18| El ascensor

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18| El ascensor.

« — ¿Entonces no puedes venir conmigo?

Miré a Stef que había un puchero un tanto infantil mientras abría mucho esos grandes ojos color miel.

— Lo siento en serio, pero ya había quedado en acompañar a Patrick a un lugar.

— Lo entiendo, quizá para la próxima.

Sonrió mostrándome sus dientes antes de darme un abrazo que no tardé en devolverle.

— Pero para la próxima guárdame un cupo para tener un poco de tu tiempo.

— Tonta, tú no necesitas ningún cupo.

Ambas reímos antes de que ella se despidiera para irse a casa ya que recién salimos del instituto. En realidad habíamos estado libres desde hace una hora pero yo me había quedado a terminar algo en la biblioteca y Stef necesitaba usar las computadoras así que nos hicimos compañía.

Me sorprende el hecho de que a Stef en realidad no le caiga mal Patrick aún cuando él puede llegar a ser muy odioso en ocasiones con ella. Realmente es una gran amiga y estoy agradecida de haberla conocido, mucho.

Miré la hora en mi teléfono y ya eran las tres con quince minutos. Patrick había quedado en recogerme cuando saliera para así ir a ese lugar que quería mostrarme.

Me sobresalté cuando un auto desconocido se estacionó frente a mi antes de que la ventanilla de este mismo se abriera dándome la vista de un sonriente chico de ojos chocolate.

— ¿Lista para irnos?

Le di un vistazo al lujoso auto que conducía hoy, era nuevo al parecer.

— ¿Te gusta? —preguntó al notar mi curiosidad— Me lo he comprado porque el otro me estaba dando fallas.

— ¿No era más fácil llevarlo a un taller?

Hizo una seña con la mano restándole importancia y yo suspiré diciéndome mentalmente que así era Patrick.

— ¿Puedo saber a dónde vamos? —pregunte abriendo la puerta y adentrándome en su lujoso auto nuevo.

A él siempre le habían gustado las cosas caras, era algo que se notaba solo con ver cómo se vestía y siempre parecía verse elegante aún cuando las cosas son casuales.

— Prefiero que sea sorpresa.

— Odio las sorpresas —murmuro y él me ignora completamente mientras empieza a conducir en silencio porque no le gusta la música mientras conduce.

Una gran diferencia entre él y yo, no le gusta la música y yo la amo.

Tal vez esa debió ser mi primera señal para correr.»

Suelto un sonido de frustración estando estresada mientras doy otra vuelta más en el estacionamiento. Tengo aproximadamente veinte minutos buscando un lugar para estacionarme y simplemente no logro encontrarlo.

Es decir ¿Cómo puede haber tantos autos en un hospital? Luego caí en la lógica de que en realidad no era cualquier hospital, sino de uno de los más famosos en Londres según me dijo internet cuando ayer me puse a investigarlo, así que seguro era normal que estuviera lleno de personas queriendo ser atendidas.

Casi quiero alzar mi puño en victoria cuando veo a un auto salir del lugar donde se encontraba estacionado. Esperé que este se fuera y rápidamente me estacioné en el lugar ahora vacío con una sonrisa triunfal.

El amor y las constelaciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora