Keiji miró de reojo a Koutarou mientras dejaba al crío dormido en sus brazos sobre el sofá. El ambiente dentro del apartamento era algo frío, tras horas completamente vacío. Quizá era por la ansiedad de las últimas horas, pero Keiji tuvo la impresión de que estaba durmiendo demasiado.
–¿Vas a querer cenar algo? –Keiji preguntó, colgando su chaqueta en el recibidor.
Kou negó con la cabeza mientras tapaba al crío con la manta que Keiji siempre tenía rondando por el sofá. Bajo la tenue luz de la lámpara del comedor, Keiji se fijó de nuevo en el fulgor de la piel del crío. El olor de la magia feérica, más intensa de lo que la había notado nunca en Kou, impregnaba el apartamento provocándole un leve dolor de cabeza.
Una vez pasado el asombro inicial, la mente de Keiji ya había empezado a darle vueltas a la extraña situación en la que se encontraban. No era como si supiera mucho de magia feérica pero involucrarse sólo podía traerles problemas. La aparición del crío no podía significar nada bueno y no iba a ser tan fácil explicar de dónde había salido ese clon de Koutarou, con sus orejas puntiagudas, sus dientes levemente afilados y sus córneas del color de la obsidiana.
¿Y si la gente descubría que Kou no era humano por su culpa?
Por un instante, Keiji deseó que Kou no hubiese encontrado al crío. Los dos habían sacrificado demasiado para proteger su secreto para arriesgarse ahora.
Apenas un segundo más tarde, la vergüenza lo embargó por completo.
Quizá el crío no era más que un doppelganger. Pero quizá Kou tenía razón y ese crío era el auténtico Koutarou. Y Keiji había deseado, aunque sólo fuera por un momento, que se pudriera en el infierno en el que había tenido que vivir los últimos veinte años. Si su mente sólo iba a pensar estupideces, lo mejor era que se pusiera a hacer algo útil.
–La play sigue guardada en el mueble bajo el televisor aunque no se si alguno de tus juegos es apto para un crío de su edad. –Keiji se encogió de hombros, evitando mirarlos y desapareció tras la puerta de la habitación.
Con un suspiro, Keiji abrió el armario y, poniéndose de puntillas, consiguió bajar el futón que guardaba en la balda superior. Por suerte, no hacía tanto que lo había aireado y aún se podía notar el olor a suavizante. Solo en la habitación, se sentía un completo idiota, demasiado nervioso por tener a Kou de nuevo en casa. Su mente, siempre demasiado obsesionada con el lado negativo de las cosas, parecía estar haciendo esfuerzos para volver a joderlo todo.
Kou seguía confiando en él y nada iba a poder impedir que Keiji hiciera cualquier cosa por protegerlo. Sólo esperaba que Keiko no decidiera colgarlo por volver a ocultar algo tan gordo.
Pero lo primero era lo primero.
Kou. De noche. Durmiendo de nuevo bajo su mismo techo. Gracias a dios, por el futón de repuesto. Keiji no estaba preparado para discutir sobre quién de los dos iba a dormir en el sofá. Y Kou y el crío siempre podían compartirlo. Keiji no tenía claro como iba a sobrevivir pero sólo era hasta que Kou volviera a Osaka.
¿Por qué tenía que volver a Osaka?
Keiji se acuclilló frente al armario, avergonzado. Nadie sabía mejor que él porque Koutarou tenía que volver a Osaka. Sus sueños estaban allí y esa era otra de las cosas que Keiji se había prometido proteger. Keiji ahogó un grito contra el futón antes de volver a ponerse en pie. Tenía cosas más urgentes de las que preocuparse que su estúpido egoísmo.
Fuera lo que fuese ese crío, era imposible negar que los únicos que podían hacer algo por ayudarle eran ellos dos.
El crío tenía nombre, no iba a poder seguir llamándolo de esa manera eternamente. Keiji se mordió el labio. En su cabeza, aún se le hacía demasiado extraño. Koutarou era y siempre iba a ser su búho idiota.
–Ji, ¿estás bien? –La voz de Kou lo pilló completamente desprevenido–. Si lo prefieres, podemos quedarnos en casa de Aki.
–Mierda –Keiji se giró de golpe, el futón apretado contra su pecho–. ¿Por qué deberíais quedaros en casa de Aki? Es más seguro que os quedéis aquí. Los sellos ayudan y
Keiji apretó los labios cuando se dio cuenta de lo que estaba apunto de decir. Por mucho que lo pensara, no les iba a hacer ningún bien discutir porque el crío podía no ser quién Kou creía.
–O puedo preparar algún amuleto sencillo. No se me da tan bien como a Keiko pero para unos días debería servir –Keiji musitó mordisqueandose la uña del dedo gordo, incapaz de saber si el nerviosismo incómodo que se apoderó del vínculo era suyo.
Quizá Kou prefería no estar allí. La mera idea le provocó una punzada en el corazón. Tendría que haberlo pensado. Contando que ya no eran nada, tenía que resultar incómodo para Kou tener que pasar la noche bajo su mismo techo.
–¡No! –Kou alzó la voz–. No... Tienes razón. Es mejor si nos quedamos aquí pero... –Hacía muchos años que no lo veía tan nervioso–. No quería ser una molestia... Si preferías que nos fuéramos
Kou se frotó los ojos. Por primera vez, Keiji se fijó en las ojeras oscuras y el color apagado de su piel, el cansancio reflejado en su rostro. Ver a Koutarou atragantarse con sus propias palabras fue como un puñal. Kou, siempre tan seguro de sí mismo y Keiji había conseguido acorralarlo hasta ese punto. Por un momento, deseó poder volver atrás en el tiempo. ¿Cómo había dejado que las cosas llegaran hasta ese extremo? La pregunta volvió a atosigarlo.
–Somos mayorcitos. –Keiji se acercó hasta quedar apenas a unos centímetros de Kou y le estampó el futón contra el pecho–. Debería haber espacio de sobra en el comedor.
–Keiji, –por primera vez desde que habían salido de la cafetería, Koutarou lo miró directamente a los ojos–, gracias.
–No tienes por qué dármelas. –Keiji asintió con la cabeza.
–Será mejor que vaya a ver como está Kou-chan –Koutarou balbuceó, el rubor tiznando sus mejillas, antes de escapar de nuevo al comedor.
Un leve cosquilleo brilló a través del vínculo, pequeño y algo tímido. Keiji no pudo evitar la leve sonrisa en sus labios.
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In Between
FanficAquí llega la segunda parte de "I'll Stay with You" Koutarou y Keiji llevan diez años juntos pero mantener su relación entre Tokyo y Osaka, la responsabilidad de ser un adulto y el miedo a que el mundo descubra el Gran Secreto de la estrella del equ...