SOLSTICIO DE VERANO XVIII

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Dormido. En la mañana del lunes volví a quedarme dormido. Agarré el móvil y vi que era la una y media de la tarde. Cerré los ojos y resoplé mientras me maldecía a mí mismo por no haber puesto la alarma la noche anterior. Me incorporé hasta quedar sentado sobre el colchón y, tras respirar hondo tres veces para eliminar el cabreo que sentía, miré de nuevo el móvil, encontrándome la notificación de dos llamadas perdidas de Jeremy. "Mierda" maldije para mí mismo. No le llamé en ese momento porque estaría en clase, así que le mandé un mensaje.

Ben: Sé que ahora no puedes, pero llámame cuando salgas.

Suspiré una vez más y me levanté para ir al baño. Una vez hice mis necesidades y me eché agua en la cara, bajé hasta la cocina, donde mis padres estaban preparando la mesa para comer.

—Cariño, ¿qué haces aquí? —preguntó mi madre con un tono de preocupación al no esperarme en casa.

—¿No hay clases hoy? —mi padre me miró extrañado.

—Me he quedado dormido —bufé—. Se me olvidó poner la alarma —me rasqué la coronilla.

—Bueno, por un día... —mi madre me dedicó una sonrisa para que dejara el enfado a un lado.

—Ya... —me crucé de brazos.

—Anda, ven que te dé el abrazo por tu cumpleaños —rio mientras me acercaba a ella y me dejaba hacer cuando me abrazó con fuerza.

—¿Te han gustado los regalos? —quiso saber mi padre cuando me separé de mi madre.

—Los regalos... —recordé en voz baja—. Quería abrirlos con vosotros —expliqué, provocando que sonrieran ilusionados.

—¿A qué esperas? Bájalos —dio dos palmadas con sus manos.

Un reloj de una firma bastante cara que se me había antojado desde hacía un par de meses, mi colonia favorita, ropa para el otoño y un ordenador portátil que tanto les había pedido. Dieron en el clavo con todo lo que quería y necesitaba. Me conocían demasiado bien.

El enfado se me pasó completamente cuando me di cuenta de que, gracias a mi fallo, pude disfrutar de un almuerzo con mis padres como hacía tanto tiempo.

Habían pasado ya un par de horas desde que terminé de comer. Estaba en mi habitación, jugando al juego nuevo que me habían regalado, cuando mi móvil sonó indicando una llamada entrante.

—¿Quién es? —pregunté, ya que estaba tan metido en el juego que ni había mirado quién me llamaba.

Ben —era Jeremy.

—¡Hola!

—¿Qué te ha pasado? —se notaba su preocupación al otro lado de la línea.

—Me he quedado dormido —reí.

Que te den, idiota. No sabes lo rayado que he estado toda la mañana.

—¿Por qué?

Ayer te dije que tenía miedo de que la cosa cambiara entre nosotros, y vas tú y no apareces por aquí hoy.

—Oh, perdón —pausé el juego.

Da igual...

—No, en serio. Lo siento, soy un estúpido.

Que no...

—Hoy trabajas, ¿no?

Sí, ¿por qué?

—Por si hacíamos algo.

No puedo.

—Una pena, yo quería verte —dije con tono triste.

SEASONS; Un Amor A Través De Las EstacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora