Nos dimos un abrazo largo. Pamela se separó y se tumbó boca arriba en la cama y yo hice lo mismo.

- Sabina, ¿me puedes prometer algo?

- Lo que sea.

- Si de verdad quieres a Levi, no le hagas daño, ¿vale?

- Te lo prometo.

El resto de la tarde estuvimos viendo "Yo nunca" acurrucadas en el sofá del salón. Ese fue el día en el que Pamela y yo nos unimos de nuevo.

Cuando Acabe El Segundo TrimestreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora