Koutarou había huído, no podía llamarlo de otra manera, pero era lo único que se le había ocurrido para no acabar besando a Keiji allí mismo. Con un suspiro exagerado, se dejó caer en el sofá, sin llegar a soltar el futón entre sus brazos. Apenas unos centímetros lo separaban de Kou-chan, hecho un ovillo sobre sí mismo, los pies descalzos y la sudadera de los Jackals ocultándole los ojos.
–¿Cuándo te has quedado con mi móvil? ¿Eh, bicho? –Koutarou no recordaba habérselo dejado, pero allí estaba, entre los dedos del crío.
Kou-chan lo ignoró, demasiado concentrado en la pantalla, sus dedos moviéndose sobre la pantalla táctil como si nada. Koutarou había escuchado veinte mil veces lo increíble que era la plasticidad de los críos, pero no dejaba de ser sorprendente la facilidad con la que Kou-chan parecía haber aceptado como nada las diferencias entre el ahora y el entonces.
–También era de mis favoritos –dijo Koutarou dándole una palmada cariñosa sobre la capucha de la sudadera y escondiendo aún más los ojos del crío bajo la tela. La banda sonora de ocho bits se repetía en bucle mientras Sonic rodaba recogiendo anillas a toda velocidad.
–¡Hey! Me han matado por tu culpa. –Kou-chan se quitó la capucha y levantó la vista, todo indignado. En la pantalla del smartphone, Sonic había terminado pinchito de erizo–. ¿Por qué estás tan rojo?
–¿Rojo? –Koutarou dejó el futón sobre el sofá y apretó sus manos contra las mejillas. Estaban ardiendo–. Hace calor.
El crío dejó los ojos en blanco pero no dijo nada más antes de volver a empezar desde el último punto de salvado. Koutarou sacudió la cabeza con incredulidad. Tras tanto tiempo, Koutarou había olvidado lo mucho que llegaban a ayudar los sellos de las paredes con sus diseños concéntricos llenos de filigranas. Koutarou intentó recordar las formas grabadas en las paredes de su piso en Osaka pero incluso cerrando los ojos fue imposible. Keiji los había grabado pensando en él y esa era toda la atención que Koutarou les había prestado.
–Es tarde, se acabó el móvil por hoy. –Koutarou se levantó, quitándole el teléfono de las manos al crío–. A los niños les toca ir a la cama.
–¡Estaba a punto de pasarme la pantalla! –Kou-chan se quejó, apretando los morros, pero lo ayudó a mover el sofá para hacerle espacio al futón.
–Mañana puedes volver a intentarlo.
Apenas hacía dos días que Kou-chan había entrado en su vida, pero Koutarou tenía la impresión de ser capaz de hacer cualquier cosa por hacerlo feliz. Por un instante, se preguntó si era así cómo se sentían los padres primerizos la primera vez que les ponían a sus hijos en brazos.
–Venga, a ponerse el pijama y a dormir. –Koutarou dio las gracias mentalmente a Suzumeda por pensar en todo mientras rebuscaba en la bolsa de deporte.
–¿Yaaaa? ¡¡Es demasiado prontoooooo!! –Kou-chan alzó los brazos indignado pero cogió el pijama igualmente.
–Nada de rechistar. –Koutarou gruñó intentando mantenerse serio pero le resultaba casi imposible cuando hasta quejándose de lo injusto del mundo, el crío parecía su vivo reflejo.
***
La habitación estaba en penumbra pero no era como si Koutarou necesitara más luz para ver perfectamente en la oscuridad. Quizá era cierto que Koutarou era de efecto retardado, pero la idea había tardado un rato en asaltarlo haciendo que casi se quedara sin respiración.
Kou-chan ahora era su responsabilidad.
No sabía explicarse cómo había sucedido, pero era imposible ignorarlo una vez la idea había calado en su mente. Esa era la última manera en la que hubiese imaginado convertirse en padre y, sin embargo, esa era la realidad. La presión resultaba casi asfixiante cuando sus errores podían joderle la vida a un crío que no tenía la culpa de nada. ¿Cómo podía querer responsabilizarse de él cuando Koutarou era el impostor que le había robado su vida? Las manos le temblaban sólo de plantearse que pudiera odiarlo si alguna vez descubría la verdad.
