CAPÍTULO XXXVII

3 1 0
                                    

Ambos caballeros abandonaron Rosings a la mañana siguiente. Chanyeol Park estuvo a la espera cerca de los templetes de la entrada para darles el saludo de despedida, y llevó a casa la grata noticia de que parecían estar bien y con ánimo pasable como era de esperar después de la melancólica escena que debió de haber tenido un lugar en Rosings. Chanyeol Park voló, pues, a Rosings para consolar a lady Jieun y a su hija, y al volver trajo con gran satisfacción un mensaje de Su Señoría que se hallaba muy triste y deseaba que todos fuesen a comer con ella.
Jimin no pudo ver a lady Jieun sin recordar que, si hubiera querido, habría sido presentada a ella como su futuro sobrino; ni tampoco podía pensar, sin sonreír, en lo que se habría indignado. ¿Qué habría dicho? ¿Qué habría hecho? Le hacía gracia preguntarse todas estas cosas.
De lo primero que se habló fue de la merma sufrida en las tertulias de Rosings.
—Les aseguro que lo siento mucho —dijo lady Jieun—; creo que nadie lamenta tanto como yo la pérdida de los amigos. Pero, además, ¡quiero tanto a esos muchachos y ellos me quieren tanto a mí! Estaban tristísimos al marcharse, como siempre que nos separamos. El coronel se mantuvo firme hasta el final, pero la pena de Min era mucho más aguda, más que el año pasado, a mi juicio. No dudo que su cariño por Rosings va en aumento.
Chanyeol Park tuvo un cumplido y una alusión al asunto, que madre e hija acogieron con una amable sonrisa. Después de la comida lady Jieun observó que el joven Park parecía estar bajo de ánimo. Al punto se lo explicó a su manera suponiendo que no le seducía la idea de volver tan pronto a casa de sus padres, y le dijo:
—Si es así, escriba usted a su madre para que le permita quedarse un poco más. Estoy segura de que el señor Baekhyun Park se alegrará de tenerlo a su lado.
—Agradezco mucho a Su Señoría tan amable invitación —repuso Jimin —, pero no puedo aceptarla. Tengo que estar en Londres el próximo sábado.
—¡Cómo! Entonces no habrá estado usted aquí más que seis semanas. Yo esperaba que estaría dos meses; así se lo dije a él señor Baekhyun Park antes de que usted llegara. No hay motivo para que se vaya tan pronto. La señora Park no tendrá inconveniente en prescindir de usted otra quincena.
—Pero mi padre, sí; me escribió la semana pasada pidiéndome que volviese pronto.
—Si su madre puede pasar sin usted, su padre también podrá. Los hijos nunca son tan necesarios para los padres como para las madres. Y si quisiera usted pasar aquí otro mes, podría llevarlo a Londres, porque he de ir a primeros de junio a pasar una semana; y como a Danson no le importará viajar en el pescante, quedará sitio para uno de ustedes, y si el tiempo fuese fresco, no me opondría a llevarlos a los dos, ya que ninguno de ustedes es grueso.
Es usted muy amable, señora; pero creo que no tendremos más remedio que hacer lo que habíamos pensado en un principio.
Lady Jieun pareció resignarse.
—Señor Baekhyun Park siempre digo lo que siento, y no puedo soportar la idea de que dos muchachos viajen solos en la diligencia. No está bien. Busque usted la manera de que alguien los acompañe. No hay nada que me desagrade tanto como eso. Los jóvenes donceles tienen que ser siempre guardados y atendidos según su posición. Cuando mi sobrina Yoonji fue a Ramsgate el verano pasado, insistí en que fueran con ellas dos criados varones; de otro modo, sería impropio de la señorita Min, la hija del señor Min de Pemberley y de lady Jiwoo Choi Min. Pongo mucho cuidado en estas cosas. Mande usted a John con los muchachos, señor Baekhyun Park. Me alegro de que se me haya ocurrido, pues sería deshonroso para usted enviarlos solos.
—Mi tío nos mandará un criado.
—¡Ah! ¡Un tío de ustedes! ¿Conque tiene criado? Celebro que tengan a alguien que piense en estas cosas. ¿Dónde cambiarán los caballos? ¡Oh! En Bromley, desde luego. Si cita mi nombre en «La Campana» lo atenderán muy bien.
Lady Jieun tenía otras muchas preguntas que hacer sobre el viaje y como no todas las contestaba el, Jimin tuvo que prestarle atención; fue una suerte, pues de otro modo, con lo ocupada que tenía la cabeza, habría llegado a olvidar en dónde estaba. Tenía que reservar sus meditaciones para sus horas de soledad; cuando estaba solo se entregaba a ellas como su mayor alivio; no pasaba un día sin que fuese a dar un paseo para poder sumirse en la delicia de sus desagradables recuerdos.
Ya casi sabía de memoria la carta de Min. Estudiaba sus frases una por una, y los sentimientos hacia su autor eran a veces sumamente encontrados. Al fijarse en el tono en que se dirigía a él, se llenaba de indignación, pero cuando consideraba con cuánta injusticia le había condenado y vituperado, volvía su ira contra sí mismo y se compadecía del desengaño de Min. Su amor por el excitaba su gratitud, y su modo de ser en general, su respeto; pero no podía aceptarlo y ni por un momento se arrepintió de haberle rechazado ni experimentó el menor deseo de volver a verle. El modo en que él se había comportado lo llenaba de vergüenza y de pesar constantemente, y los desdichados defectos de su familia le causaban una desazón horrible. No tenían remedio. Su padre se limitaba a burlarse de sus hermanos menores, pero nunca intentaba contener su impetuoso desenfreno; y su madre, cuyos modales estaban tan lejos de toda corrección, era completamente insensible al peligro. Jimin se había puesto muchas veces de acuerdo con Jin para reprimir la imprudencia de Hoseok y Taehyung, pero mientras los apoyase la indulgencia de su madre, ¿qué esperanzas había de que se corrigiesen? Hoseok, de carácter débil e irritable y absolutamente sometido a la dirección de Taehyung, se había sublevado siempre contra sus advertencias; y Taehyung, caprichoso y desenfadado, no les hacía el menor caso. Los dos eran ignorantes, perezosos y vanos. Mientras quedara un oficial en Meryton, coquetearían con él, y mientras Meryton estuviese a tan poca distancia de Longbourn nada podía impedir que siguieran yendo allí toda su vida.
La ansiedad por la suerte de Jin era otra de sus preocupaciones predominantes. La explicación de Min, al restablecer a Kim en el buen concepto que de él tenía previamente, le hacía darse mejor cuenta de lo que Jin había perdido. El cariño de Kim era sincero y su conducta había sido intachable si se exceptuaba la ciega confianza en su amigo. ¡Qué triste, pues, era pensar que Jin se había visto privado de una posición tan deseable en todos los sentidos, tan llena de ventajas y tan prometedora en dichas, por la insensatez y la falta de decoro de su propia familia!
Cuando a todo esto se añadía el descubrimiento de la verdadera personalidad de Jeon, se comprendía fácilmente que el espíritu jovial de Jimin, que raras veces se había sentido deprimido, hubiese decaído ahora de tal modo que casi se le hacía imposible aparentar un poco de alegría.
Las invitaciones a Rosings fueron tan frecuentes durante la última semana de su estancia en Hunsford, como al principio. La última velada la pasaron allí, y Su Señoría volvió a hacer minuciosas preguntas sobre los detalles del viaje, les dio instrucciones sobre el mejor modo de arreglar los baúles, e insistió tanto en la necesidad de colocar los vestidos del único modo que tenía por bueno, que cuando volvieron a la casa, María se creyó obligada a deshacer todo su trabajo de la mañana y tuvo que hacer de nuevo el equipaje.
Cuando se fueron, lady Jieun se dignó desearles feliz viaje y les invitó a volver a Hunsford el año entrante. La señorita de Lee llevó su esfuerzo hasta la cortesía de tenderles la mano a los dos.
-----------------------------♡------------------------------
🌌4/?

Orgullo Y Prejuicio (YM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora