CAPÍTULO XX

4 1 0
                                    

A Chanyeol Park no lo dejaron mucho tiempo meditar en silencio el éxito de su amor; porque la señora Park que se había quedado en el vestíbulo esperando el final de la conversación, en cuanto vio que Jimin abría la puerta y se dirigía con paso veloz a la escalera, entró en el comedor y felicitó a Chanyeol Park, congratulándose por el venturoso proyecto de la cercana unión. Después de aceptar y devolver esas felicitaciones con el mismo alborozo, Chanyeol Park procedió a explicar los detalles de la entrevista, de cuyo resultado estaba satisfecho, pues la firme negativa de su primo no podía provenir, naturalmente, más que de su tímida modestia y de la delicadeza de su carácter.
Pero sus noticias sobresaltaron a la señora Park. También ella hubiese querido creer que su hijo había tratado únicamente de animar a Chanyeol Park al rechazar sus proposiciones; pero no se atrevía a admitirlo, y así se lo manifestó a Chanyeol Park.
—Lo importante —añadió— es que Minnie entre en razón. Hablaré personalmente con él de este asunto. Es un chico muy terco y muy loco y no sabe lo que le conviene, pero ya se lo haré saber yo.
—Perdóneme que la interrumpa —exclamó Chanyeol Park—, pero si en realidad es terco y loco, no sé si, en conjunto, es un esposo deseable para un hombre en mi situación, que naturalmente busca felicidad en el matrimonio. Por consiguiente, si insiste en rechazar mi petición, acaso sea mejor no forzarlo a que me acepte, porque si tiene esos defectos, no contribuiría mucho que digamos a mi ventura.
—Me ha entendido mal —dijo la señora Park alarmada—. Minnie es tero sólo en estos asuntos. En todo lo demás es él muchacho más razonable del mundo. Acudiré directamente al señor Park y no dudo de que pronto nos habremos puesto de acuerdo con él.
Sin darle tiempo a contestar, voló al encuentro de su marido y al entrar en la biblioteca exclamó:
—¡Oh, señor Park! Te necesitamos urgentemente. Estamos en un aprieto. Es preciso que vayas y convenzas a Jimin de que se case con Chanyeol Park, pues él ha jurado que no lo hará y si no te das prisa, Chanyeol Park cambiará de idea y ya no lo querrá.
Al entrar su mujer, el señor Park levantó los ojos del libro y los fijó en su rostro con una calmosa indiferencia que la noticia no alteró en absoluto.
—No he tenido el placer de entenderte —dijo cuando ella terminó su perorata —. ¿De qué estás hablando? —Del señor Chanyeol Park y Minnie. Minnie dice que no se casará con el señor Chanyeol Park, y el señor Chanyeol Park empieza a decir que no se casará con Minnie.
—¿Y qué voy a hacer yo? Me parece que no tiene remedio.
—Háblale tú a Minnie. Dile que quieres que se case con él.
—Mándale que baje. Oirá mi opinión.
La señora Park tocó la campanilla y Jimin fue llamado a la biblioteca.
—Ven, hijo mío —dijo su padre en cuanto él joven entró—. Te he enviado a buscar para un asunto importante. Dicen que Chanyeol Park te ha hecho proposiciones de matrimonio, ¿es cierto?
Jimin dijo que sí.
—Muy bien; y dicen que las has rechazado.
—Así es, papá.
—Bien. Ahora vamos al grano. Tu madre desea que lo aceptes. ¿No es verdad, señora Park?
Sí, o de lo contrario no lo quiero ver más.
—Tienes una triste alternativa ante ti, Jimin. Desde hoy en adelante tendrás que renunciar a uno de tus padres. Tu madre no quiere volver a verte si no te casas con Chanyeol Park, y yo no quiero volver a verte si te casas con él.
Jimin no pudo menos que sonreír ante semejante comienzo; pero la señora Park, que estaba convencida de que su marido abogaría en favor de aquella boda, se quedó decepcionada.
—¿Qué significa, señor Park, ese modo de hablar? Me habías prometido que lo obligarías a casarse con el señor Chanyeol Park.
—Querida mía —contestó su marido—, tengo que pedirte dos pequeños favores: primero, que me dejes usar libremente mi entendimiento en este asunto, y segundo, que me dejes disfrutar solo de mi biblioteca en cuanto puedas.
Sin embargo, la señora Park, a pesar de la decepción que se había llevado con su marido, ni aun así se dio por vencida. Habló a Jimin una y otra vez, halagándolo y amenazándolo alternativamente. Trató de que Jin se pusiese de su parte; pero Jin, con toda la suavidad posible, prefirió no meterse. Jimin, unas veces con verdadera seriedad, y otras en broma, replicó a sus ataques; y aunque cambió de humor, su determinación permaneció inquebrantable.
Chanyeol Park, mientras tanto, meditaba en silencio todo lo que había pasado. Tenía demasiado buen concepto de sí mismo para comprender qué motivos podría tener su primo para rechazarle, y, aunque herido en su amor propio, no sufría lo más mínimo. Su interés por su primo era meramente imaginario; la posibilidad de que fuera merecedor de los reproches de su madre, evitaba que él sintiese algún pesar.
Mientras reinaba en la familia esta confusión, llegó Baekhyun Byun que venía a pasar el día con ellos. Se encontró con Taehyung en el vestíbulo, que corrió hacia él para contarle en voz baja lo que estaba pasando.
—¡Me alegro de que hayas venido, porque hay un jaleo aquí…! ¿Qué crees que ha pasado esta mañana? El señor Chanyeol Park se ha declarado a Jimin y él le ha dado calabazas.
Antes de que Baekhyun hubiese tenido tiempo para contestar, apareció Hobi,
que venía a darle la misma noticia. Y en cuanto entraron en el comedor, donde estaba sola la señora Park, ella también empezó a hablarle del tema. Le rogó que tuviese compasión y que intentase convencer a Minnie de que cediese a los deseos de toda la familia.
—Te ruego que intercedas, querido Baekhyun —añadió en tono melancólico —, ya que nadie está de mi parte, me tratan cruelmente, nadie se compadece de mis pobres nervios.
Baekhyun se ahorró la respuesta, pues en ese momento entraron Jin y Jimin.
—Ahí está —continuó la señora Park—, como si no pasase nada, no le importamos un bledo, se desentiende de todo con tal de salirse con la suya. Te voy a decir una cosa: si se te mete en la cabeza seguir rechazando de esa manera todas las ofertas de matrimonio que te hagan, te quedarás solterón; y no sé quién te va a mantener cuando muera tu padre. Yo no podré, te lo advierto. Desde hoy, he acabado contigo para siempre. Te he dicho en la biblioteca que no volvería a hablarte nunca; y lo que digo, lo cumplo. No le encuentro el gusto a hablar con hijos desobedientes. Ni con nadie. Las personas que como yo sufrimos de los nervios, no somos aficionados a la charla. ¡Nadie sabe lo que sufro! Pero pasa siempre lo mismo. A los que no se quejan, nadie les compadece.
Los hijos escucharon en silencio los lamentos de su madre. Sabían que, si intentaban hacerla razonar o calmarla, sólo conseguirían irritarla más. De modo que siguió hablando sin que nadie la interrumpiera, hasta que entró Chanyeol Park con aire más solemne que de costumbre. Al verle, la señora Park dijo a los muchachos:
—Ahora os pido que os calléis la boca y nos dejéis al señor Chanyeol Park y a mí para que podamos hablar un rato.
Jimin salió en silencio del cuarto; Jin y Hobi lo siguieron, pero Taehyung no se movió, decidido a escuchar todo lo que pudiera. Baekhyun, detenido por la cortesía del señor Chanyeol Park, cuyas preguntas acerca de él y de su familia se sucedían sin interrupción, y también un poco por la curiosidad, se limitó a acercarse a la ventana fingiendo no escuchar. Con voz triste, la señora Park empezó así su conversación:
—¡Oh, señor Chanyeol Park!
—Mi querida señora —respondió él—, ni una palabra más sobre este asunto. Estoy muy lejos —continuó con un acento que denotaba su indignación— de tener resentimientos por la actitud de su hijo. Es deber de todos resignarse por los males inevitables; y es especialmente un deber para mí, que he tenido la fortuna de verme tan joven en tal elevada posición; confío en que sabré resignarme. Puede que mi hermoso primo, al no querer honrarme con su mano, no haya disminuido mi positiva felicidad. He observado a menudo que la resignación nunca es tan perfecta como cuando la dicha negada comienza a perder en nuestra estimación algo de valor. Espero que no supondrá usted que falto al respeto de su familia, mi querida señora, al retirar mis planes acerca de su hijo sin pedirles a usted y al señor Park que interpongan su autoridad en mi favor. Temo que mi conducta, por haber aceptado mi rechazo de labios de su hijo y no de los de ustedes, pueda ser censurable. Pero todos somos capaces de cometer errores. Estoy seguro de haber procedido con la mejor intención en este asunto. Mi objetivo era procurarme un o una amable compañera con la debida consideración a las ventajas que ello había de aportar a toda su familia. Si mi proceder ha sido reprochable, les ruego que me perdonen.

Orgullo Y Prejuicio (YM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora