CAPÍTULO XXXIX

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En la segunda semana de mayo, los dos muchachos y la joven Byun partieron juntos de Gracechurch Street, en dirección a la ciudad de X, en Hertfordshire. Al llegar cerca de la posada en donde tenía que esperarlos el coche del señor Park, vieron en seguida, como una prueba de la puntualidad de cochero, a Hoseok y a Taehyung que estaban al acecho en el comedor del piso superior. Habían pasado casi una hora en el lugar felizmente ocupados en visitar la sombrerería de enfrente, en contemplar al centinela de guardia y en aliñar una ensalada de pepino.
Después de dar la bienvenida a sus hermanos les mostraron triunfalmente una mesa dispuesta con todo el fiambre que puede hallarse normalmente en la despensa de una posada y exclamaron:
—¿No es estupendo? ¿No es una sorpresa agradable?
—Queremos convidaros a todos —añadió Taehyung—; pero tendréis que prestarnos el dinero, porque acabamos de gastar el nuestro en la tienda de ahí fuera.
Y, enseñando sus compras, agregó:
—Mirad qué sombrero me he comprado. No creo que sea muy bonito, pero pensé que lo mismo daba comprarlo que no; lo desharé en cuanto lleguemos a casa y veré si puedo mejorarlo algo.
Los hermanos lo encontraron feísimo, pero Taehyung, sin darle importancia, respondió:
—Pues en la tienda había dos o tres mucho más feos. Y cuando compre un raso de un color más bonito, lo arreglaré y creo que no quedará mal del todo. Además, poco importa lo que llevemos este verano, porque la guarnición del condado se va de Meryton dentro de quince días.
—¿Sí, de veras? —exclamó Jimin satisfechísimo.
—Van a acampar cerca de Brighton. A ver si papá nos lleva allí este verano. Sería un plan estupendo y costaría muy poco. A mamá le apetece ir más que ninguna otra cosa. ¡Imaginad, si no, qué triste verano nos espera!
«Sí —pensó Jimin—, sería un plan realmente estupendo y muy propio para nosotros. No nos faltaría más que eso. Brighton y todo un campamento de soldados, con lo trastornados que ya nos han dejado un mísero regimiento y los bailes mensuales de Meryton.»
—Tengo que daros algunas noticias —dijo Taehyung cuando se sentaron a la mesa—. ¿Qué creéis? Es lo más sensacional que podáis imaginaros; una nueva importantísima acerca de cierta persona que a todos nos gusta.
Jin y Jimin se miraron y dijeron al criado que ya no lo necesitaban. Taehyung se rió y dijo:
—¡Ah!, eso revela vuestra formalidad y discreción. ¿Creéis que el criado iba
a escuchar? ¡Cómo si le importase! Apostaría a que oye a menudo cosas mucho peores que las que voy a contaros. Pero es un tipo muy feo; me alegro de que se haya ido; nunca he visto una barbilla tan larga. Bien, ahora vamos a las noticias; se refieren a nuestro querido Jeon; son demasiado buenas para el criado, ¿verdad? No hay peligro de que Jeon se case con Taemin King. Nos lo reservamos. Taemin King se ha marchado a Liverpool, a casa de su tía, y no volverá. ¡Jeon está a salvo!
—Y Taemin King está a salvo también —añadió Jimin—, a salvo de una boda imprudente para su felicidad.
—Pues es bien tonto yéndose, si le quiere.
—Pero supongo que no habría mucho amor entre ellos —dijo Jin.
—Lo que es por parte de él, estoy seguro de que no; Taemin nunca le importó tres pitos. ¿Quién podría interesarse por una cosa tan asquerosa y tan llena de pecas?
Jimin se escandalizó al pensar que, aunque el fuese incapaz de expresar semejante ordinariez, el sentimiento no era muy distinto del que el mismo había abrigado en otro tiempo y admitido como liberal.
En cuanto hubieron comido y los mayores hubieron pagado, pidieron el coche y, después de organizarse un poco, todos los muchachos, con sus cajas, sus bolsas de labor, sus paquetes y la mal acogida adición de las compras de Hoseok y Taehyung, se acomodaron en el vehículo.
—¡Qué apretaditos vamos! —exclamó Taehyung—. ¡Me alegro de haber comprado el sombrero, aunque sólo sea por el gusto de tener otra sombrerera! Bueno, vamos a ponernos cómodos y a charlar y reír todo el camino hasta que lleguemos a casa. Primeramente, oigamos lo que os ha pasado a vosotros desde que os fuisteis. ¿Habéis conocido a algún hombre interesante? ¿Habéis tenido algún flirt? Tenía grandes esperanzas de que uno de vosotros pescaría marido antes de volver. Jin pronto va a hacerse viejo. ¡Casi tiene veintitrés años! ¡Señor, qué vergüenza me daría a mí, si no me casara antes de los veintitrés…! No os podéis figurar las ganas que tiene la tía Philips de que os caséis. Dice que Minnie habría hecho mejor en aceptar a Chanyeol Park; pero yo creo que habría sido muy aburrido. ¡Señor, cómo me gustaría casarme antes que vosotros! Entonces sería yo el que os acompañaría a los bailes. ¡Lo que nos divertimos el otro día en casa de los Choi Wooshik! Hoseok y yo fuimos a pasar allí el día, y la señora Choi Wooshik nos prometió que daría un pequeño baile por la noche. ¡Cómo la señora Choi y yo somos tan amigos! Así que invitó a las Harrington, pero como Harriet estaba enferma, Pen tuvo que venir sola; y entonces, ¿qué creeríais que hicimos? Disfrazamos de mujer a Chamberlayne para que pasase por una dama. ¿Os imagináis qué risa? No lo sabía nadie, sólo el coronel, la señora Choi Wooshik, Hoseok y yo, aparte de mi tía, porque nos vimos obligados a pedirle prestado uno de sus vestidos; no os podéis figurar lo bien que estaba. Cuando llegaron Yugyeom Kim, Jeon, Pratt y dos o tres caballeros más, no lo conocieron ni por lo más remoto. ¡Ay, cómo me reí! ¡Y lo que se rió la señora Choi Wooshik! Creí que me iba a morir de risa. Y entonces, eso les hizo sospechar algo y en seguida descubrieron la broma.
Con historias parecidas de fiestas y bromas, Taehyung trató, con la ayuda de las indicaciones de Hoseok, de entretener a sus hermanos y a María durante todo el camino hasta que llegaron a Longbourn. Jimin intentó escucharlo lo menos posible, pero no se le escaparon las frecuentes alusiones a Jeon.
En casa las recibieron con todo el cariño. La señora Park se regocijó al ver a Jin tan guapo como siempre, y el señor Park, durante la comida, más de una vez le dijo a Jimin de todo corazón:
—Me alegro de que hayas vuelto, Minnie.
La reunión en el comedor fue numerosa, pues habían ido a recoger a María y a oír las noticias, la mayoría de los Byun. Se habló de muchas cosas. Lady Byun interrogaba a María, desde el otro lado de la mesa, sobre el bienestar y el corral de su hijo mayor; la señora Park estaba doblemente ocupada en averiguar las modas de Londres que su hijo Jin le explicaba, por un lado, y en transmitir los informes a los más jóvenes de los Byun, por el otro. Taehyung, chillando más que nadie, detallaba lo que habían disfrutado por la mañana a todos los que quisieran escucharlo.
—¡Oh, Taemin! —exclamó—. ¡Cuánto me hubiese gustado que hubieras venido con nosotros! ¡Nos hemos divertido de lo lindo! Cuando íbamos Hoseok y yo solos, cerramos todas las ventanillas para hacer ver que el coche iba vacío, y habríamos ido así todo el camino, si Hoseok no se hubiese mareado. Al llegar al «George» ¡fuimos tan generosos!, obsequiamos a las tres con el aperitivo más estupendo del mundo, y si hubieses venido tú, te habríamos invitado a ti también. ¡Y qué juerga a la vuelta! Pensé que no íbamos a caber en el coche. Estuve a punto de morirme de risa. Y todo el camino lo pasamos bárbaro; hablábamos y reíamos tan alto que se nos habría podido oír a diez millas.
Taemin replicó gravemente:
—Lejos de mí, querido hermano, está el despreciar esos placeres. Serán propios, sin duda, de la mayoría de los donceles y mujeres. Pero confieso que a mí no me hacen ninguna gracia; habría preferido mil veces antes un libro.
Pero Taehyung no oyó una palabra de su observación. Rara vez escuchaba a nadie más de medio minuto, y a Taemin nunca le hacía ni caso.
Por la tarde Taehyung propuso con insistencia que fuesen todos a Meryton para ver cómo estaban todos; pero Jimin se opuso enérgicamente. No quería que se dijera que los señoritos Park no podían estarse en casa medio día sin ir detrás de los oficiales. Tenía otra razón para oponerse: temía volver a ver a Jeon, cosa que deseaba evitar en todo lo posible. La satisfacción que sentía por la partida del regimiento era superior a cuanto pueda expresarse. Dentro de quince días ya no estarían allí, y esperaba que así se libraría de Jeon para siempre.
No llevaba muchas horas en casa, cuando se dio cuenta de que el plan de Brighton de que Taehyung les había informado en la posada era discutido a menudo por sus padres. Jimin comprendió que el señor Park no tenía la menor intención de ceder, pero sus contestaciones eran tan vagas y tan equívocas, que la madre, aunque a veces se descorazonaba, no perdía las esperanzas de salirse al fin con la suya.
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