CAPÍTULO III

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Por más que la señora Park, con la ayuda de sus hijos, preguntase sobre el tema, no conseguía sacarle a su marido ninguna descripción satisfactoria del señor Kim. Le atacaron de varias maneras: con preguntas clarísimas, suposiciones ingeniosas, y con indirectas; pero por muy hábiles que fueran, él los eludía todos. Y al final se vieron obligados a aceptar la información de segunda mano de su vecina lady Byun. Su impresión era muy favorable, sir Byun había quedado encantado con él. Era joven, guapísimo, extremadamente agradable y para colmo pensaba asistir al próximo baile con un grupo de amigos. No podía haber nada mejor. El que fuese aficionado al baile era verdaderamente una ventaja a la hora de enamorarse; y así se despertaron vivas esperanzas para conseguir el corazón del señor Kim.

—Si pudiera ver a uno de mis hijos viviendo felizmente en Netherfield, y a los otros igual de bien casados, ya no desearía más en la vida —dijo la señora Park a su marido.

Pocos días después, el señor Kim le devolvió la visita al señor Park y pasó con él diez minutos en su biblioteca. Él había abrigado la esperanza de que se le permitiese ver a los jóvenes donceles de cuya belleza había oído hablar mucho; pero no vio más que al padre. Los jóvenes y la señora fueron un poco más afortunados, porque tuvieron la ventaja de poder comprobar desde una ventana alta que el señor Kim llevaba un abrigo azul y montaba un caballo negro.

Poco después le enviaron una invitación para que fuese a cenar. Y cuando la señora Park tenía ya planeados los manjares que darían crédito de su buen hacer de ama de casa, recibieron una respuesta que echaba todo a perder. El señor Kim se veía obligado a ir a la ciudad al día siguiente, y en consecuencia no podía aceptar el honor de su invitación. La señora Park se quedó bastante desconcertada. No podía imaginar qué asuntos le reclamaban en la ciudad tan poco tiempo después de su llegada a Hertfordshire; y empezó a temer que iba a andar siempre revoloteando de un lado para otro sin establecerse definitivamente y como es debido en Netherfield. Lady Byun apaciguó un poco sus temores llegando a la conclusión de que sólo iría a Londres para reunir a un grupo de amigos para la fiesta. Y pronto corrió el rumor de que Kim iba a traer a doce damas y a siete caballeros para el baile. Los jóvenes donceles se afligieron por semejante número de damas y donceles; pero el día antes del baile se consolaron al oír que en vez de quince había traído sólo a ocho, cinco hermanas y una prima y dos apuestos donceles. Y cuando el día del baile entraron en el salón, sólo eran cinco en total: el señor Kim, sus dos hermanas, el marido de la mayor y otro joven.

El señor Kim era apuesto, tenía aspecto de caballero, semblante agradable y modales sencillos y poco afectados. Sus hermanas eran mujeres hermosas y de indudable elegancia. Su cuñado, el señor Wang, casi no tenía aspecto de caballero; pero fue su amigo el señor Min el que pronto centró la atención del salón por su distinguida personalidad, era un hombre alto, de bonitas facciones y de porte aristocrático. Pocos minutos después de su entrada ya circulaba el rumor de que su renta era de diez mil libras al año. Los señores declaraban que era un hombre que tenía mucha clase; las señoras decían que era mucho más guapo que Kim, siendo admirado durante casi la mitad de la velada, hasta que sus modales causaron tal disgusto que hicieron cambiar el curso de su buena fama; se descubrió que era un hombre orgulloso, que pretendía estar por encima de todos los demás y demostraba su insatisfacción con el ambiente que le rodeaba; ni siquiera sus extensas posesiones en Derbyshire podían salvarle ya de parecer odioso y desagradable y de que se considerase que no valía nada comparado con su amigo.

El señor Kim enseguida trabó amistad con las principales personas del salón; era vivo y franco, no se perdió ni un solo baile, lamentó que la fiesta acabase tan temprano y habló de dar una él en Netherfield. Tan agradables cualidades hablaban por sí solas. ¡Qué diferencia entre él y su amigo! El señor Min bailó sólo una vez con la señora Wang y otra con la señorita Kim, se negó a que le presentasen a ninguna otra dama o doncel y se pasó el resto de la noche deambulando por el salón y hablando de vez en cuando con alguno de sus acompañantes. Su carácter estaba definitivamente juzgado. Era el hombre más orgulloso y antipático del mundo y todos esperaban que no volviese más por allí. Entre los más ofendidos con Min estaba la señora Park, cuyo disgusto por su comportamiento se había agudizado convirtiéndose en una ofensa personal por haber despreciado a uno de sus hijos.

Orgullo Y Prejuicio (YM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora