CAPÍTULO IX

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Jimin pasó la mayor parte de la noche en la habitación de su hermano, y por la mañana tuvo el placer de poder enviar una respuesta satisfactoria a las múltiples preguntas que ya muy temprano venía recibiendo, a través de una sirvienta de Kim; y también a las que más tarde recibía de las dos elegantes damas de compañía de las hermanas. A pesar de la mejoría, Jimin pidió que se mandase una nota a Longbourn, pues quería que su madre viniese a visitar a Jin para que ella misma juzgase la situación. La nota fue despachada inmediatamente y la respuesta a su contenido fue cumplimentada con la misma rapidez. La señora Park, acompañada de sus dos hijos menores, llegó a Netherfield poco después del desayuno de la familia.

Si hubiese encontrado a Jin en peligro aparente, la señora Park se habría disgustado mucho; pero quedándose satisfecha al ver que la enfermedad no era alarmante, no tenía ningún deseo de que se recobrase pronto, ya que su cura significaría marcharse de Netherfield. Por este motivo se negó a atender la petición de su hijo de que se lo llevase a casa, cosa que el médico, que había llegado casi al mismo tiempo, tampoco juzgó prudente. Después de estar sentados un rato con Jin, apareció la señorita Kim y los invitó a pasar al comedor. La madre y los tres hijos la siguieron. Kim las recibió y les preguntó por Jin con la esperanza de que la señora Park no hubiese encontrado a su hijo peor de lo que esperaba.

—Pues verdaderamente, lo he encontrado muy mal —respondió la señora Park—. Tan mal que no es posible llevarla a casa. El doctor Cha Eunwoo dice que no debemos pensar en trasladarlo. Tendremos que abusar un poco más de su amabilidad.

—¡Trasladarlo! —exclamó Kim—. ¡Ni pensarlo! Estoy seguro de que mi hermana también se opondrá a que se vaya a casa.

—Puede usted confiar, señora —repuso la señorita Kim con fría cortesía —, en que a él joven Park no le ha de faltar nada mientras esté con nosotros.

—Estoy segura —añadió— de que, a no ser por tan buenos amigos, no sé qué habría sido de él, porque está muy enfermo y sufre mucho; aunque eso sí, con la mayor paciencia del mundo, como hace siempre, porque tiene el carácter más dulce que conozco. Muchas veces les digo a mis otros hijos que no valen nada a su lado. ¡Qué bonita habitación es ésta, señor Kim, y qué encantadora vista tiene a los senderos de jardín! Nunca he visto un lugar en todo el país comparable a Netherfield. Espero que no pensará dejarlo repentinamente, aunque lo haya alquilado por poco tiempo.

—Yo todo lo hago repentinamente —respondió Kim—. Así que, si decidiese dejar Netherfield, probablemente me iría en cinco minutos. Pero, por ahora, me encuentro bien aquí.

—Eso es exactamente lo que yo me esperaba de usted —dijo Jimin.

—Empieza usted a comprenderme, ¿no es así? —exclamó Kim volviéndose hacia él.

—¡Oh, sí! Le comprendo perfectamente.

—Desearía tomarlo como un cumplido; pero me temo que el que se me conozca fácilmente es lamentable.

—Es como es. Ello no significa necesariamente que un carácter profundo y complejo sea más o menos estimable que el suyo.

—Minnie —exclamó su madre—, recuerda dónde estás y deja de comportarte con esa conducta intolerable a la que nos tienes acostumbrados en casa.

—No sabía que se dedicase usted a estudiar el carácter de las personas — prosiguió Kim inmediatamente—. Debe ser un estudio apasionante.

—Sí; y los caracteres complejos son los más apasionantes de todos. Por lo menos, tienen esa ventaja.

—El campo —dijo Min— no puede proporcionar muchos sujetos para tal estudio. En un pueblo se mueve uno en una sociedad invariable y muy limitada.

—Pero la gente cambia tanto, que siempre hay en ellos algo nuevo que observar.

Orgullo Y Prejuicio (YM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora