🌌🌟4/5🌟🌌
La carta de la señorita Kim llegó, y puso fin a todas las dudas. La primera frase ya comunicaba que todos se habían establecido en Londres para pasar el invierno, y al final expresaba el pesar del hermano por no haber tenido tiempo, antes de abandonar el campo, de pasar a presentar sus respetos a sus amigos de Hertfordshire.
No había esperanza, se había desvanecido por completo. Jin siguió leyendo, pero encontró pocas cosas, aparte de las expresiones de afecto de su autora, que pudieran servirle de alivio. El resto de la carta estaba casi por entero dedicado a elogiar a la señorita Min. Insistía de nuevo sobre sus múltiples atractivos, y Namsoon presumía muy contenta de su creciente intimidad con ella, aventurándose a predecir el cumplimiento de los deseos que ya manifestaba en la primera carta. También le contaba con regocijo que su hermano era íntimo de la familia Min, y mencionaba con entusiasmo ciertos planes de este último, relativos al nuevo mobiliario.
Jimin, a quien Jin comunicó en seguida lo más importante de aquellas noticias, lo escuchó en silencio y muy indignado. Su corazón fluctuaba entre la preocupación por su hermano y el odio a todos los demás. No daba crédito a la afirmación de Namsoon de que su hermano estaba interesado por la señorita Min. No dudaba, como no lo había dudado jamás, que Kim estaba enamorado de Jin; pero Jimin, que siempre le tuvo tanta simpatía, no pudo pensar sin rabia, e incluso sin desprecio, en aquella debilidad de carácter y en su falta de decisión, que le hacían esclavo de sus intrigantes amigos y le arrastraban a sacrificar su propia felicidad al capricho de los deseos de aquellos. Si no sacrificase más que su felicidad, podría jugar con ella como se le antojase; pero se trataba también de la felicidad de Jin, y pensaba que él debería tenerlo en cuenta. En fin, era una de esas cosas con las que es inútil romperse la cabeza.
Jimin no podía pensar en otra cosa; y tanto si el interés de Kim había muerto realmente, como si había sido obstaculizado por la intromisión de sus amigos; tanto si Kim sabía del afecto de Jin, como si le había pasado inadvertido; en cualquiera de los casos, y aunque la opinión de Jimin sobre Kim pudiese variar según las diferencias, la situación de Jin seguía siendo la misma y su paz se había perturbado.
Un día o dos transcurrieron antes de que Jin tuviese el valor de confesar sus sentimientos a su hermano; pero, al fin, en un momento en que la señora Park los dejó solos después de haberse irritado más que de costumbre con el tema de Netherfield y su dueño, el joven no lo pudo resistir y exclamó:
—¡Si mi querida madre tuviese más dominio de sí misma! No puede hacerse idea de lo que me duelen sus continuos comentarios sobre el señor Kim. Pero no me pondré triste. No puede durar mucho. Lo olvidaré y todos volveremos a ser como antes.
Jimin, solícito e incrédulo, miró a su hermano, pero no dijo nada.
—¿Lo dudas? —preguntó Jin ligeramente ruborizado—. No tienes motivos. Le recordaré siempre como el mejor hombre que he conocido, eso es todo.
Nada tengo que esperar ni que temer, y nada tengo que reprocharle. Gracias a Dios, no me queda esa pena. Así es que, dentro de poco tiempo, estaré mucho mejor.
Con voz más fuerte añadió después:
—Tengo el consuelo de pensar que no ha sido más que un error de la imaginación por mi parte y que no ha perjudicado a nadie más que a mí mismo.
—¡Querido Jin! —exclamó Jimin—. Eres demasiado bueno. Tu dulzura y tu desinterés son verdaderamente angelicales. No sé qué decirte. Me siento como si nunca te hubiese hecho justicia, o como si no te hubiese querido todo lo que mereces.
Jin negó vehementemente que tuviese algún mérito extraordinario y rechazó los elogios de su hermano que eran sólo producto de su gran afecto.
—No —dijo Jimin—, eso no está bien. Todo el mundo te parece respetable y te ofendes si yo hablo mal de alguien. Tú eres el único a quien encuentro perfecto y tampoco quieres que te lo diga. No temas que me exceda apropiándome de tu privilegio de bondad universal. No hay peligro. A poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto. Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano, y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia. Últimamente he tenido dos ejemplos: uno que no quiero mencionar, y el otro, la boda de Baekhyun. ¡Es increíble! ¡Lo mires como lo mires, es increíble!
—Querido Minnie, no debes tener esos sentimientos, acabarán con tu felicidad. No tienes en consideración las diferentes situaciones y la forma de ser de las personas. Ten en cuenta la respetabilidad del señor Chanyeol Park y el carácter firme y prudente de Baekhyun. Recuerda que pertenece a una familia numerosa, y en lo que se refiere a la fortuna, es una boda muy deseable, debes creer, por el amor de Dios, que puede que sienta cierto afecto y estima por nuestro primo.
—Por complacerte, trataría de creer lo que dices, pero nadie saldría beneficiado, porque si sospechase que Baekhyun siente algún interés por el señor Chanyeol Park, tendría peor opinión de su inteligencia de la que ahora tengo de su corazón. Querido Jin, el señor Chanyeol Park es un hombre engreído, pedante, cerril y mentecato; lo sabes tan bien como yo; y como yo también debes saber que la mujer o ente caso hombre que se case con él no puede estar en su sano juicio. No lo defiendas porque sea Baekhyun Byun. Por una persona en concreto no debes trastocar el significado de principio y de integridad, ni intentar convencerte a ti mismo o a mí, de que el egoísmo es prudencia o de que la insensibilidad ante el peligro es un seguro de felicidad.
—Hablas de los dos con demasiada dureza —repuso Jin—, y espero que lo admitirás cuando veas que son felices juntos. Pero dejemos esto. Hiciste alusión a otra cosa. Mencionaste dos ejemplos. Ya sé de qué se trata, pero te ruego, querido Minnie, que no me hagas sufrir culpando a esa persona y diciendo que has perdido la buena opinión que tenías de él. No debemos estar tan predispuestos a imaginarnos que nos han herido intencionadamente. No podemos esperar que un hombre joven y tan vital sea siempre tan circunspecto y comedido. A menudo lo que nos engaña es únicamente nuestra propia vanidad. Las mujeres y los donceles nos creemos que la admiración significa más de lo que es en realidad.
—Y los hombres se cuidan bien de que así sea.
—Si lo hacen premeditadamente, no tienen justificación; pero me parece que no hay tanta premeditación en el mundo como mucha gente se figura.
—No pretendo atribuir a la premeditación la conducta del señor Kim; pero sin querer obrar mal o hacer sufrir a los demás, se pueden cometer errores y hacer mucho daño. De eso se encargan la inconsciencia, la falta de atención a los sentimientos de otras personas y la falta de decisión.
—¿Achacas lo ocurrido a algo de eso?
—Sí, a lo último. Pero si sigo hablando, te disgustaré diciendo lo que pienso de personas que tú estimas. Vale más que procures que me calle.
¿Persistes en suponer, pues, que las hermanas influyen en él?
—Sí, junto con su amigo.
—No lo puedo creer. ¿Por qué iba a hacerlo? Sólo pueden desear su felicidad; y si él me quiere a mí, ninguna otro doncel o mujer podrá proporcionársela.
Tu primera suposición es falsa. Pueden desear muchas cosas además de su felicidad; pueden desear que aumente su riqueza, con lo que ello trae consigo; pueden desear que se case con una o un joven que tenga toda la importancia que da el dinero, las grandes familias y el orgullo.
—O sea que desean que elija a la señorita Min —replicó Jin—; pero quizá les muevan mejores intenciones de las que crees. La han tratado mucho más que a mí, es lógico que la quieran más. Pero cualesquiera que sean sus deseos, es muy poco probable que se hayan opuesto a los de su hermano. ¿Qué hermana se creería con derecho a hacerlo, a no ser que hubiese algo muy grave que objetar? Si hubiesen visto que se interesaba mucho por mí, no habrían procurado separarnos; y si él estuviese efectivamente tan interesado, todos sus esfuerzos serían inútiles. Al suponer que me quiere, sólo consigues atribuir un mal comportamiento y una actitud errónea a todo el mundo y hacerme a mí sufrir más todavía. No me avergüenzo de haberme equivocado y si me avergonzara, mi sufrimiento no sería nada en comparación con el dolor que me causaría pensar mal de Kim o de sus hermanas. Déjame interpretarlo del mejor modo posible, del modo que lo haga más explicable.
Jimin no podía oponerse a tales deseos; y desde entonces el nombre de Kim pocas veces se volvió a pronunciar entre ellas.
La señora Park seguía aún extrañada y murmurando al ver que Kim no regresaba; y aunque no pasaba día sin que Jimin le hiciese ver claramente lo que sucedía, no parecía que la madre dejase de extrañarse. Su hijo intentaba convencerla de lo que el mismo no creía, diciéndole que las atenciones de Kim para con Jin habían sido efecto de un capricho corriente y pasajero que cesó al dejar de verlo; pero, aunque la señora Park no vacilaba en admitir esa posibilidad, no podía dejar de repetir todos los días la misma historia. Lo único que la consolaba era que Kim tenía que volver en verano.
El señor Park veía la cosa de muy distinta manera.
De modo, Minnie —le dijo un día—, que tu hermano ha tenido un fracaso amoroso. Le doy la enhorabuena. Antes de casarse, está bien que un chico tenga algún fracaso; así se tiene algo en qué pensar, y le da cierta distinción entre sus amistades. ¿Y a ti, cuándo te toca? No te gustaría ser menos que Jin.
Aprovéchate ahora. Hay en Meryton bastantes oficiales como para engañar a todos los y las jóvenes de la comarca. Elige a Jeon. Es un tipo agradable, y es seguro que te dará calabazas.
—Gracias, papá, pero me conformaría con un hombre menos agradable. No todos podemos esperar tener tan buena suerte como Jin.
—Es verdad —dijo el señor Park—, pero es un consuelo pensar que, suceda lo que suceda, tienes una madre cariñosa que siempre te ayudará.
La compañía de Jeon era de gran utilidad para disipar la tristeza que los últimos y desdichados sucesos habían producido a varios miembros de la familia de Longbourn. Le veían a menudo, y a sus otras virtudes unió en aquella ocasión la de una franqueza absoluta. Todo lo que Jimin había oído, sus quejas contra Min y los agravios que le había inferido, pasaron a ser del dominio público; todo el mundo se complacía en recordar lo antipático que siempre había sido Min, aun antes de saber nada de todo aquello.
Jin era el único capaz de suponer que hubiese en este caso alguna circunstancia atenuante desconocida por los vecinos de Hertfordshire. Su dulce e invariable candor reclamaba indulgencia constantemente y proponía la posibilidad de una equivocación; pero todo el mundo tenía a Min por el peor de los hombres.
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Orgullo Y Prejuicio (YM)
FanfictionDe la tan calmada y reconocida novela de Jane Austen llega a Wattpad la adaptación al yoonmin ORGULLO Y PREJUICIO (YM) La aparición en Longbourn, un pueblo de la campiña inglesa, de Namjoon Kim , joven, soltero y rico, despierta las ambiciones de l...