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Terminó de doblar la ropa de Jeno y controlando su respiración lentamente se armó de valor

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Terminó de doblar la ropa de Jeno y controlando su respiración lentamente se armó de valor.

Hoy acabaría todo.

No había visto a nadie desde su primer día de encierro, había tenido tres días para reflexionar sobre todo ese asunto maldito.

Jaemin había sentido un dolor en su pecho desde que se despertó esa mañana, los nervios lo estaban ahogando. Tenía que arreglar eso antes de la reunión o aquellos arrogantes alfas lo iban a devorar vivo.

Una imagen pasó por su mente y tomando su celular salió al balcón, sintió la húmeda temperatura de la mañana y con dedos rígidos marcó al contacto que tenía el emoji de una luna junto al nombre.

-¿Jaemin?

La voz de Jeno tuvo un efecto inmediato en su pecho, de pronto respirar era mucho más sencillo. Se encontró sonriendo a la nada y exhaló una risa suave.

-Es curioso que no me hayas llamado antes, la mitad de tu armario debe estar conmigo.

Jaemin se recostó aún más en el borde del balcón, escuchando con adoración la respiración de Jeno convertirse en el murmuro de una sonrisa.

-Salí un momento a la tienda y cuando volví tenía al menos dos cajones vacíos. Lo primero que pensé fue en Donghyuck jugando alguna broma pero él se acercó y dijo "Órdenes de Nana".

-No se lo ordené, es un dramático.

El pelinegro había dicho aquellas palabras en un tono de berrinche, al parecer algo se le había contagiado de estar tanto tiempo con los hermanos Lee.

-No me molestó perder mi ropa tampoco.

-La iré a dejar mañana. -Unos toques sonaron en la puerta de su habitación y Jaemin se mordió el labio ante los nervios que volvían a invadir su mente, no pensó mucho antes de hacer una petición. -Debo irme pero ¿Podrías mandarme ánimos?

Casi podría adivinar la expresión preocupada del rubio al otro lado de la línea.

-No sé porqué las necesitarías, pero sea lo que sea lo tienes. Eres el mejor y el chico más fuerte que conozco, puedes con esto. Suerte, Jaemin.

-Gracias, Jeno.

Colgó la llamada sin poder escuchar algo más sin derretirse y volvió a la habitación, en el camino a la puerta arregló su apariencia lo más que pudo.

Llevaba un traje color negro que había usado en contadas ocaciones, pero que ciertamente en conjunto con un peinado hacía atrás lo hacía ver imponente. Justo lo que quería y necesitaba.

Al cruzar la puerta sonrió a Rubí que no podría acompañarlo, la alfa parecía a nada de romperse el labio inferior de tanto maltratarlo con los dientes. Supo que no estaba más relajada por su sonrisa tensa, aún así se encaminó junto a su abuela una vez que su hermana le devolvió la sonrisa.

The Perfect AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora