7. ¿Por qué no escuchas a tu corazón?

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El primer día que pasó lejos de su hermano fue todo un infierno para Tom. Tirado en su cama no dejaba de marcar el móvil de su hermano, quien no se lo quería coger o alguien se lo impedía, sospechas que confirmó cuando su padre le informó de que había llamado su madre para exigirle que dejara de hacerlo, que su hermano les había dado el móvil para que le dejara de molestar.

Esa parte le hizo dudar. Que su hermano entregase voluntariamente el móvil...seguro que su madre tuvo que ver con eso.

Se dio la vuelta en la cama tratando de dormir en vano, mirando las estrellas que se veía por la ventana, suspirando porque no eran las mismas que veía desde su otra habitación, aquella tan cerca de la persona que ama con desesperación.

Cerró los ojos pensando que estaría haciendo en esos momentos, si estaba desvelado como él o si ya había caído en un dulce sueño...






Bill miraba la cena que su madre le estaba obligando a comer. Arrugó la frente y alejó el plato de su lado, pero solo una mirada de su madre le obligó a acercarlo de nuevo y a empezar a comer con esfuerzo.

—No hagas planes para mañana—informó de repente Simone.

—Pensaba que estaba castigado—murmuró Bill sin entender.

—Lo del móvil si es un castigo..—empezó a decir Simone.

— ¿Y si me llaman de la discográfica?—quiso saber Bill— ¿Y si David..?

—Con David ya he hablado yo misma—anunció Simone para sorpresa suya.

— ¿Y qué le has contado?—preguntó Bill con miedo.

—La verdad—contestó Simone mirándole muy seria—Que mi hijo pequeño está muy enfermo.

Bill decidió no seguir hablando. Era la primera vez que su madre le hablaba en ese tono. No quería hacerle enfadarla más, diciéndole que para nada estaba enfermo, que solo estaba enamorado...

Aunque después de haber traicionado a su hermano dos veces dudaba que le quisiera a su lado de nuevo.

Recordaba esa misma mañana, cuando supo que su padre estaba en  casa, pero que su madre no le dejó entrar a verle. Los escuchó discutir en voz baja, decir que cada uno se encargara de curar a un hijo a su manera.

Se levantó de la cama en la que había pasado la noche en vela, caminó hasta la ventana y esperó hasta que vio a su padre salir de la casa llevando cogido con firmeza a su hermano. Cogió la cortina con la mano pero no se atrevió a descorrerla, dejando que su hermano pensara que no quería volverle a ver, cuando la realidad era que le daba mucho miedo verle de nuevo.

Porque entonces no se conformarla con un simple beso. Lo había aceptado, por fin. Que amaba a su hermano, que deseaba tenerlo dentro...





Tras la silenciosa cena se retiró a su habitación negando con la cabeza la invitación de su madre para que les acompañara a ver una película con ellos en el salón. No podía hacerlo, actuar como si nada hubiera ocurrido, como si su madre en vez de dos hijos tuviera uno solo.

Porque sabía que para ella su hermano ya no existía como tal, era solo un apersona que trataba de pervertir a su único hijo.

Y eso era lo que más daño le hacia, que renegara de su propio hijo. De la misma manera que él lo hizo si en vez de contar la verdad la hubiera mentido. Entonces a esas horas seguirán estando juntos, su madre confiarla en sus palabras y no haría más preguntas.

Se acostó en la cama sin ganas. Lo que quería  en esos momentos era estar al lado de la persona que amaba, no en su solitaria cama. Cerró los ojos y pensó fuertemente en su hermano mientras subía una mano y se acariciaba los labios, sonriendo por las emociones que vivió la noche anterior durante ese corto beso, suspirando por encontrar la manera de repetirlo y que esa vez fuera distinto...






No supo en que momento de la noche se cayó dormido, solo sabía que unos brazos tiraban de su cuerpo para arrancarle de un dulce sueño en el que estaba con su hermano y nadie sabía su secreto.

—Bill, arriba dormilón—llamó Simone.

Consiguió abrir los ojos lentamente y miró a su madre con enfado.

—No pongas esa cara, ayer te dije que no hicieras planes para esta mañana—le recordó Simone.

— ¿A dónde vamos?—preguntó frotándose los ojos.

—A ver a alguien—contestó Simone sin más explicaciones.

Salió de la habitación antes de que le hiciera más preguntas y le dejó sumido en un mar de dudas. Se sentó en la cama con la mente en alerta. No le habían gustado las palabras que su madre ha usado.

¿A ver a alguien? ¿Quién podría ser?

Se levantó y fue al baño para empezar a arreglarse sin ganas. Se dio una ducha rápida y se vistió con lo primero que pilló, en esos momentos su cabeza no estaba para pensar en nada más. Tampoco se arregló mucho, peinó su pelo dejándolo secarse al aire y ni se le ocurrió aplicarse nada de maquillaje, no quería molestar más a su madre quien no veía con buenos ojos que se maquillara tanto estando en casa donde sólo era su hijo, y no el líder y cantante de una banda.

Bajó a la cocina y negó con la cabeza al ver el plato de tortitas que su madre le ofrecía.

—El desayuno es la comida más importante del día—insistió Simone.

—Solo quiero un café, y una aspirina—murmuró Bill ocupando su asiento.

— ¿No te sientes bien?—preguntó Simone asustada.

—Estoy muy enfermo, ya lo sabes—soltó Bill sin poderse contener.

Se levantó observando la cara con la que le miraba su madre, extrañada porque le hubiera contestado de esa manera por primera vez en su vida.  Le dio la espalda y abrió el armario de las medicinas, sacando una aspirina y tomándosela con rapidez con un sorbo de café. Sentía que la cabeza le iba a estallar de un momento a otro tras tantas lágrimas derramadas.




Terminado el tenso desayuno salieron de casa y subió al coche sentándose al lado de su silenciosa madre. Gordon no les acompañaba, señal de que la cosa era grave. Volvió la cabeza para mirar por la ventanilla, tratando de ignorar a su madre cuando al fin se dignó en volver a dirigirle la palabra en forma de monótona conversación que tenía consigo misma, cerrando los ojos como si así las palabras no llegaran hasta su cerebro, tratando así de calmar esas punzadas de dolor que le recorrían por dentro.

Pararon ante un edificio y se quedó mirando el cartel del primer piso, mirando a su madre confuso y con miedo.

—No lo dirás en serio—murmuró señalando el cartel.

—Es la única manera, aquí te van a ayudar a ponerte mejor—dijo Simone con dureza.

—Estoy bien, no me pasa nada—insistió Bill en vano—Tom y yo...

—Por favor, Bill, hazlo por mí—suplicó Simone a punto de llorar.

Bill se mordió el labio indeciso. Por un lado estaba el amor de su madre, y por otro el prohibido entre él y su hermano.

Estaba en una encrucijada, su corazón estaba dividido, no sabía que camino elegir sin hacer más daño del que ya había hecho...

Sólo abrázameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora