III. El doctor

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Ya habían pasado algunos días después del debate. Estuve trabajando muchísimo últimamente y estaba agotada.

Estoy por ir al médico a realizarme un control rutinario. No agarro las llaves del auto, prefiero ir en uber. No me gusta mucho manejar en Buenos Aires, si puedo evitarlo mejor.

Ingreso al sanatorio y me siento en la sala de espera, está vacía. Tenía turno para las 15:00hs, el tiempo avanza, pasan 20 minutos y sigo esperando.

Veo llegar a alguien apurado, tiene camisa y lentes de sol. Me mira. Es Santiago Caputo.

¿Qué hace acá? ¿Me estará siguiendo? No, no, eso es ridículo.

Creo que ambos quedamos sorprendidos al vernos, era un contexto absolutamente inesperado.

-¿Santiago? ¿Qué haces por acá?

-Y supongo que lo mismo que vos. -me responde de forma sarcástica.

Nos saludamos y él se sienta a dos asientos de distancia de mi. Nos quedamos en silencio.

¿Qué tan atrasado puede estar mi médico?

La atmósfera es invadida por una incomodidad palpable.

-¿Vos también sos paciencia del Dr. Di Renzzo? -pregunto intentando romper el hielo.

Me mira de reojo serio. Me siento cada vez más incómoda.

-Sí, ahora somos compañeros de enfermedad. -responde Santiago con una sonrisa irónica y tono prepotente.

Suspira, parece preocupado.

-¿Está todo bien? ¿Viniste por un chequeo? -me pregunta, cambia su actitud a una más amable.

-Si, por suerte esta todo bien, ¿vos?

-Sí... no debe ser nada importante -responde, tratando de restar importancia, pero sus ojos delatan una preocupación más profunda. Me inquieta.

Para mi suerte sale el médico de su consultorio y me llama, rompiendo con la casualidad incómoda de encontrarme a Santiago Caputo.

Mientras el doctor me atendía charlábamos un poco.

-¿Y vos como ves todo el tema del ballotage? -me pregunta el.

-Y... la verdad que es muy complicado, estamos laburando mucho. Va a estar muy peleado.

El Dr. Di Renzzo asiente. Seguro después va a llamar a sus amigos: "vino a atenderse Evita Moreno, la diputada, dijo que la cosa está complicada". Siempre es lo mismo.

-No sabía que el asesor de Milei se atendía con vos, ¿a cuantos políticos más atendes? Me voy a poner celosa -le digo lo último en tono de broma.

El se ríe.

-Sí, Caputo... ahora tiene que ver el resultado de unos análisis.

No podía parar de pensar en la situación de hace unos instantes, se veía tan vulnerable y tan solo. Me da pena.

Salgo de la consulta y entra Santiago a ver al doctor. Decido esperarlo, aunque no comparta sus ideas políticas, el bienestar de cualquier persona es importante, incluso si es mi "enemigo político".

Mientras aguardo a que salga no puedo parar de pensar en que estoy haciendo algo rarisimo, por ahí se toma mal que lo espere. Francamente me preocupó, y haría esto por cualquiera.

Sale de la consulta y parece desorientado cuando me ve.

-¿Como te fue? -pregunta, intentando aparentar indiferencia.

-Todo en orden. ¿Y a vos? -respondo, manteniendo la calma.

Santiago asiente con una sonrisa forzada, revelando su alivio oculto.

Me paro de mi asiento y comienzo a caminar por el sanatorio, intentando salir. Caputo me sigue.

-¿Me esperaste? -me pregunta, todavía confundido.

-Sí, no lo malinterpretes, pero me preocupaste y quería saber si estabas bien.

El suspira con alivio.

-Por suerte está todo bien, fue una falsa alarma. -admite.

Saco mi celular para poder pedir un uber, Santiago mira de reojo.

-¿Te vas a pedir un uber? Deja, te llevo yo.

-De verdad, no hace falta, gracias igual.

-Insisto, dale, como agradecimiento por tu preocupación.

Termino aceptando.

Salimos del sanatorio, Caputo prende un cigarrillo y comenzamos a caminar hacia el auto. Nos subimos a su audi blanco.

-¿Salis del médico y te pones a fumar?

-Los vicios son lo único que hace que la vida rutinaria sea soportable. -esboza una sonrisa ladina, sus labios se curvan con una pizca de ironía. La expresión de picardía se revela en la inclinación sutil de su sonrisa.

En el camino fuimos hablando de trivialidades, evitando tocar temas relacionados con la política, ya que terminaría en una discusión.

Llegamos a la puerta del edificio en el que vivo.

-Gracias Santiago por traerme, de verdad. -digo sinceramente -¿Queres pasar? -agrego por amabilidad.

Extiendo la invitación con educación, sin realmente esperar que Caputo acepte entrar a mi departamento.

-Dale, gracias. Espera que busco en donde estacionar el auto. -declara sorprendiéndome.

Santiago cruza la puerta de mi departamento y su mirada se posa directamente en un cuadro de Eva Perón que adorna la pared. La sorpresa se refleja en su rostro, pero no pierde la oportunidad de hacer un comentario.

-¿Eva Perón?, nunca voy a entender cómo alguien la puede idolatrar... Los peronistas son peores que los fanáticos religiosos.

Su observación cortante resuena en el ambiente, y aunque intento mantener la compostura, siento una punzada de molestia ante sus palabras.

-¿Y en tu pared de quiénes tenes cuadros? ¿De Ramiro Marra y su mamá? -le respondo con ironía y enojo.

Él suelta una risa burlona.

-¿Queres tomar algo? -ofrezco.

-¿Un café sólo puede ser?

Sirvo dos cafés en la mesa ratona y nos sentamos en el sillón en silencio. Me doy cuenta que me mira la boca.

Francamente estoy encaprichada, y creo que el más. Me dan un poco de morbo nuestras diferencias.

Observo cómo Santiago se acerca, percibiendo la mezcla de su perfume con el aroma del cigarrillo. La proximidad se intensifica hasta que siento el roce de nuestros labios. En un instante, me besa.

Enemies and lovers | Santiago CaputoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora