CAPITULO XVII

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Al día siguiente Jimin le contó a Jin todo lo que habían hablado Jeon y el. Jin escuchó con asombro e interés. No podía creer que Min fuese tan indigno de la estimación de Kim; y, no obstante, no se atrevía a dudar de la veracidad de un hombre de apariencia tan afable como Jeon. La mera posibilidad de que hubiese sufrido semejante crueldad era suficiente para avivar sus más tiernos sentimientos; de modo que no tenía más remedio que no pensar mal ni del uno ni del otro, defender la conducta de ambos y atribuir a la casualidad o al error lo que de otro modo no podía explicarse.
—Tengo la impresión —decía— de que ambos han sido defraudados, son personas, de algún modo decepcionadas por algo que nosotros no podemos adivinar. Quizá haya sido gente interesada en tergiversar las cosas la que los enfrentó. En fin, no podemos conjeturar las causas o las circunstancias que los han separado sin que ni uno ni otro sean culpables.
—Tienes mucha razón; y dime, mi querido Jin: ¿Qué tienes que decir en favor de esa gente interesada que probablemente tuvo que ver en el asunto? Defiéndelos también, si no nos veremos obligados a hablar mal de alguien.
—Ríete de mí todo lo que quieras, pero no me harás cambiar de opinión. Querido Minnie, ten en cuenta en qué lugar tan deshonroso sitúa al señor Min; tratar así al favorito de su padre, a alguien al que él había prometido darle un porvenir. Es imposible. Nadie medianamente bueno, que aprecie algo el valor de su conducta, es capaz de hacerlo. ¿Es posible que sus amigos más íntimos estén tan engañados respecto a él? ¡Oh, no!
—Creo que es más fácil que la amistad del señor Kim sea impuesta que el señor Jeon haya inventado semejante historia con nombres, hechos, y que la cuente con tanta naturalidad. Y si no es así, que sea el señor Min el que lo niegue. Además, había sinceridad en sus ojos.
—Es realmente difícil, es lamentable. Uno no sabe qué pensar.
—Perdona; uno sabe exactamente qué pensar.
Los dos jóvenes charlaban en el jardín cuando fueron a avisarles de la llegada de algunas de las personas de las que estaban justamente hablando. El señor Kim y sus hermanas venían para invitarlos personalmente al tan esperado baile de Netherfield que había sido fijado para el martes siguiente. Las Kim se alegraron mucho de ver a su querido amigo, les parecía que había pasado un siglo desde que habían estado juntos y continuamente le preguntaban qué había sido de él desde su separación. Al resto de la familia les prestaron poca atención, a la señora Park la evitaron todo lo que les fue posible, con Jimin hablaron muy poco y a los demás ni siquiera les dirigieron la palabra. Se fueron en seguida, levantándose de sus asientos con una rapidez que dejó pasmado a su hermano, salieron con tanta prisa que parecían estar impacientes por escapar de las atenciones de la señora Park.
La perspectiva del baile de Netherfield resultaba extraordinariamente apetecible a todos los miembros jóvenes de la familia. La señora Park lo tomó como un cumplido dedicado a su hijo mayor y se sentía particularmente halagada por haber recibido la invitación del señor Kim en persona y no a través de una ceremoniosa tarjeta. Jin se imaginaba una feliz velada en compañía de sus dos amigas y con las atenciones del hermano, y Jimin pensaba con deleite en bailar todo el tiempo con el señor Jeon y en ver confirmada toda la historia en las miradas y el comportamiento del señor Min. La felicidad que Hoseok y Taehyung anticipaban dependía menos de un simple hecho o de una persona en particular, porque, aunque los dos, como Jimin, pensaban bailar la mitad de la noche con Jeon, no era ni mucho menos la única pareja que podía satisfacerlos, y, al fin y al cabo, un baile era un baile. Incluso Taemin llegó a asegurar a su familia que tampoco a él le disgustaba la idea de ir.
—Mientras pueda tener las mañanas para mí —dijo—, me basta. No me supone ningún sacrificio aceptar ocasionalmente compromisos para la noche. Todos nos debemos a la sociedad, y confieso que soy de los que consideran que los intervalos de recreo y esparcimiento son recomendables para todo el mundo.
Jimin estaba tan animado por la ocasión, que a pesar de que no solía hablarle a Chanyeol Park más que cuando era necesario, no pudo evitar preguntarle si tenía intención de aceptar la invitación del señor Kim y si así lo hacía, si le parecía procedente asistir a fiestas nocturnas. Jimin se quedó sorprendido cuando le contestó que no tenía ningún reparo al respecto, y que no temía que el arzobispo ni Lady Jieun de Lee le censurasen por aventurarse al baile.
—Le aseguro que en absoluto creo —dijo— que un baile como éste, organizado por hombre de categoría para gente respetable, pueda tener algo de malo. No tengo ningún inconveniente en bailar y espero tener el honor de hacerlo con todos mis bellos primos. Aprovecho ahora esta oportunidad para pedirle, precisamente a usted, joven Jimin, los dos primeros bailes, preferencia que confío que mi primo Jin sepa atribuir a la causa debida, y no a un desprecio hacia él.
Jimin se quedó totalmente desilusionado. ¡Él que se había propuesto dedicar esos dos bailes tan especiales al señor Jeon! ¡Y ahora tenía que bailarlos con el señor Chanyeol Park! Había elegido mal momento para ponerse tan contento. En fin, ¿qué podía hacer? No le quedaba más remedio que dejar su dicha y la de Jeon para un poco más tarde y aceptar la propuesta de Chanyeol Park con el mejor ánimo posible. No le hizo ninguna gracia su galantería porque detrás de ella se escondía algo más. Por primera vez se le ocurrió pensar que era el era él elegido entre todos los hermanos para ser el doncel de la casa parroquial de Hunsford y para asistir a las partidas de cuatrillo de Rosings en ausencia de visitantes más selectos. Esta idea no tardó en convertirse en convicción cuando observó las crecientes atenciones de Chanyeol Park para con él y oyó sus frecuentes tentativas de elogiar su ingenio y vivacidad. Aunque a él, el efecto que causaban sus encantos en este caso, más que complacerlo lo dejaba atónito, su madre pronto le dio a entender que la posibilidad de aquel matrimonio le agradaba en exceso. Sin embargo, Jimin prefirió no darse por aludido, porque estaba seguro de que cualquier réplica tendría como consecuencia una seria discusión. Probablemente el señor Chanyeol Park nunca le haría semejante proposición, y hasta que lo hiciese era una pérdida de tiempo discutir por él.
Si no hubiesen tenido que hacer los preparativos para el baile de Netherfield, los Park menores habrían llegado a un estado digno de compasión, ya que desde el día de la invitación hasta el del baile la lluvia no cesó un momento, impidiéndoles ir ni una sola vez a Meryton. Ni tía, ni oficiales, ni chismes que contar. Incluso los centros de rosas para el baile de Netherfield tuvieron que hacerse por encargo. Él mismo Jimin vio su paciencia puesta a prueba con aquel mal tiempo que suspendió totalmente los progresos de su amistad con Jeon. Sólo el baile del martes pudo hacer soportable a Hoseok y a Taehyung un viernes, sábado, domingo y lunes como aquellos.

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