Keiko se giró sobre sí misma y se cubrió la cabeza con la almohada intentando dejar de escuchar el zumbido que le taladraba las orejas. Apenas hubo un segundo de paz antes de que la vibración volviera a empezar. Con un quejido, se puso boca arriba sobre el colchón de nuevo y alargó el brazo hasta palpar el maldito aparato. No llevaba ni cuatro horas durmiendo después de otro turno que parecía no ir a terminar nunca en el hospital.
La luz de la pantalla la cegó un instante antes de conseguir leer quien era la bellísima persona que había decidido llamarla a esas horas. Cualquier rastro de sueño desapareció al ver el nombre de su hermano. Keiji no era de los que llamaban porque sí, si no había un motivo de peso.
–¿Keiji? –Keiko se incorporó de golpe, sentándose apoyada contra el cabecero de la cama.
La habitación aún estaba en penumbra salvo por la escasa luz de la lámpara sobre su mesilla de noche. El vello de la nuca se le erizó, cuando la voz que contestó al otro lado no era la de su hermano.
***
Keiko no recordaba la última vez que se había duchado y cambiado tan rápido. No habían pasado ni tres cuartos de hora cuando aparcó el coche delante del apartamento, rezando para que no se lo llevara la grúa. Se notaba el corazón en la garganta cuando al fin llamó al timbre. Un olor dulzón que le hizo fruncir la nariz la asaltó nada más abrirse la puerta. Keiko reconoció al chico rubio parado en el umbral. Konoha Akinori, si no recordaba mal. Había sido compañero de Keiji cuando aún iba al instituto.
–Están en la habitación –Konoha la guió hasta el dormitorio.
Keiko frunció el ceño al no notar ni un ápice de magia en los sellos de las paredes. No era lo único extraño en el apartamento. El arcón gigante lleno de montables y puzzles arrinconado contra una de las esquinas del comedor llamó su atención. Creyó reconocer muñecos de Naruto y My Hero Academia así como los peluches sobre el sofá que no habían estado ahí la última vez que había visto a su hermano; también cuadernos de dibujo y lápices de colores junto al portátil sobre la mesa.
–No hemos conseguido que reaccione –Konoha fue quién hizo que su atención se posara en el niño completamente inmóvil sentado en la cama.
Keiko estaba segura que ya no quedaba nada que pudiera pillarla por sorpresa pero era imposible no reconocer que el aspecto del niño, sus ojos perdidos en el infinito, había conseguido desubicarla por un instante. Cualquier otra persona se hubiese sorprendido por los dientes aserrados, las córneas negras o las orejas puntiagudas. Nada de eso era más extraño que que su cuñado pudiera adoptar la forma de un búho real. Lo que la desconcertó fue que, si veía más allá de las extrañezas del niño, el rostro era el de ese mismo cuñado.
El leve olor dulzón que la había estado siguiendo desde que entrara en el apartamento era más fuerte alrededor del niño. Keiko frunció el ceño al darse cuenta donde lo había notado últimamente. Agachándose hasta quedar a la altura de su rostro, le tomó el pulso. Estaba estable y no parecía tener fiebre.
–¿Se puede saber de dónde ha salido el niño? –Keiko espetó con más ira de la que quería infundir a sus palabras–. ¿Cuándo pensabas contármelo? ¿Es el culpable de que tus sellos estén en el estado que están?
–Con esa reacción, nunca. –Keiji gruñó como toda respuesta.
Keiko cerró los ojos e intentó no dejar que su cabreo le hiciera gritar lo que ni siquiera pensaba. Sólo hacía falta ver la cara de Keiji para saber que la migraña que tenía se estaba portando como una pequeña cabrona.
–¿Cuánto hace que está así? –Keiko observó las pupilas, buscando algún tipo de reacción, pero fue en vano.
–Ayer tuvo una pesadilla pero estaba bien, –Keiji frunció el ceño. Se notaba que le costaba pensar–, sólo algo más cansado de lo normal. Ha sido esta mañana pero no-no lo sé. Me tendría que haber dado cuenta antes pero –su hermano cerró los ojos con fuerza y se dobló sobre sí mismo–. ¿Cómo se lo voy a contar a Koutarou?

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In Between
FanfictionAquí llega la segunda parte de "I'll Stay with You" Koutarou y Keiji llevan diez años juntos pero mantener su relación entre Tokyo y Osaka, la responsabilidad de ser un adulto y el miedo a que el mundo descubra el Gran Secreto de la estrella del equ...