Capítulo 02: Un té caliente

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Lumine.

Mis pasos rechinaban por el agua que se escurría entre mis tacones y mi piel helada. El sonido de las ruedas de la maleta golpeando insistentemente contra las baldosas de piedra me hacía doler la cabeza. Se sentía como si la lluvia se convirtiera de repente en granizo y comenzara a abollarme la piel, parecido al efecto de las gotas en el agua calma. Tal vez esa era una buena forma de resumir mi noche: primero paz, calma y control. Mi psiquis en completa armonía. Después, el desastre. Una discusión, un viaje cancelado y dos bofetadas para nada gratuitas. Creí que Childe las tenía merecidas, aunque yo sabía de antemano que estaría en desacuerdo conmigo.

Me acerqué a la puerta, miré una última vez a mi alrededor y presioné el timbre de la casa un par de veces casi desesperadamente. Nadie contestó. No sé por qué esperaba que Yoimiya respondiera a la puerta a las dos de la mañana un viernes, si era obvio que ella no esperaba que apareciera en su casa mágicamente. Me di media vuelta y observé una flor de color azul en una maceta que decoraba el jardín. Instintivamente la pateé con odio porque me hizo recordar sus ojos cual océano sin brillo alguno, aunque luego me arrepentí y me incliné para levantarla y dejarla en su lugar. Ese no era mi jardín.

Poco a poco mi vista se nublaba y ya no podía siquiera enderezarme sobre mi lugar. Seguía lloviendo a cántaros y yo, una imbécil, había olvidado el paraguas en el taxi que me dejó a un par de calles. El agua caía desde mi cabeza y me quitaba poco a poco el maquillaje. Llegó un punto en el que lo único que hacía distinguir mis lágrimas de la lluvia era el delineador que dibujaba mis pesares a lo largo de mis mejillas. Se suponía que era maquillaje a prueba de agua, pero de nuevo había sido engañada.

El mango de la puerta comenzó a moverse tímidamente. Me puse alerta, y con ayuda de la maleta, volví a ponerme de pie. El frío ya estaba completamente dentro de mí provocando que mis piernas flaquearan. La puerta se abrió y vi los cabellos dorados de Yoimiya asomarse con cautela detrás de esta. Su presencia tan repentina me provocó un susto que caminó rápidamente por todo mi cuerpo. Al girar en su dirección, ella estaba mirándome con sus párpados cansados y un peluche de Jake el Perro bajo su brazo.

—Hola —dije. Ella rodó sus ojos de arriba a abajo para inspeccionarme: no habrá encontrado nada más que un vestido caro arruinado por el agua y el barro. Unos segundos más tarde, su expresión se fue deformando hasta verse realmente preocupada.

—¿Qué te pasó? —Su peluche cayó al suelo, pero no se levantó a recogerlo, ni siquiera a mirarlo; no me quitó los ojos de encima hasta que me digné a hablar.

—Necesito un lugar para dormir esta noche.

—Lumi, ¡Vas a resfriarte! —gritó. Parecía que sus ojos apenas habían notado el diluvio de esa noche. No podía esperar menos de una chica tan distraída como ella—. ¡Entra!

Tomó mi muñeca derecha con ambas manos y me atrajo hacia ella. Sentí el embriagante calor de su hogar atravesar mis huesos de a poco hasta llegar a los rincones más húmedos de mi vestido. Yoimiya me observó una última vez y, sin decirme nada, corrió en dirección hacia su baño. Aproveché que estaba parada sobre un tapete suave y me deshice de mis tacones altos siendo esa, probablemente, la decisión más sabía que había tomado esa noche. Los pequeños charcos de agua que se formaban a mi alrededor me hacían volver a esa estúpida fiesta. ¿Las aguas de Fontaine habrían sido igual o más heladas que las que caían de mi vestido? No sé, no tenía idea. De todas formas, ya no podría saberlo.

Al cabo de unos segundos en los que yo me había hundido en mis pensamientos, Yoimiya corrió hacia mí con unas toallas de colores y terminó por envolverme en ellas lo más rápido posible. No me dejó tiempo suficiente para decirle que podía hacerlo yo misma porque se dio la vuelta en busca del control remoto de su calefacción, supongo que con la intención de que yo no pescara ningún resfriado.

Después de Anoche | ChilumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora