11. ¿Por qué no lo aceptas?

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Tras ver marchar a su hermano desolado y pensando que nadie le quería, y escuchar ese grito desgarrador que resonó en la  silenciosa calle, Bill se quedó a solas en su habitación poniendo en orden sus pensamientos. Por más que su madre y Claire insistieron en que bajara al salón con ellas, él se negó en rotundo. No podía sentarse a tomar un café tan tranquilamente como si nada hubiera pasado.

Esperó a encontrarse a solas para volver a ver esa imagen que tanto le había impactado la primera vez. Sentado ante el portátil y cruzado de brazos no dejaba de verse a sí mismo embestido una y otra vez por su hermano, viendo la expresión de placer en las caras de ambos, hasta creía poder escuchar claramente en sus oídos los gemidos de placer que salían de sus labios entreabiertos.

"¿Qué es lo que te da tanto miedo? ¿Hacerlo con tu propio hermano? ¿Hacerlo y quedar realmente satisfecho?"—escuchó preguntar una vocecilla en su cabeza.

"Hacerlo y desear más"—contestó con sinceridad.

Levantó una mano y cerró de golpe el portátil fijándose en sus uñas. Su madre le dijo que se las recortara aún más, pero él tiene otros planes en mente. Entró en el baño y abrió el primer cajón del lavabo, sacando un pequeño neceser. Salió del baño y se sentó en la cama, en donde lo abrió y sacó su pintauñas oscuro, con el que devuelve a sus uñas ese color que desde siempre le había gustado.

Sonrió satisfecho al ver el resultado mientras soplaba las uñas para que se secasen cuanto antes. Sabía lo que le iba a decir su madre, pero había logrado reunir algo de valor para enfrentarse a ella, aunque hubiera sido demasiado tarde.

La puerta de la habitación se abrió de repente y entró su madre con una bandeja en las manos en donde le llevaba un vaso de leche y un plato con algunas galletas que dejó sobre el escritorio.

—He pensado que como casi no has comido tendrías hambre—comentó Simone con una amplia sonrisa.

Bill se mordió los labios al ver como cambiaba la expresión de su cara y la sonrisa se borró de inmediato al fijarse en sus oscuras uñas.

—Creía que ya habíamos hablado de eso—murmuró Simone señalando sus uñas con la cabeza.

—A mí me gustan así—explicó Bill en voz baja.

Simone se acercó a la cama y se sentó a su lado suspirando.

—Cariño, son estas manías raras tuyas las que hacen que la gente vea en ti algo que no es—comentó Simone procurando mantener la calma.

—No, no es verdad—dijo con firmeza Bill levantándose—Sólo la gente con una mente enferma ve en mí lo que ellos quieren ver. Soy tu hijo, ¿qué ves en mi cuando me miras mamá?

Simone se quedó sin habla ante ese arrebato de su hijo pequeño. No se lo podía creer, siempre había hecho todo lo que le pedía, y elegía ese momento para rebelarse.

— ¿Mamá?—insistió Bill en voz baja.

—Te veo a ti, cariño—contestó Simone mirándole fijamente.

—Pues eso es lo que cuenta, lo que tú pienses de mí, no los demás—dijo Bill con firmeza—Siempre has aceptado mi aspecto, ¿por qué ahora has cambiado de opinión?

—Porque no puedo quedarme quieta viendo como la gente te insulta llamándote algo que no eres—contestó sin aliento Simone— Y mostrando una cosa que no es cierta en una foto normal y corriente.

—También insultan a tu otro hijo—apuntó Bill con dolor— ¿O es que Tom te da igual?

—Claro que no me da igual. Me preocupo más por ti porque eres el más débil de los dos—dijo Simone levantándose.

Sólo abrázameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora