10. ¿Por qué en tus ojos ya no brilla el amor?

128 14 3
                                    


—¿Bill?—llamó Simone.

Parpadeó varias veces como si saliera de un sueño. Se había quedado sumido en sus recuerdos y la voz de su madre le devolvió a la realidad. Miró a su alrededor y ve que estaba en la cocina, en donde su madre levantaba un dedo y señalaba su maquillaje con un gesto de horror en la cara.

—Lo siento, no volverá a pasar—se disculpó saliendo de la cocina.

Subió a su habitación y entra en el baño, en donde lavó de su cara esa máscara que se había puesto para ocultar su verdadero rostro, uno gris y apagado, carente de esa felicidad que un día logró rozar con los labios.

Claire llegó a las 12 y Simone la recibió con una gran sonrisa. La saludó con dos besos y la hizo pasar a la cocina en donde saludó a Gordon estrechando su mano. Era la primera vez que le veía y sentía curiosidad por él, quería conocer su punto de vista sobre ese "problema" y cómo había influido en la educación de los gemelos.

Bill bajó a los 5 minutos de la llegada de Claire y la saludó con una tímida sonrisa. Simone sonrió complacida y le pidió que le ayudara a poner la mesa  mientras que su marido trataba de contestar con educación todas las preguntas que Claire le hacía, escuchando con atención cada una de sus respuestas.

—Coge los platos, cariño—pidió Simone a su hijo.

Bill extendió las manos y los cogió, notando que su madre no los soltaba, lo que hizo que levantase la mirada preguntándose que había hecho mal esa vez.

—Tus uñas—apuntó Simone en voz baja.

Bill bajó la mirada y la clavó en sus largas uñas, pintadas de negro como siempre. Se mordió los labios para que de ellos no saliera una protesta.

—Sube a quitarte el esmalte y no te entretengas—ordenó Simone sin levantar la voz—Y córtatelas un poco también.

Decidió obedecerla para no discutir con ella, o al menos intentarlo, sabía que llevaba las de perder. Corrió de nuevo escaleras arriba, entrando en su baño sin dar el portazo que se moría por dar.

Abrió el armario que había sobre su lavabo y cogió algodón y el bote de la acetona. Comenzó a quitarse el oscuro esmalte mientras se tragaba las lágrimas que luchaban por salir. Con cada uña que iba quedando tan pálida como su cara se iba sintiendo cada vez peor.

Tras terminar se lavó las manos y se recortó un poco las uñas tal y como le había exigido su madre. Tras hacerlo decidió tomarse una de esas pastillas que le ayudasen a superar esa comida que tan nervioso le ponía, por volver a ver a su hermano en el mismo escenario en el que le demostró lo mucho que le amaba...

Tras respirar hondo salió de su habitación y bajó a la cocina, entrando en ella y caminando hacia donde estaba su madre, alargando las manos para que diera su aprobación.

—Eso está mucho mejor, pero córtatelas un poco más después de comer—dijo Simone, no satisfecha del todo.

El timbre de la puerta sonó en ese instante, haciendo que el miedo se instalase en el cuerpo de Bill y dejase de lado todo el enfado con su madre.

Gordon se ofreció para abrir, suspirando aliviado de poder alejarse de Claire, quien ya sabía cosas de su tierna infancia, gracias a su forma de persuadir a la gente sin que ellos pudieran hacer nada para negarse.

Saludó muy contento a Tom, alegrándose de verle de nuevo tras tantos días. Estrechó la mano de Jörg y les indicó la cocina con una inclinación de la cabeza. Tom casi corrió hacia ella, parándose en la puerta al ver a su hermano de pie ante la nevera, tal y como aquella lejana vez en la que rozó sus labios con su más dulce beso.

Sólo abrázameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora