Capítulo 15

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Shûgo nunca se había considerado supersticioso. No creía en dioses, akumas, yôkais o cualquier otro ser sobrenatural pero en cuestión de un instante, su realidad se había visto alterada por el aspecto extraño de Bokuto. Por mucho que quisiera negarlo, sus ojos habían visto lo que habían visto. Por un momento, la idea de saber qué era lo que había visto exactamente le cruzó la mente, pero prefirió no preguntar.

El resto de compañeros hacía rato que se habían marchado, las miradas de curiosidad y preocupación siguiendo a la figura solitaria que hablaba por teléfono en un rincón de la pista. Shugo prefirió esperar. El nerviosismo era patente en sus idas y venidas constantes y en el temblor de su mano libre. Sólo había una persona que pudiera poner a Bokuto tan nervioso.

–¿Todo bien? –preguntó cuando Bokuto al fin colgó el teléfono–. ¿Ha pasado algo con Akaashi?

Por su reacción, no esperaba encontrar a nadie esperando. La toalla blanca seguía apoyada sobre sus hombros y sus dedos apretaban con tanta fuerza el teléfono que tenían que haber empezado a quedarse sin circulación.

–No lo sé, no he hablado con él, era un amigo del instituto. –Bokuto caminó pasillo abajo sin detenerse–. Pero dice que está bien.

–Y no te lo acabas de creer.

–No demasiado –contestó apretando su mano derecha contra el pecho como si algo doliera allí.

Siendo Bokuto, cualquiera hubiese pensado que el hombre tenía energía infinita, pero el cansancio había empezado a hacer mella en él. Shugo se acercó, sin saber si –después de lo que había pasado hacía apenas un rato–, se estaba extralimitando. Estaba claro que fuera lo que fuese, lo que acababa de presenciar no era algo que Bokuto quisiera que nadie más supiese.

–Si te resulta incómodo tenerme cerca, no tienes porque –Bokuto se detuvo frente a la puerta de los vestuarios y lo miró fijamente. Shûgo notó un escalofrío recorriéndole la espalda al recordar lo extraño de sus ojos, aún no hacía ni una hora–. Lo entendería si

–No hay nada que entender. Somos amigos, ¿no? Y sé lo importante que es Akaashi para ti. –Shûgo le dió una palmada en la espalda y abrió la puerta, adelantándose para entrar–. Si creyera que a mi mujer le había pasado algo, tampoco estaría demasiado tranquilo. Si te das prisa, aún llegas a coger el último tren.

–Pero el entrenamiento de mañana... Aunque coja el primer tren de vuelta

Bokuto se lo quedó mirando como si no hubiese acabado de entender sus palabras.

–Si al final no es nada, ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que llegues tarde? –Shûgo a veces no entendía las prioridades de esos dos–. No te lo vas a perdonar si después tenías razón y era algo grave. Te preocupaba lo suficiente para convertirte en esa especie de pollo, ¿no? –Shûgo se encogió de hombros.

–¿Tan obvio era? –Bokuto se dejó caer en uno de los bancos–. Y es un búho, soy un búho.

Shûgo empezó a reír a carcajadas. La simplicidad con la que Bokuto había rectificado sus palabras chocaba frontalmente con lo bizarra que le resultaba la situación.

–Cuando arregléis las cosas con Akaashi, me debes una cerveza.

***

Keiji no recordaba cuánto tiempo llevaba encerrado en la habitación cuando al fin se dio cuenta que hacía rato que la luz del sol ya no entraba por la ventana. Ni siquiera sabía qué hora era, pero nada parecía importar salvo el crío entre sus brazos. En algún momento había escuchado el ruido de la puerta de la entrada. Quizá Keiko se había marchado. O quizá no. Al otro lado de la pared se podía oír el ir y venir de alguien trasteando en la cocina, a juzgar por el pitido de la nevera abierta, el ruido de platos y sartenes y el traqueteo rítmico de un cuchillo golpeando contra la tabla de cortar.

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⏰ Última actualización: Jun 15 ⏰

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