Capítulo 04: Una prueba positiva

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Lumine.

Cuando desperté por la mañana ya era oficial: se había cumplido una semana desde que me fui del departamento de Childe. "Agotadora", "ruidosa", "caótica" y "especialmente consoladora" eran los términos correctos para describir mi instancia en el acogedor hogar de Yoimiya. Mi estilo de vida era demasiado distinto al suyo: No me gustaba la música al máximo, comía temprano y me iba a la cama en un horario común y corriente, pero ella no. Cada noche tenía ideas distintas a las que intentó arrastrarme para ayudarme a salir de mi rutina y ayudarme a superar mi situación como aprender a tejer, jugar videojuegos en su computadora o ver películas animadas que yo nunca me había dado el lujo de apreciar antes.

Si bien no estaba acostumbrada a tanta espontaneidad y a cierto "desorden" físico y psicológico, al final fue necesario admitir que probar nuevos sabores de helado y escuchar música frenéticamente ruidosa me hacía olvidar mis desgracias por unas horas. Quizás era tanta la distracción que, en una noche de debilidad, dejé la carta que me escribió mi ex oculta bajo una alfombra, intentando olvidarme de ella con el paso de los días. Lo único malo de ese último tiempo era una enfermedad que me había agotado físicamente durante la mayoría de mañanas: empezó la primera noche en la que vine a parar con Yoimiya y continuó hasta ese mismo día.

Cuando desperté, otro hecho también era oficial: las hamburguesas de la noche anterior me destruyeron el estómago. Sin ponerme mis pantuflas y sin fijarme si Yoimiya seguía en su lugar de la cama, corrí al baño sobre el suelo helado y me encerré ahí durante diez largos minutos. Fue el instante más largo de mi vida con la cabeza dentro del retrete y mi cuerpo temblando del asco que sentía. No podía entender por qué la comida chatarra me estaba haciendo tan mal cuando yo era bastante propensa a tener esos deslices en mi dieta: Ni siquiera tenía derecho a llamarlo "un desliz", las malditas hamburguesas eran parte de mi dieta cada tanto.

Luego de esos diez minutos sosteniendo mi cabeza para que no caiga dentro de la taza, Yoimiya tocó la puerta del baño con timidez.

—¿Te sientes mejor, Lumi? —preguntó en voz alta. No le respondí al instante. Una arcada me hizo contraer mi garganta, amenazando con dejar que toda esa porquería saliera de mi cuerpo otra vez. Una lágrima bajó por mi mejilla por la presión que hacía mi cuerpo por escupir todo ese malestar tan apresuradamente.

—No. —Fue una respuesta tajante y rápida. Una única palabra que salió de mi boca entre las arcadas que me quitaban el aliento. Volví a encapsular mi cabeza en la taza y dejé caer todo lo que intentaba salir de mi cuerpo impulsivamente. Era asqueroso, completamente asqueroso al punto de querer morirme.

—¿No quieres que llame a un doctor o te lleve al hospital? —preguntó Yoi con ese tono de voz preocupado.

—Tranquila... Me cayeron mal tantas hamburguesas. —En realidad, a ese punto de mi vómito comenzaba a creer que era algo más lo que me estaba afectando. No me pasaba seguido, pero siempre que un mínimo síntoma de malestar en mi cuerpo aparecía, mi cabeza no paraba de inventar millones de historias de por qué ese pequeño dolor de cabeza o ese diminuto dolor de espalda eran algo mortal. Para la sorpresa de nadie, mis paranoias siempre terminaban con el mismo resultado: nada más que simples malestares causados por unas tonterías. No veía la razón porque esto no fuera más que una intoxicación.

—¿Quieres que me quede contigo hoy? —volvió a hablar desde el otro lado. Se escuchaba lo suficientemente cerca de la puerta, casi como si hubiera pegado la cara a la madera. Yo no me moví de mi lugar. Removí las lágrimas de mis ojos con mis nudillos e intenté respirar profundo para hilar una respuesta.

—Yoi, no te preocupes por mí. Ve a trabajar. Yo estaré bien.

Se escucharon un par de pasos detrás de la puerta, unos segundos de silencio y un suspiro largo. Mi respuesta no le había gustado en lo absoluto, ya la conocía.

Después de Anoche | ChilumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora