Capítulo II

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Eran apenas las 10 de la mañana y se sentía agotado, no dejaba de recibir las llamadas de su madre sobre la reunión que tendrían con otro omega. Estaba cansado, no quería un omega, quería seguir viviendo como hasta ahora sin ningún omega que dependiera de él o él depender de algún omega. Sentía que era alguien irresponsable como para tomar una responsabilidad así de grande.

Simplemente, no se sentía listo para tener una familia.

Bufó cuando nuevamente el teléfono de su oficina sonó. No pensaba responder de nuevo, lo único que recibía eran regaños y sermones sobre porque debería casarse antes de los 30. Tenía 25, aún tenía edad suficiente para poder encontrar un omega, quería tomarse su tiempo para ello.
Pasados unos segundos su oficina quedó en silencio nuevamente, con un suspiro pesado aflojó su corbata antes de dirigirse al asiento del escritorio dejándose caer sobre el frustrado.

¿Tan necesario era tener a una pareja con el? Por lo menos sus padres habían respetado que no le gustaban las omegas mujeres, creía que eran demasiado vanidosas, más que los omegas varones, y dramáticas. Demasiado dramáticas y su madre era el claro ejemplo de ello. Unos pequeños toquesitos en su puerta lo trajeron de regreso a la realidad. Se acomodó nuevamente su corbata y su traje aclarando su garganta en el proceso.

–Pase.

La puerta fue abierta dejando ver al omega detrás de ella. Le sonrió señalando el asiento frente a el, era su hora favorita del día. Amaba el aroma de esos panecillos, además que siempre iban acompañados de un aroma a lavanda y le encantaba, solía sentirse más relajado cada que llegaba ese aroma a su nariz.
El omega por su parte creía que el alfa siempre estaba feliz de verlo, sin embargo, la verdad estaba muy lejos de lo que él pensaba.

–Traje los pastelillos que tanto te gustan.

–Muchas gracias Jungwoon, ¿cuando vas a decirme donde los compras? Siempre sueles ocultar el nombre de la pastelería y nunca me dices el lugar–tomó la caja abriendola para sacar un pastelillo con sabor a vainilla con chocolate blanco sobre la parte superior. Ese era su favorito sobre todos.

–Por que es un secreto, además me gusta consentirte.

–Lo sé, pero no es necesario. Lo sabes.

–Yeonjun... Seguimos estando comprometidos, ¿lo recuerdas?–el mayor dejó de masticar alzando mirada en su dirección. Lentamente bajo el panquecito que sostenía regresandolo a la caja y carraspeo incómodo.

–Ya hemos hablado sobre eso Jungwoon.

–Tu lo prometiste...

–Era un cachorro de 6 años. No sabía lo que decía en ese entonces–hizo una mueca recostando su espalda contra el respaldo de la silla logrando divisar de esa manera el nombre de la pastelería. ¡Bingo!

–¡Para mi siempre significó algo! Además, me diste el anillo Jun..

–También te dije que mis padres lo habían comprado para ti y que sería mejor para ellos que nos casaramos. En ningún momento expresé mi deseo de casarme contigo–algo en el corazón del omega se rompió tras esas palabras, su aroma se hizo más tenue y Yeonjun se dió cuenta que había sonado demasiado seco–, lo que quise decir...

–Me quedó claro Yeonjun–le sonrió con tristeza dejando el vaso con el café sobre el escritorio, tomó el anillo en su dedo retirandolo lentamente y con lágrimas en sus ojos para finalmente dejarlo sobre la madera–, no me quieres como tu omega. Tal vez no ahora, pero voy a esforzareme para que me veas como un buen candidato a ser tu omega.

–Jungwoon, no tienes que hacer eso.

–Quiero ser tu omega. Y si no me quieres voy a ganarme el puesto, quiero ganarme tu corazón de buena manera. No pararé hasta escuchar que quieres casarte conmigo o cortejarme. Seré feliz por ello.

Un alfa para SoobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora