Capítulo 4

4 1 0
                                    


Nada más llegar a casa, Blake se tiró boca abajo en la cama, hundiendo su rostro en el bloque de nieve que tenía como colchón. Suspiró tras unos segundos, echando la cabeza a un lado para mirar por la ventana, curiosamente ese día estaba más soleado que de costumbre, ni siquiera nevaba a pesar del frío que hacía en el reino.

Aún estaba dándole vueltas a su decisión. El corazón le pedía averiguar de una vez por todas lo que pasaba con su maldición, pero su conciencia sabía que eso le daría muchos problemas. En momentos como ese intentaba encontrar una figura para tomar de referencia, que solía ser su hermano mayor, pero ahora había tantas cosas en juego que se le hacía un nudo en el estómago sólo de pensar en lo que Darío haría en su lugar. Por supuesto que su hermano se lanzaría a la aventura, el problema era que Darío siempre sabía lo que hacía sin importarle las consecuencias, Blake en cambio, tenía tanto miedo a sus responsabilidades, que jamás se atrevía a salir de su zona de confort.

Rodó como una croqueta en la cama para mirar al techo. Todo el hielo iba tallado hasta el punto más alto. El techo de las habitaciones acababa en punta, era muy alto y si lo mirabas mucho rato parecía infinito, incluso la lámpara que colgaba con una fina cuerda de hielo desde el punto más alto parecía desvanecerse en semejante infraestructura, que con el sol brillaba con hermosos colores.

Mientras estaba ensimismado mirando a la nada, escuchó un ligero tintineo, era un mensaje de hielo que apareció frente sus ojos segundos después, consiguiendo despejar su mente unos segundos. 

Los mensajes de hielo eran la manera de comunicarse los habitantes de White Soul. Cuando querías hablar con una persona, utilizabas la magia para hablarle a una pequeña esfera de hielo que después se fundía en un destello para desaparecer y llegar a su destinatario. A demás, los mensajes de hielo podían ser vídeos de uno mismo o también podían ser solo texto. En este caso tuvo que escuchar lo que su amiga decía: 

"¡Hey Blake! ya que no has querido almorzar con nosotros, ¿te apetece pasarte por mi casa para tocar algo de música? también viene Ume. Si no quieres lo entiendo, seguro que quieres prepararte el examen de la semana que viene, ¡Pero que sepas que te estamos esperando! ven cuando quieras, Bye~"

Blake suspiró indeciso, quizás le vendría bien despejarse, pero si quería hablar con Darío debía de esperarle, o quizás...

Salió de la habitación y caminó un par de puertas hacia la izquierda. Los cuartos de sus hermanos se ordenaban de mayor a menor, así que quizás su hermana Chloe había visto a Darío salir de su habitación. Llamó a la puerta antes de escuchar cómo la chica le daba permiso entrar, fue así que pasó sin hacer mucho ruido, algo que era en vano porque su hermana estaba escuchando música a un volumen bastante alto. Al ver a Blake sonrió y bajó un poco el volumen del altavoz con un pequeño mando inalámbrico.

La habitación de Chloe estaba lleno de sus cantantes favoritas, en su mayoría chicas de la edad de Blake que de alguna manera habían ganado fama en su reino. Los cristales de hielo tenían tonalidades rosas y lilas en su mayoría, y la ropa y el maquillaje de la chica cubrían su cama y partes del suelo.

- Hola hermano, ¿qué te trae por aquí?

- Chloe, por casualidad... ¿Sabes dónde está Darío?

- Mm... -La chica, que tenía la cabeza llena de rulos y parecía estar a medio maquillaje, comprobó frente al espejo si sus cejas blancas estaban perfectamente pintadas mientras pensaba - Creo que le he visto antes salir al jardín, ¿Has probado a mandarle un mensaje de hielo?

Corazón de PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora