veintiséis

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Extrañaba tanto sus fotos que, sin ni siquiera quererlo, mis dedos navegan en la pantalla de mi celular buscando la imágen que Tiziana me ha enviado ayer por tercera vez en el día

Claro que tuve que explicarle a Arthur quien era ella y como habíamos comenzado a charlar, porque era muy consciente de que si no lo hacía, seguiría con sus preguntas y sus molestias constantes hacia mi. Y porque, al fin y al cabo, es mi hermano, quizás la persona en este mundo que más me conoce, y era cuestión de tiempo que terminara de descubrir lo que hace tiempo sospechaba

Aunque parezca tonto, no lo es, y tampoco me esforcé mucho en tratar de ocultar de que tipo de fotos se trataban las que Tiziana mandaba a mi chat; estaba claro que no eran fotos de animales tiernos que recorren el Internet

Definitivamente no lo es

Tiziana posa en su cama, con aquel conjunto rojo que le regalé hace un tiempo a medio poner; dejándome ver el encaje cubrir la zona de su abdomen plano y sus redondos pechos al desnudo. Su brazo está por debajo de ellos, subiéndolos y juntandolos para mí

Solo para mí

No tienen un tamaño prominente ni son pequeños, creo que encajarían perfectamente en el molde mi mano, y eso no hace más que hacer que me gusten más

Siento un ardor subir por todo mi cuerpo, como es ya costumbre, y se me hace inevitable bajar mi mano libre hacia la erección que se ha formado por debajo de mi pantalón de chándal. Dejo que mis dedos desaparezcan por debajo de ellos, pasando por la ropa interior, hasta encontrarse con mi duro miembro

Un suspiro bajo se escapa de mi boca ante el tacto, y sigo sin despegar los ojos de aquella imágen, hipnotizado

Lo hago como me gustaría que lo haga ella, me toco lentamente, de arriba a abajo. Imagino que son sus dedos flacos y largos los que están allí, aprisionandome y llevándome al límite; que es Tiziana la que está junto a mí en la cama, con ese conjunto que su cuerpo desnudo se encarga muy bien de portar

Escupo en mi mano un poco y vuelvo a mi trabajo, pensando en que también preferiría su saliva allí y no la mía

La quiero aquí, pero lo que es aún peor, la necesito

Mis movimientos se hacen un poco más rápidos y mi respiración se agita cuando escucho golpes en mi puerta, y detengo mis acciones con un sobresalto

-¡Charles!- escucho la voz de Alessia a lo lejos- ¡¿Estás aquí?!

Mierda

Demoro sólo un segundo en relojear con mis ojos la terrible situación en la que me encuentro, pero no me queda más que subir mis pantalones y caminar rápidamente lo que me queda de mi habitación a la sala

Mi vista se choca con la de Alessia al abrir la puerta, encontrándome con una morocha empapada en agua y con una expresión alerta en su cara

-Necesito ayuda

Enfoque - Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora