Capítulo 09: Una taza de café

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Childe.

Desde que esa enorme cama en mi habitación solo era ocupada por una persona, mis horas de sueño se hicieron cada vez más cortas, mis jornadas de trabajo más largas y mis días más aburridos. Todo parecía estar al revés en mi vida: dormir ya no tenía espacio en mi calendario; cada noche era una lucha eterna conmigo mismo para quitarme ideas de la cabeza que jamás cesaban. Esa idiota que alguna vez fue mi novia seguía dándome problemas que pensar durante las madrugadas. Catorce días después de la fiesta y seis días desde que nos separamos, Lumine merodeaba por los rincones de mi psiquis sin pedir permiso, haciéndome cuestionar hasta el más mínimo paso hacia adelante que di al intentar olvidarla.

Cinco días en los que llevo sosteniendo una mentira, diciéndole a mi madre por mensaje de texto que todo está bien y que la llamaré pronto; trece días harto de Scaramouche, quien no para de recordarme que soy un idiota por ser tan indeciso; cinco días que llevo procesando las palabras de Zarina, otra persona que me recomendó seguir adelante y concentrarme en mis cosas.

Al final del día terminaba con un cansancio muy diferente al que estaba acostumbrado a padecer antes de que todo esto pasara. Cuando regresaba al apartamento, me lanzaba al sofá donde Lumine siempre estaba poniendo atención a uno de sus hobbies: a veces tenía un lienzo frente a ella y pintaba varios trazos que mi pobre mente no entendía a simple vista. Otras veces, un libro o revista entre sus manos. Sea lo que sea que ella hiciera, siempre dejaba una mano libre que usaba para acariciar mi cabello y despeinarlo cuando yo apoyaba mi cabeza en su regazo. Era dulce y atenta, cuidadosa, brillante como el sol que se asomaba por la ventana en las mañanas.

No me había dado cuenta de que, un día, ella simplemente dejó de hacerlo. La encontraba durmiendo, encerrada en su habitación, caminando por la casa con sus audífonos al cien por ciento de su volumen o scrolleando en su celular. Parecía más amargada que de costumbre, pero se lo adjudiqué a los problemas con su madre; lucía más cansada de lo normal, pero imaginé que era porque le gustaba desvelarse; su melosidad poco a poco desaparecía, y aun así seguí creyendo que eso no tenía nada que ver conmigo.

Había sido un pobre idiota sin haberme dado cuenta todo este tiempo.

13:15 horas. Los pasillos del piso once estaban casi desiertos; la hora del almuerzo, en auge. Seguía siendo el único estúpido que prefería alimentar su adicción al café antes que comer algo decente, así que caminé solo por el pasillo en dirección a la cocina compartida para servirme una taza caliente de expreso y continuar con mi trabajo. Por alguna razón, aún escuchaba risas femeninas detrás de mí. «Creí que ya se habían ido todos a almorzar», me dije a mí mismo al escuchar las voces de un par de muchachas acercarse a mi dirección. Hice oídos sordos y seguí caminando hacia adelante, acercándome a la puerta de la cocina hasta tocar el picaporte. Al entrar y encerrarme en ese reducido espacio, solté un largo suspiro y me despeiné el cabello instintivamente. La luz que entraba por la ventana era más que suficiente, por lo que me dediqué a preparar ese condenado café de una vez.

Tomé asiento en la pequeña mesa frente a la encimera y vi caer el chorro dentro de la taza genérica que encontré dentro de la alacena. Los minutos se me hicieron eternos, solo observando atentamente el café que se vertía por su cuenta. Hacía días que mi mente no se encontraba en orden, ni siquiera cuando volcaba todo mi empeño en trabajar y solamente en trabajar. Era lo que siempre me funcionaba cuando necesitaba mantenerme ocupado, distraído o simplemente me urgía olvidar ciertos detalles de mi día a día. Aunque, últimamente, el trabajo siempre me dirigía a Zarina, y Zarina, de vuelta a los problemas que rodeaban mi rutina.

Sus palabras, consejos y alientos quedaron tallados en mi cabeza y estos volvían a mí siempre que me quedaba en silencio. La última vez que tuve una conversación "profunda" con ella, terminé concluyendo con ese ciclo de autodesprecio e hice un enorme esfuerzo por dejar ir los recuerdos de esa acalorada pelea con Lumine... al menos por uno o dos días, hasta que el ciclo volvió a su curso habitual de incertidumbre. Yo le creía a Zarina, le creía a Scaramouche y a cualquier persona con un poco más de experiencia en relaciones que yo. Genuinamente les creía. Pasé varias madrugadas meditando mis decisiones, mis palabras en esa pelea, sus consejos y cientos de factores que solo Lumine y yo conocíamos y todo parecía encajar: ¿Qué clase de futuro podríamos tener nosotros cuando evidentemente ya no compartíamos las mismas cosas? ¡Y más cuando ella no quería gastar sus energías en afrontar la situación! ¿Qué era lo que me detenía a dar un paso adelante? ¡¿Por qué demonios seguía buscando excusas?!

Después de Anoche | ChilumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora