66. entre monstruos y bestias

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Edward perdió el habla.

Perdió la vida.

Volvieron a Hilltop, y Ed se negó a ir a la enfermería para tratar sus heridas. No lo expreso con palabras, solo se quedó de pie en el memorial, hasta que todos sepultaron a sus muertos como correspondía.

Daryl se había encargado de cerrar los ojos de Enid, y de todos los demás.

Hasta que William llego a él sosteniendo una caja.

Lo enfermaba lo pequeña que era, le enfermaba que eso fuese lo único que permaneciera de Enid...

Ambos la cubrieron de tierra y flores, todos trataban de encontrar consuelo en las palabras, decir algo para recordar a los que habían perdido.

Pero William no podía, todo lo que salía de su boca eran gritos.

Y Edward no hablaba.

Pasaron tres días en completo silencio, hasta que su padre toco la puerta de la habitación que ambos compartían.

Salió sin hacer ruido.

—¿Cómo estás?

Will vio sobre sus brazos las marcas que sus uñas habían dejado, se obligó a levantar la vista.

Lo que su padre vio debió ser respuesta suficiente, porque soltó un suspiro y lo abrazo.

—¿Ha querido comer algo?

No.

Edward estaba por cumplir tres días tendido en aquella cama, sin levantarse, sin comer y sin dormir, aferrado a una hoja de papel que se negaba a mostrarle a Will.

Pero estaba tan llena de color y vida, que sabia que era, y a quien pertenecía.

No quería hablar de su esposo con nadie, ni siquiera con su padre, por lo que, con la voz rasposa a causa de su silencio, contesto a la primera pregunta.

—No me quedan más lágrimas.

Su padre le puso una mano en el hombro.

—Tengo tu espalda, hijo.

Tragar le dolió.

Daryl dio un paso atrás, y le ofreció un vaso con agua que solo bebió porque no le quitaría la vista de encima hasta que lo hiciera.

—Si sigue sin comer... Habrá que administrarle suero.

Dejo salir un suspiro mientras asentía.

—Lo se, papa.

—¿Te ha... dicho algo?

Negó con la cabeza.

—Se que es duro... pero no están solos Will y cuando ambos estén listos, los ayudaremos a enfrentar esto.

Y entonces su padre hizo algo inesperado.

Le dio un beso en la sien.

Se alejo antes de que pudiera pensar en algo que decirle.

La oscuridad de la habitación se lo trago.

Se quedo un momento en la puerta, viendo hacia los ventanales que eran su única fuente de luz.

El invierno llego.

Y Will pensó entonces, en que siempre era el maldito invierno.

Dejo la bandeja de comida en la mesita, y se dedicó a mirar por la ventana porque la alternativa lo dejaba helado.

—Me dejo vivir, cuando desperté y supe... me dejo vivir.

Se aferro al marco del ventanal, no se atrevía a moverse, a respirar, un paso en falso y lo callaría para siempre.

SAVED BY A STRANGERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora