SOLSTICIO DE VERANO XI

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El sábado por la noche, mi padre llegó a casa con una muy buena noticia; a Will le darían el alta el lunes y sólo tendría que ir un día a la semana durante un par de meses para que le hicieran revisiones y ciertas curas. Era una gran noticia, sí, y debía haber estado del todo feliz, pero no fue así. Jeremy no me había contestado al mensaje que le envié nada más dejarme en el hospital y marcharse de vuelta a casa. Estaba rayado, muy rayado. No paraba de dar vueltas en la cama sin poder dormir, y que el motivo fuera el rubiales me desquiciaba aún más. Me estaba obsesionando con ese chico y no sabía por qué. Siempre había estado rodeado de gente, de amigos, pero la verdad era que nunca me había sentido importante para nadie, y el rubio me hacía sentir que le importaba de verdad.. Podría ser que a Zac también, pero su manera de ser no era como la de Jeremy.

A pesar de mi apariencia, yo era muy cariñoso y, obviamente, me gustaba que me dieran cariño, pero nunca lo había expresado por miedo a que pensaran que era gay o algo por el estilo. Cuando lo era con las chicas no pasaba nada, simplemente pensaban que me las quería ligar o algo así, de ahí parte de la fama que me había labrado. En cambio, Jeremy me aportaba todo el cariño que reclamaba, pero me estaba dando cuenta de que estaba dependiendo mucho emocionalmente de él y eso no podía ser. Jeremy era mucho más maduro que yo.
Casi siempre estaba ocupado y tenía muchas cosas que hacer como para atender a mis tonterías. Yo tenía mucho tiempo libre y él no, y si empezaba a querer pasar tanto tiempo juntos, aparte de quedar como un pesado, me fastidiaría cada vez que me dijera que no pudiera o tuviera algo que hacer.

Y así, sin más, dándole vueltas a la cabeza, me quedé dormido.

A la mañana siguiente, me despertó el sonido de llamada de mi móvil. Aún con los ojos cerrados, busqué el teléfono por encima de la mesita de noche hasta que finalmente lo alcancé y me lo llevé a la oreja.

—Buenos días, marmota —dijeron al otro lado de la línea una vez descolgué.

—¿Jeremy? —contesté con voz ronca, aún algo dormido.

—El mismo.

—¿Qué pasa?

—Nada, te estoy contestando a tu mensaje de ayer.

Abrí los ojos y me incorporé rápidamente hasta quedar sentado sobre mi cama. Pude notar cómo mis mejillas se ruborizaron.

—¿Ben?

—Sí, sí. Dime.

—¿Hacemos algo hoy o qué?

—Claro, pero... ¿Y Cody?

—Hoy tiene el último partido y después el cumpleaños de un compañero de clase, así que se quedará con el amigo todo el día.

—Entiendo —contesté a la vez que bostezaba.

—Oye, si no quieres no t...

—¡Sí quiero! —exclamé alarmado; demasiado—. Pero no he desayunado aún.

—Bueno, te espero.

—Puedes venirte a mi casa mientras, si quieres.

—Está bien. Pásame la dirección por mensaje, no recuerdo bien cómo llegar.

—Vale, te la paso ya. Ahora nos vemos.

—Vale.

Tras colgar, decidí ir a darme una ducha a ver si así me despertaba un poco. Mientras el agua caía sobre mi cuerpo, pensé en la llamada y me sentí ridículo por todo lo que me había rayado la anterior noche. Cansado de pensar, suspiré y dejé que el sonido del agua inundara mi mente.

Terminé de secarme cuando escuché cómo alguien tocaba al timbre. Pensé que seguramente se trataría de Jeremy, así que salí del baño hasta mi habitación, con la toalla atada a mi cintura, escuchando por el camino cómo mi madre le indicaba al rubio dónde me encontraría. Oí cómo subía las escaleras mientras yo, a toda velocidad, me ponía unos calzoncillos y el pantalón que tenía planeado para ese día.

SEASONS; Un Amor A Través De Las EstacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora