17. G

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14 de septiembre de 2023

Un propósito de este año, fue aprender a tocar algún instrumento musical. Siempre había tenido las ganas. Pero, por tiempo, el hecho de que quizás, era muy complicado y demás, nunca lo hacía.

Ya estábamos a septiembre, y todavía no había, ni siquiera, decidido que instrumento aprendería, o siquiera, como empezar.

Pero, tener a una amiga que ame la música, tiene sus ventajas. Sabrina, me recomendó una tienda de música no muy lejos de mi departamento. La encontré sin esfuerzo y abrí la puerta, haciendo sonar una campanilla.

Miré a mi alrededor cientos de guitarras de todos los colores colgadas en la pared, guitarras eléctricas en un pie en el suelo, baterías armadas, un gran piano color rojo, keyboards, violines. De todo.

Pero, me acerqué a un estante donde había libros de partituras. Había algunas sueltas, y otras, que eran de canciones de Disney o musicales de Broadway.

Mi vista, fue hasta el piano rojo otra vez. Todo me llamaba la atención en el. Me acerqué, casi hipnotizada.

Deseaba ser una experta cuando llegará a el y poder tocar y sentir eso que sienten todos los músicos. Si el piano me causa lindas sensaciones cuando es tocado por otra persona, no me imagino que me hará, si lo toco yo misma.

Me senté en el banquito frente a el y sonreí, viendo las teclas tan limpias.

-¿Tocas?- escuché y di vuelta la cabeza, para ver a un chico con unos rulos castaños, ojos marrones y... lindo, muy lindo.

-No- respondí- Quiero, pero... no sé, me cuesta empezar- confesé.

-Bueno...- se acercó un poco más- ¿Puedo?- preguntó, señalando el pequeño espacio a mi lado. Asentí con rapidez, sonriendo- No debería hacer esto, pero...

Empezó a tocar como un verdadero profesional, ni siquiera eran acordes concretos, solo un precioso conjunto de notas.

-¡Wow!- exclamé cuando terminó- Eres increíble.

-Un aficionado, nada más- se encogió de hombros- Trabajo aquí, y cuando estoy solo, me gusta sentarme, entiendo porque lo hiciste- sonrió.

Olía a un perfume dulce, pero masculino, jamás había olido algo así. Era riquísimo y le quedaba bien.

-Soy Lola- le devolví el gesto.

-Josh.

-¿Me podrías enseñar algún acorde... Josh?- lo tenía muy cerca, casi toda mi pierna tocaba la de él. No me molestaba en lo más mínimo.

-Claro- contestó- Ven, pon las manos- me las agarró, pidiendo permiso y las puso sobre las teclas- Esto es C- puso su mano encima de la mía e hizo presión en tres teclas- D- hizo lo mismo, moviendo mis manos- E.

-¿G?- moví yo misma mi mano, presionando otra teclas.

-¡Si, muy bien!- exclamó- Aprendes rápido, ¿cómo lo supiste?

-Noto un patrón- respondí.

-Mi mejor estudiante- soltó.

Demuéstralo, dándome duro sobre este piano, rulos. He tenido esa imagen en mi cabeza desde que se sentó, la verdad. Era tan tierno y alto y atento.

Notaba un nerviosismo de su parte. Nos mirábamos, sin decir nada y pasó sus ojos a mis labios solo un segundo.

Me los relamí y me acerqué más.

-¿Cuando termina tu turno, Josh?

🤪🤪🤪

Ok, no es lo más cómodo del mundo tener sexo en el depósito de una tienda de música. Pero, a la vez, no creo que haya algo más excitante. Definitivamente, este es el lugar más extraño en el que he hecho esto.

Es más, cuando nos estábamos besando, Josh tiró una batería, haciendo un estruendo increíble. Pero, solo nos reímos y seguimos y seguimos, hasta que no hubo más ropa que sacar, ni más lugar libre para tocar y ambos acabamos entre todos esos instrumentos.

-Volveré para seguir con las lecciones de piano, tenlo por seguro- dije muy en serio, cuando nos terminamos de vestir.

Me dio un pequeño beso en los labios y sonrió.

-Música para los oídos.

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