El zumbido en sus oídos ahogaba al mundo.
Era como estar bajo el agua. Desconectado de la realidad. Todo se sentía tan extraño, la bruma pesada de un sueño, la niebla matutina. Se sentía flotando, pero sus brazos estaban hechos de plomo y lo hundían. El piso bajo sus pies era suave; sin embargo, sabía que la caída dolería. Nada se sentía real. No podía serlo...
Su cuerpo se movía en automático, un zombi, un robot. Su mente se había desconectado hacía mucho tiempo. Así era mejor. Veía al resto hablarle, caras pintadas de preocupación, pero no entendía las palabras proferidas. Labios moviéndose, ningún significado. Tenía algo en las manos, un escombro que alguna vez había protegido a alguien de las inclemencias del tiempo, ¿Por qué estaba cargando eso? ¿A dónde lo llevaba?
— ¡MALDITA SEA, ARIES!— Gritó alguien a sus espaldas. La voz se escuchaba tan lejana, sin embargo. Era como si los humos del sueño lo alejaran de este mundo, lo resguardaran. Reconoció su nombre, pero no sintió la necesidad de responder. No se sentía real, después de todo— ¡ESPABILA!— Volvió a hablar la voz. Lo siguiente fue el gélido golpe en su nuca. El hielo lanzado impactó contra su piel y cayó al piso, convirtiéndose en pedazos que reflejaban la luz plateada de la Luna. Arriba, las nubes se habían disipado por completo.
Aries miró sus manos, los restos grises de una casa que ya no existía, las heridas abiertas y las cicatrices. Parpadeó, confundido. Dejó caer el pedazo de hormigón, no tenía sentido seguir cargando con eso. Alzó la mirada, esperando encontrarse con un cielo tan empañado como sus ojos. Las estrellas tenían una forma muy particular de hacerse notar, casi burlonas. El viento lo golpeó de lleno. Él seguía dándole la espalda al resto, no encontraba el valor de girar. No cuando el frío viento delataba los caminos húmedos en sus mejillas. No cuando el nudo en su garganta era el primero que no podía desanudar y ya no tenía espadas. La Luna era tan brillante...
— ¿Qué demonios se supone que deberíamos estar haciendo?— Piscis siguió con su intento de invocar al líder en su interior. La voz rota del signo de agua fue su equivalente al fin del mundo. No quería girarse. No quería encarar a quienes confiaban en él, quienes lo seguían... No quería hacerlo, pero hacía mucho tiempo había aprendido que ser líder era más sobre cargar el cielo sobre los hombros y no tanto sobre imponer su voluntad— Te necesitamos...
Por algo lo habían escogido a él...
Giró sobre sus talones, tragando en seco. No forzó una sonrisa, hacerlo sería ofender la inteligencia del resto. Tampoco intentó secar sus lágrimas. Era humano, después de todo. Y, al posar sus ojos en los doce jóvenes que lo llamaban, algo en él se encendió.
Cáncer y Géminis estaban hincados a los lados de Capricornio. El signo del cangrejo tenía las manos sobre el abdomen ajeno, ejerciendo presión. La tela que utilizaba para cubrir la herida estaba empapada, carmesí con reflejos plata; sus manos contaban la misma historia. El signo de los gemelos se mantenía más cerca del rostro de la cabra. El pelinegro le sostenía una mano y, en medio de sollozos que luchaba por contener, le repetía que todo estaría bien. Cáncer hizo contacto visual con el líder, no más de dos segundos, y Aries lo comprendió.
Aries era fuerte. Quizás era la persona más fuerte del mundo. Lo habían creado con esa finalidad, esa era su justificación para vivir. Y había pasado toda su vida entrenando para ser más fuerte. Casi dieciséis años superando sus propios límites, las cicatrices en su cuerpo se lo recordaban, su entrenamiento no había sido fácil ni por un segundo. Pero, por un momento, el líder de la sexta generación sintió cómo sus piernas flaqueaban.
Se tuvo que forzar para avanzar los pocos metros que lo separaban de su segundo al mando. No limpió sus lágrimas, pero lo avergonzaba que el resto viera sus piernas temblar. Mantuvo la cabeza en alto hasta el final del camino, sabiendo a la perfección que no estaba listo para lo que seguía. Nada de lo que había vivido lo podía haber preparado para este momento. Miró a su alrededor: Nadie estaba listo. Luego bajó la mirada, hacia el gigante de dos metros caído, y supo que había alguien que sí lo estaba.
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ERROR III: Colapso || Zodiaco
Ficción GeneralQuizás esto era todo lo que jamás serían. Nadie quería aceptarlo. Habían pasado por tantas cosas como para rendirse ahora, pero estaban tan cansados... Habían sido artificiales, hasta que descubrieron que no lo eran. Habían sido fugitivos, hasta que...