#12: Fría bienvenida

60 11 19
                                    

No quería despertar. Era como si no hubiera dormido por años, como si por fin pudiera descansar. Sus párpados pesaban toneladas y él no tenía la fuerza necesaria para abrirlos. Su cabeza estaba en condiciones iguales. Consideró entregarse de nuevo al reino de los sueños, tan pacífico como era, porque por primera vez en siglos toda la ansiedad que guardaba en su pecho parecía haberse disipado, como si ya no cargara al cielo en sus hombros. Quería aferrarse a esa calma...

El piso era duro y frío, piernas extendidas, y por alguna razón tenía los brazos en la espalda. Qué extraña posición para dormir. ¿Cómo se había acomodado de esa manera? Respiró profundo, el aire no olía a nada, ni el sutil humo de la fogata ni el olor del café siempre hirviendo. Detrás de sus parpados, la más profunda oscuridad, ¿Dónde estaba la luz anaranjada del fuego? ¿Por qué no sentía la calidez? Se removió, buscando un poco de la suavidad del cuerpo ajeno, tan acostumbrado a pasar sus noches acompañado, sin encontrarla. En verdad no quería abrir los ojos...

Lo consideró por un segundo, la idea de abandonar la paz. Bufó, dándose cuenta de que su lengua se sentía más grande de lo normal, como si no perteneciera al interior de su boca, luego vinieron las náuseas. Sentía una levísima vibración en el suelo. ¿Era el suelo? Intentó tragar saliva, pero su boca seca lo hizo doloroso. Entonces el mundo se sacudió, violento, antes de volver a la sutil vibración. Eso le dio el empujón necesario para abrir los ojos.

Ojos abiertos, ojos cerrados, daba igual: Estaba sumido en la oscuridad. Parpadeó, desesperado, mientras el vacío en su estómago se tragaba la falsa calma. Sentía el grito escalar por su garganta, frías garras clavándose en su pecho, dificultando su respiración, pero al mismo tiempo estaba paralizado. Sudor frío cubrió las palmas de sus manos. Intentó moverse, para darse cuenta de que estaba atado en esa posición. Se retorció, aterrado, soltando pequeños quejidos cuando los amarres se apretaron en torno a sus brazos, enterrándose en su piel. Al final, dejó de pelear.

— Mientras más te muevas, más incómodo vas a estar— Le murmuró una voz a su izquierda. Escorpio ahogó un grito, sintiendo el alivio llenar un poco del vacío en su estómago, un bálsamo. Casi soltó una carcajada histérica, nunca pensó que se sentiría tan feliz al escuchar la voz de Virgo.

— ¿Dónde mierda estamos?— Respondió, también en susurros. La oscuridad era tal que sus ojos simplemente no se acostumbrarían.

— Ni puta idea, tal vez algún tipo de autobús— El peliblanco suspiró, tal vez se encogió de hombros— Eres el primero en despertar.

— ¿Cuánto tiempo...?

— Demasiado— Lo cortó antes de que pudiera hacer la pregunta.

La conversación murió con la misma velocidad con la que empezó. Escorpio se concentró en su respiración, un poco más tranquilo ahora que se sabía acompañado. Recargó la cabeza en el muro detrás de él, metálico, y cerró los ojos. No tenía caso mantenerlos abiertos, de cualquier manera. Fuera del estado de pánico, pudo concentrarse en el ritmo de las vibraciones, en cómo parecían estar en bucle. Tal vez Virgo tenía razón: estaban en un camión, en carretera. ¿Cómo habían terminado ahí? Rebuscó en sus recuerdos, pero todo era tan confuso y su cabeza dolía tanto... De seguir así, terminaría vomitando. Se rindió.

Movió la pierna, dándose cuenta de que también las tenía atadas, con la esperanza de golpear a otro miembro de su generación, otra voz familiar a la que escuchar.

Pasó una eternidad antes de que la respiración agitada de otro se oyera. Percibió el susurro de la tela al moverse, el silencio era tal que no tenía que esforzarse. Quiso hablar, pero qué podía decir en una situación parecida. Ni siquiera sabía quién había despertado, no tenía manera de saberlo hasta que escuchara su voz. Entonces comprendió por qué Virgo no habló primero. Por un segundo, consideró gritar, pero si la teoría de ir en algún tipo de vehículo era cierta, eso llamaría la atención de quien fuera que estuviera conduciéndolo. No. No podía permitirse volver a ser forzado en ese estado de inconsciencia. Tragó el nudo que se comenzaba a formar en su garganta, ahora debía enfocar sus pocas fuerzas en calmar al que se estaba despertando, después verían qué hacer.

ERROR III: Colapso || ZodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora