SOLSTICIO DE INVIERNO III

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—¡Vamos, Jackson! —grité desde el lateral de la pista. Estábamos a mitad del entrenamiento.

—¡O'Neill, busca el maldito hueco para pasársela a Stone! —presionó el entrenador Buster al pobre Cody.

El pequeño rubio se sentía algo agobiado desde su regreso, ya que estuvo todo el verano sin entrenar ni jugar en Edmonton. Sentía lástima por él, pero la verdad era que Taylor y Will formaban buena pareja y, si Cody no se ponía la pilas, tal vez el entrenador optaría por no ponerle de titular.

—¡Vamos, Cody!¡Enséñale al entrenador de lo que estás hecho! —exclamé para darle ánimos.

Cody me miró, alzó su pulgar en mi dirección y siguió dándolo todo en el entrenamiento.

Los niños ya estaban patinando hasta la salida de la pista para cambiarse en los vestuarios. Conforme salían para quitarse los patines, chocaban mi mano. Ya tenía la costumbre de hacerlo para que se marcharan orgullosos de su entrenamiento. El entrenador que tuve antes del señor Buster lo hacía y a mí era algo que me encantaba.

—Bien hecho, entrenador Evans —dijo una voz detrás de mí. El entrenador y yo nos giramos a la vez para averiguar de quién se trataba.

—¡Zac Wilson! —le nombró una vez mi amigo se acercó a nosotros—. ¡Dichosos los ojos! —le dio un fuerte y dañino abrazo.

—Ha pasado mucho tiempo, entrenador —contestó Zac.

—Me alegro de verte, ¿cómo te va todo? —dio un par de fuertes palmadas en la espalda de mi amigo.

—Bien, señor —intentó disimular una mueca de dolor—. Estudiando, ya sabe.

—Así me gusta —sonrió—. ¿Quién me iba a decir que iba a tener de nuevo a mis dos mejores jugadores? —su voz sonó algo nostálgica.

—Vamos, entrenador, los chi... —intenté decir, pero Zac me interrumpió.

—Exacto, nunca olvides que fuimos los mejores. Ahora que Ben te ayuda, seguro que el equipo va mucho mejor —vaciló.

—No te lo voy a negar —respondió entre risas—. Wilson, espero verte más por aquí. Pásate a algún entrenamiento que otro.

—No lo dude, señor —Zac asintió firmemente con la cabeza.

—Evans, la madre de O'Neill me llamó por si podíamos llevarlo a casa, ya que ella llegaría justa de tiempo. ¿Te encargas tú? —me miró, sabiendo cuál sería mi respuesta.

—Pues... Espera —miré a Zac—. Has venido en coche, ¿verdad?

—Claro.

—¿Los podemos llevar?

—No hacía falta ni que me preguntaras —carcajeó.

—Pues listo, entrenador —le miré, y este asintió antes de dirigirse hacia el vestuario para comprobar cómo les iba a los chicos.

Me senté en el banquillo y suspiré.

—¿Qué haces aquí?

—No tenía nada que hacer, y el otro día me quedé con curiosidad, así que, ¿por qué esperar hasta el partido? —explicó a la vez que se sentaba a mi lado.

—Ya veo —sonreí, mirando cómo mi amigo observaba la pista de hielo. Él podría haber seguido jugando al hockey, pero, cuando pasó lo de mi lesión y tuve que retirarme, optó por apoyarme y cuidar de mí antes que seguir jugando. Según él, jugar al hockey sin mí no tenía sentido.

—Por cierto, ¿tu coche sigue roto? —me miró.

—Sí —resoplé.

—Qué mierda —se estiró en su sitio—. Te iba a decir si querías hacer algo cuando dejemos a tu primo y a Cody —me miró de reojo.

SEASONS; Un Amor A Través De Las EstacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora