Childe.
El timbre no paraba de sonar. Yo, aún adormecido por el suave tacto de una manta azul, seguí revolcándome en el sofá intentando encontrar el cojín que utilizaba de almohada. El timbre nunca se detuvo, pero mi mente sí. Estaba empezando a dolerme la cabeza del estruendoso sonido y la insistencia de la persona detrás de la puerta.
—¡No hay nadie! —grité sin hacer ni un movimiento más. Apenas estaba recuperando la consciencia cuando una voz a lo lejos comenzó a hablarme sin decoro.
—Childe, ábreme.
Reconocí esa voz al instante y sabía que sería sano para mí rechazarla sin tapujos sobre mi voz. Lastimosamente, Scaramouche siguió insistiendo y ese estúpido timbre siguió taladrando mi cabeza a más no poder. La solución era darle un golpe o dejarlo pasar.
Me levanté del sofá y busqué mi camiseta a mi alrededor. Recordé la noche anterior y todos mis movimientos previos uno por uno: me enfadé, maldije a todo mundo inexistente a mi alrededor, comí tres bolsas de snacks poco saludables mezclados con vodka y merodeé toda la noche intentando escribir una carta para Lumine. Los borradores fallidos estaban sobre la mesa ratona, sobre el sofá y sobre el suelo. Algunos estaban hechos un bollo. Otros, intactos. Con cada paso me acercaba más a la puerta y la respuesta que buscaba: todo lo que había hecho la noche anterior ocurrió sin que yo tuviera puesta una camiseta, así que dije "Al diablo con eso" en mi mente y fingí desinterés conmigo mismo.
Al final, abrí la puerta sin poder ver muy bien, mis ojos seguían nublados y ciertos mechones de cabello desordenado me molestaban. Scaramouche me miró de pies a cabeza, juzgando cada detalle de un yo que apenas despertaba. Sonrió de lado burlonamente.
—¿Dormiste algo?
—No. ¿Tú sí? —Me apoyé sobre el marco de la puerta. Mientras respondí, mis ojos se cerraban solos y mi cabello volvía a cubrirlos invasivamente. Scaramouche aprovechó mi distracción para pasar bajo mi brazo extendido y adentrarse en mi hogar. Me di la vuelta, cerré la puerta y le seguí el paso hasta la cocina.
—¿Tengo pinta de no haber dormido? —preguntó con ironía.
La verdad era que no. De alguna manera, a pesar de las circunstancias y de tanto trabajo, seguía luciendo esas ropas típicas de un adolescente atrapado en el cuerpo de un adulto joven. Detrás de su espalda, una mochila se aferraba a él; en sus manos, un pasaporte y su celular.
—Son las siete de la mañana... —respondí en modo de queja.
Scaramouche se sentía como en su casa sin necesidad de que yo se lo dijera, supuse que lo tenía mal acostumbrado a dejarlo ponerse cómodo cada vez que venía a jugar videojuegos a mi departamento. Me di cuenta de ese desliz porque me distraje un momento para ver el suelo y buscar mis pantuflas, y cuando levanté la vista, él ya estaba sacando una botella de leche y la caja de mis cereales favoritos de la alacena. Sacó un plato hondo y lo llenó de esos cereales de chocolate. Derramó el poco contenido que le quedaba a la botella de vidrio sobre ellos. Luego de eso, me hizo una señal con su mano para que me sentara en la barra de la cocina. Él se conformó tomando una manzana del bowl de frutas que estaba justo frente a mí.
No tenía hambre y no sentía la necesidad de llenarme el estómago tan temprano, pero Scaramouche me extendió una cuchara: debía hacerlo si no quería que se irritara a estas horribles horas de la mañana, y si él se irritaba, me vería obligado a romperle los dientes para que no lloriqueara amargamente. Suspiré con fuerza, y después de esperar un par de segundos en silencio, tomé la cuchara y la sumergí en la leche y el cereal y me llevé el bocado a la boca. Asquerosamente húmedo para todo el tiempo que tardé en decidir si comer o no.
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Después de Anoche | Chilumi
Hayran KurguAjax cambió drásticamente cuando recibió la oportunidad de cambiar su vida completamente: la CEO de Fatui Corp. le abrió las puertas de su empresa a un joven Ajax sediento de éxito y de ganas de aprender. Ahora "Childe" está despojado de su nombre r...