Kou-chan y él eran dos caras de la misma moneda. Koutarou no pudo evitar sonreír con tristeza al ver la piel iridiscente brillar bajo la escasa luz que entraba desde la calle. Sus ojos azabache y sus orejas puntiagudas le iban a hacer imposible tener una vida normal.
Quizá todo lo que Koutarou había sufrido había sido por este momento.
Alguna ventaja debía tener no ser exactamente normal. Koutarou se miró las manos, sus dedos largos y gruesos completamente humanos. Sólo necesitó pensarlo para que desaparecieran, deformados por las zarpas de su forma híbrida. Koutarou aún recordaba el terror de saberse un engendro, sin saber si iba a poder volver al insti o si la gente a la que quería iba a aceptarlo.
Cuando sus alas le habían resultado demasiado pesadas, Keiji había sido su tabla de salvación. Koutarou cerró los ojos y se concentró en el segundo latido en su pecho.
Si hace falta, seremos tú y yo contra el mundo.
Aquellas palabras lo habían salvado una y otra vez. Daba igual cuánto daño se hubiesen hecho el uno al otro a lo largo de los años, daba igual si Keiji decidía que no lo quería más en su vida, era imposible arrepentirse de haberlo conocido. Si algo bueno había en su vida, era por Keiji. Sin él, todo lo que era; todo lo que había conseguido hubiese sido imposible.
–¿Se ha dormido? –Keiji preguntó en un susurro, sacándolo de su ensimismamiento.
Koutarou asintió con la cabeza antes de recordar que Keiji no podía ver en la oscuridad. Ni siquiera se había dado cuenta de en qué momento había entrado en la habitación.
–Supongo que han sido demasiadas emociones por un día –Koutarou contestó intentando no alzar la voz, la mirada perdida en el infinito.
–¿Qué tienes pensado? –Koutarou pudo notar el sofá hundiéndose a su lado.
Si hubieses querido, podríamos haber sido una familia.
Koutarou se sintió culpable sólo de pensarlo. Keiji no había pedido ser padre, y no era algo que Kotarou tuviera derecho a esperar cuando ya no eran nada. Las palabras murieron en sus labios. Tenerlo cerca seguía consiguiendo acelerarle el pulso. Todo estaba cambiando muy rápido y Kou se veía incapaz de hacerlo sin Keiji.
Koutarou sacó su móvil del bolsillo, intentando ganar algo de tiempo para pensar. Tenía más de una decena de llamadas perdidas esperando en sus notificaciones. El entrenador Foster iba a matarlo cuando al fin diera señales de vida. Tendría que haber llamado, cualquier excusa hubiese sido mejor que el silencio, pero todo resultaba demasiado abrumador.
–N-no lo sé. –Koutarou se frotó el rostro. El agotamiento de los últimos días parecía haberlo alcanzado al fin.
–Temari y Keiko podrían encargarse de él. Es una opción–. Keiji subió los pies al sofá y se abrazó a sus rodillas–. Saben lo que es hacerse cargo de un crío y no van a asustarse por su aspecto.
–¡No! –Koutarou se cubrió la boca con las manos al darse cuenta que había gritado–. Preferiría que Keiko y Temari no lo supieran al menos por un tiempo. No
–Si es lo que quieres. –Keiji suspiró.
Koutarou sabía que estaba siendo irracional. No era como si pudiera esconderselo a su hermana eternamente pero pensar en su reacción seguía poniéndolo demasiado nervioso.
–O puede quedarse aquí conmigo. –Lo último que Koutarou hubiese esperado escuchar salió de la boca de su ex–. No es como si pudieras estar con él 24/7 cuando tienes tus compromisos con el equipo y me deben días de vacaciones. Si pasa cualquier cosa, Konoha y Saru también están aquí y pueden echarme un cable–. Keiji tenía que haber notado su incomodidad a través del vínculo, porque continuó–: Sólo hasta que consigas arreglar las cosas en Osaka.
–¿Estás seguro?
–¿Para qué están los amigos si no es para echarse un cable en estas situaciones?
Koutarou alzó el rostro y se quedó mirando a Keiji un largo rato antes de asentir con la cabeza. Kou no era el único nervioso pero al menos las palabras de Keiji parecían sinceras.
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In Between
FanfictionAquí llega la segunda parte de "I'll Stay with You" Koutarou y Keiji llevan diez años juntos pero mantener su relación entre Tokyo y Osaka, la responsabilidad de ser un adulto y el miedo a que el mundo descubra el Gran Secreto de la estrella del equ...