Capítulo 06: Una Lumine fragmentada

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Lumine.

Mi corazón se detuvo cuando vi las dos rayitas en la prueba de embarazo la mañana de ayer. Creí que mi vida se acabaría ahí mismo y que ya no tenía ningún tipo de salvación. Luego de ese primer golpe a mi moral, pensé sobre mi situación durante horas: mientras me daba una ducha, mientras comía mis tres platos del día, mientras caminaba en silencio por toda la casa y especialmente mientras tenía mi mirada pegada al cielo raso a la hora de dormir. Se suponía que debía ir al trabajo esa misma mañana, pero había dormido tan poco y me sentía tan mal del estómago que seguí utilizando eso como excusa para desaparecer durante esos días. De todas formas, mi "rol" en ese lugar no era tan importante como realmente debería serlo. ¿Culpa? Ninguna. Cada mínima excusa que pudiera utilizar para huir de mi madre y de esa estúpida empresa siempre era bien recibida.

Al día siguiente de hacer el primer test de embarazo, me hice el segundo: exactamente la misma situación, pero el resultado, para mi alivio y mi sorpresa, fue totalmente diferente. Una sola rayita se dibujó en la prueba cuando me levanté del suelo pasados los cinco minutos que las instrucciones indicaban. Seguía sin descubrir qué demonios ocurría con mi cuerpo. Seguía sin obtener una respuesta clara y continuaba confundida por un sentimiento que ni siquiera yo misma supe descifrar. Por un lado, me aliviaba que el resultado de esa prueba fuera diferente; por el otro, me aterraba que esa no fuera la respuesta correcta.

Salí del baño con la prueba en mi mano y, en vez de arrojarla al suelo y patearla al igual que a la primera, la envolví en una servilleta y la guardé en un sitio donde Yoimiya no podría encontrarla: mi bolso. Al poco tiempo pensé en que era una estupidez conservarlo, pero lo necesitaba para recordar que aún debía liberarme de mis dudas realizando el último test que compré. Observé el reloj por más tiempo del que hubiera querido cuando cayó la tarde, a la espera de que Yoi volviera a casa. No tenía intenciones de confesar lo que me estaba pasando, pero necesitaba urgentemente dejar de pensar tanto en soledad, con Yoimiya podía hablar tonterías y ver películas chick flick sin la necesidad de tener que usar mi cerebro.

Escuché pasos acercándose a la puerta alrededor de las cinco de la tarde, pero nadie abrió la puerta. Yo seguí postrada en el suelo creyendo que se trataba de mi amiga y que pronto entraría a casa, sin embargo, el timbre me sacó de mis casillas.

—¿Quién es? —pregunté aún con mi cuerpo recostado en el suelo.

—¿Lumine? —reconocí su voz casi al instante—. Soy yo... Childe.

Me levanté del suelo y caminé hacia la puerta, pero ninguno de mis músculos siquiera se inmutó al llegar. Miré a un punto fijo de la madera oscura, como si aún me estuviera cuestionando la idea de siquiera abrir un centímetro de ella. No quería hacerlo, pero ahora tenía una obligación que me empujaba a tomar el mango y a pensármelo dos veces.

—¿Qué haces aquí?

—Necesito que hablemos —respondió.

—Tú y yo no tenemos nada que hablar.

—Lumine, estuve mucho tiempo intentando contactarte. Por favor, abre la puerta. —Cerré con fuerza mis ojos cuando sentí en mis manos la presión de la madera siendo empujada hacia mí. Supuse que estaba desesperado por el ritmo agitado de su voz. Miré el reloj del salón que marcaba las 17:21. En cualquier momento Yoimiya llegaría y no quería que la situación se tornara increíblemente incómoda... mucho menos darle explicaciones a alguno de los dos. Rogué en mi mente para que esta tontería terminara pronto, y abrí la puerta con la esperanza de que Childe no me mirara fijamente a los ojos. En vez de eso, apenas logré verlo, su cuerpo completo se abalanzó sobre mí. Me sostuvo con fuerza mientras sentía su respiración chocar en mi cabeza.

Después de Anoche | ChilumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora