42 { Un café y una Dalia } ♡

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Dalia Miller. 

Había pasado una semana desde que Harrison me llevó al hospital y de paso dejó que lo revisarán también. 

Ahora mismo estaba en la misma casa que hace dos años. En mi habitación. 

Trey se había ido porque tenía gira y las chicas se negaron a dejarme sola en el hotel que me estaba quedando.

La excusa fueron mis pies. No tuve más que otra que volver con ellas, la verdad es que las extrañaba.

Tocaron la puerta antes de que abriera para ir a desayunar.

—Buenos días— abrí la puerta.

Ahí estaba Yessi con un café y una Dalia, como desde hace una semana, todos los días. 

—Ya sabes, te lo manda tu admirador secreto— vaciló.

Para nadie era secreto que Izan mandaba un café acompañado de una Dalia por las mañanas.

—Prepárate porque él y su hermano vienen a desayunar— me dejó las cosas en mí mano y se fue.

Medio caminando llegué de nuevo a la cama porque el dolor en mis pies aún no desaparecía del todo, era molesto.

Dejé el café en la mesita de noche y la flor a un lado de este. 

El hambre que tenía se me había ido con sólo escuchar su nombre luego de recibir un café y una Dalia de su parte. Estaba pensando en salir de mí habitación, o no salir y quedarme aquí durante todo el rato que los hermanos estén en casa. Perdí la noción del tiempo pensando hasta que alguien tocó la puerta otra vez.

—Adelante— me senté un poco para recibir a la persona.

—¿Así que no piensas salir a verme?— era Izan, con algo de grandeza y ego.

Venía todo de negro, ese color hacía que su tono de piel resaltara al igual que el color de sus ojos. 

Sonrío vacilón. 

—Si gustas puedo dar una vuelta para que observes bien— alzó y bajó sus cejas para luego pasar la punta de su lengua discretamente en sus labios.

—Me harías un gran favor— le seguí el juego. 

—¿Segura que sólo quieres eso?

—Fue lo que ofreciste…

Se acercó peligrosamente.

—¿Y si te ofrezco algo más?— estaba demasiado cerca, podía sentir el aire que expulsaba— ¿Aceptarías?

La manera en que lo dijo, era tentadora. Una propuesta que cualquiera aceptaría pero y si no lo hacía ¿Qué pasaría?

¿Qué pasaría si le decía que no?

Pero simplemente no quería saberlo…

—Depende…

Su sonrisa se ensanchó más, en su rostro había victoria y yo era la responsable.

—Es todo o nada— susurró con malicia. Su mano tocó la mía.

¿Quién era este Izan Harrison?

Era demasiado distinto al que había conocido y dejado.

—Piénsalo, querida Tanzanita…

Era lo mejor, pensarlo bien. 

Izan retomó su postura, lejos de mí rostro y me extendió su mano.

—No, me duelen los pies y no quiero pararme.

ℱ𝓊ℯ𝓇𝒶 𝒟ℯ ℒ𝓊ℊ𝒶𝓇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora