Capítulo 8

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Justo después de que el Libro Sagrado le las Leyendas se abriese ante sus ojos con el guante de su padre, escucharon como los guardias llegaron a la Cámara secreta. Seguramente se habían percatado de la niebla rosácea que había dejado la poción del sueño en los otros guardias por lo que había sido muy fácil no sucumbir a sus efectos tapándose la nariz y la boca.

Ante el peligro, Darío decidió arrancar la hoja del libro en la que se describía la leyenda de su hermano, y agarró a Blake de la muñeca para arrastrarle a la salida. El beta no sabía cómo reaccionar, si prestarle más atención a la hoja arrancada del libro o a la entrada de los guardias, pero ya era tarde para cualquiera de las dos opciones y simplemente le dio tiempo a guardar de nuevo el guante de su padre y correr tras su hermano mayor.

Encapuchados lograron correr a toda velocidad frente a los guardias, y utilizando muros de hielo fueron deteniéndoles, aunque la misión no era fácil porque había guardias de diferentes reinos, lo cuál implicaba tener que pensar distintas formas de esquivar sus ataques.

Para los guardias de Emparion no les quedaba de otra que esquivar, para lo de Rose Garden utilizaban muros de hielo que detuviesen las espinas que les lanzaban, a los de White Soul se les perdía de vista fácilmente creando una pasarela de hielo por la que deslizarse y para los de Depthtawn se centraban en lanzar bolas de nieve a sus manos para evitar ser atacados por un hechizo de oscuridad.

Al llegar a la primera planta se lanzaron hacia la puerta de salida. Ya todos sabían que estaban allí así que no tenían nada que perder. Abrieron las puertas con un gran estruendo y Darío creó en milésimas de segundos la alfombra heladora para subirse de un salto al igual que Blake.

De alguna forma consiguieron esquivar varios ataques que les lanzaron en su despegue y finalmente volaban seguros por encima de la ciudad.

Blake estaba exhausto. Jadeaba y tenía la boca seca, ni siquiera le daba miedo el hecho de estar volando agarrándose sin apenas hacer fuerza. Darío también jadeaba pero le brillaban  los ojos de emoción, la adrenalina le hacía latir con fuerza el corazón, bombeando su sangre helada a kilómetros luz por su cuerpo.

- ¡¡Ha estado genial!! 

Darío alzó ambos brazos a modo de victoria, no podía estar más eufórico. Blake en cambio estaba a borde del infarto.

-¡¡CASI MORIMOS!!

- Hermanito, no hubiéramos muerto, solo nos hubieran encerrado en el calabozo hasta que mamá y papá vinieran a por nosotros.

-¡¿Y eso te parece razonable?!

- Escúchame, hemos salido ilesos y nadie sabe que hemos sido nosotros, todo irá bien. A demás... -Sacó vacilón el trozo de papel de su bolsillo - Tenemos tu preciada leyenda.

A Blake le brillaron los ojos expectante. No estaba bien haberla arrancado, pero tenerla consigo era un gran alivio, claro que la curiosidad le estaba matando.

- Déjamela, tengo que leerla.

El hermano menor estaba dispuesto a agarrar el papel, pero el alfa fue más rápido, quitándoselo de las manos incluso antes de que Blake la alcanzase.

- Espérate a llegar a casa, algo así no se debería de leer mientras volamos.

El puchero de Blake fue evidente. Claro que estaba impaciente, y claro que deseaba arrebatarle el papel a su hermano, pero Darío tenía razón, tenía que esperar a que la adrenalina se quitase de su cuerpo.

Corazón de PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora