CAPÍTULO V

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A poca distancia de Longbourn vivía una familia con la que los Park tenían especial amistad. Sir Byun había tenido con anterioridad negocios en Meryton, donde había hecho una regular fortuna y se había elevado a la categoría de caballero por petición al rey durante su alcaldía. Esta distinción se le había subido un poco a la cabeza y empezó a no soportar tener que dedicarse a los negocios y vivir en una pequeña ciudad comercial; así que dejando ambos se mudó con su familia a una casa a una milla de Meryton, denominada desde entonces Byun Lodge, donde pudo dedicarse a pensar con placer en su propia importancia, y desvinculado de sus negocios, ocuparse solamente de ser amable con todo el mundo. Porque, aunque estaba orgulloso de su rango, no se había vuelto engreído; por el contrario, era todo atenciones para con todo el mundo. De naturaleza inofensivo, sociable y servicial, su presentación en St. James le había hecho además, cortés.

La señora Byun era una buena mujer, aunque no lo bastante inteligente para que la señora Park la considerase una vecina valiosa. Tenían varios hijos. El mayor, un joven doncel inteligente y sensato de unos veinte años, era el amigo íntimo de Jimin.

Que los Byun y los Park se reuniesen para charlar después de un baile, era algo absolutamente necesario, y la mañana después de la fiesta, los Byun fueron a Longbourn para cambiar impresiones.

—Tú empezaste bien la noche, Baekhyun —dijo la señora Park fingiendo toda amabilidad posible hacia el jovencito Byun—. Fuiste a el primero que eligió el señor Kim.

—Sí, pero pareció gustarle más el segundo.

—¡Oh! Te refieres a Jin, supongo, porque bailó con el dos veces. Sí, parece que le gustó; sí, creo que sí. Oí algo, no sé, algo sobre el señor Robinson.

—Quizá se refiera a lo que oí entre él y el señor Robinson, ¿no se lo he contado? El señor Robinson le preguntó si le gustaban las fiestas de Meryton, si no creía que hubiera jovencitas y donceles muy hermosos en el salón y cuál le parecía el más bonito de todos. Su respuesta a esta última pregunta fue inmediata: «Él mayor de los Park, sin duda. No puede haber más que una opinión sobre ese particular.»

—¡No me digas! Parece decidido a... Es como si... Pero, en fin, todo puede acabar en nada.

—Lo que yo oí fue mejor que lo que oíste tú, ¿verdad, Jimin? —dijo Baekhyun—. Merece más la pena oír al señor Kim que al señor Min, ¿no crees? ¡Pobre Jiminnie! Decir sólo: «No está mal.»

—Te suplico que no le metas en la cabeza a Minnie que se disguste por Min. Es un hombre tan desagradable que la desgracia sería gustarle. La señora Long me dijo que había estado sentado a su lado y que no había despegado los labios.

—¿Estás segura, mamá? ¿No te equivocas? Yo vi al señor Min hablar con ella.

—Sí, claro; porque ella al final le preguntó si le gustaba Netherfield, y él no tuvo más remedio que contestar; pero la señora Long dijo que a él no le hizo ninguna gracia que le dirigiese la palabra.

—La señorita Kim me dijo —comentó Jin que él no solía hablar mucho, a no ser con sus amigos íntimos. Con ellos es increíblemente agradable.

—No me creo una palabra, querido. Si fuese tan agradable habría hablado con la señora Long. Pero ya me imagino qué pasó. Todo el mundo dice que el orgullo no le cabe en el cuerpo, y apostaría a que oyó que la señora Long no tiene coche y que fue al baile en uno de alquiler.

—A mí no me importa que no haya hablado con la señora Long —dijo Baekhyun Byun—, pero desearía que hubiese bailado con Jiminnie.

—Yo que tú, Minnie —agregó la madre—, no bailaría con él nunca más.

—Creo, mamá, que puedo prometerte que nunca bailaré con él.

—El orgullo —dijo Baekhyun— ofende siempre, pero a mí el suyo no me resulta tan ofensivo. Él tiene disculpa. Es natural que un hombre atractivo, con familia, fortuna y todo a su favor tenga un alto concepto de sí mismo. Por decirlo de algún modo, tiene derecho a ser orgulloso.

—Es muy cierto —replicó Jimin—, podría perdonarle fácilmente su orgullo si no hubiese mortificado el mío.

—El orgullo —observó Taemin, que se preciaba mucho de la solidez de sus reflexiones—, es un defecto muy común. Por todo lo que he leído, estoy convencido de que en realidad es muy frecuente que la naturaleza humana sea especialmente propensa a él, hay muy pocos que no abriguen un sentimiento de autosuficiencia por una u otra razón, ya sea real o imaginaria. La vanidad y el orgullo son cosas distintas, aunque muchas veces se usen como sinónimos. El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros.

—Si yo fuese tan rico como el señor Min, —exclamó un joven Byun que había venido con sus hermanos—, no me importaría ser orgulloso. Tendría una jauría de caza, y bebería una botella de vino al día.

—Pues beberías mucho más de lo debido —dijo la señora Park— y si yo te viese te quitaría la botella inmediatamente.

El niño dijo que no se atrevería, ella que sí, y así siguieron discutiendo hasta que se dio por finalizada la visita.

Orgullo Y Prejuicio (YM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora