1.

338 29 6
                                    

—¡Hay alguien aquí! ¡Oficial! ¡Exijo mi llamada de cinco minutos! —gritó un sujeto de gafas oscuras mientras apretaba fuertemente los barrotes de su celda —. ¡Ya le dije! ¡A esos tipos ni los conozco! —y no era mentira. El único error que cometió Qin Shin huang esta noche fue tratar de separar a esos dos que se agarraban a golpes en la fiesta a la que fue. Aunque haya sido una fiesta de disfraces, él no fue disfrazado, ningún disfraz era digno de él, ninguno lo hacía lucir fabuloso —. ¡Por favor! ¡Alguien…! ¡Tengo derechos saben!

—¿Podrías callarte? Al menos que quieras abrirles las piernas, ellos no te harán caso… —habló un sujeto de cabello negro detrás de él, que por cierto tenía una túnica negra; como si fuese el miembro de una secta satánica.

—¿Cómo estás tan seguro? —volteó a verlo con los labios fruncidos. Belcebú lo vió fijamente y se encogió de hombros.

—¿Crees que es mi primera vez en una cárcel? —arqueó ambas cejas —. Primero te dejan aquí por un rato… después de ello, cuándo ven que estás tan desesperado que harías cualquier cosa por ser escuchado, se te acercan. Te dicen que con mucho gusto te dejaran usar el teléfono pero que antes los acompañes al baño, aunque no tengas ganas… —Qin abrió los ojos como platos ante esa confesión—. Son unos bastardos, y se supone que ellos deben velar por nuestra seguridad —mascó.

—¿Tú…? ¿Tú hiciste algo así…? —lo vió sorprendido, no creía a ese Omega capaz de hacer semejante cosa. Belcebú se cruzó de brazos y negó.

—¿Tengo cara de Idiota? —le cuestionó —. La última vez que estuve aquí, vi como se lo hacían a alguien más… yo no, yo esperé hasta que alguien vino a preguntar por mí… —suspiró —. Será una larga noche, así que les recomiendo que se vayan poniendo cómodos, esta será su casa por ahora—sonrió de forma tenue. Poseidón que estaba sentado junto a él en la cama de cemento chasqueó la lengua, él no se iba a quedar aquí a pasar la noche, el suelo era frío, había un baño enfrente de él, sin mencionar ese horrible olor a su alrededor.  Qin decidió darse por vencido, sí lo que ese sujeto decía era cierto, era mejor parar ya.

El Omega de gafas oscuras muy desanimado se sentó junto a esos sujetos que acababa de conocer.

—¡Esto es ridículo! ¡Yo no hice nada malo! ¡Todo fue culpa de ustedes! —se desahogó —. Si tan solo no se hubieran comenzado a agarrar a golpes, tal vez yo no habría intervenido… y… la policía no me habría arrestado a mí también… soy una buena persona, voy a la universidad, pago impuestos… —musitó —. ¡No tiene sentido! —alegó.

—Sí, también estoy encantado de conocerte… —habló Belcebú Sarcástico. El sujeto de cabello rubio permanecía en silencio y con los brazos cruzados ¿Por qué tenían que encerrarlo con la puta barata y el de la boca grande que jamás la cerraba? —. Me llamo Belcebú, pero mi único amigo me llama Beel… —volteó a verlo —. ¿De dónde conoces a Lucifer? —cuestionó.

—¿Luci que…? —habló Qin completamente confundido. Belcebú resopló.

—El tipo de la fiesta, Lucifer. Mi amigo —aclaró —. El siempre organiza las fiestas de Halloween para la universidad… —confesó —. Es un amante del horror al igual que yo… —Qin se encogió de hombros, a decir verdad, no conocía al que organizó la fiesta de Halloween, solo sabía que lo habían invitado y decidió ir. Belcebú rodó los ojos, otro que no sabía de quien estaba hablando —. De acuerdo. ¿Y de quien vienes disfrazado? —Qin sonrió.

—De mí… —rió, cosa que no le causó gracia a Belcebú —. ¿Y tú? ¿De que secta vienes disfrazado? 

—Soy la muerte… pero durante la pelea, debí dejar tirada mi Oz por alguna parte….—aclaró.

El arte de lo absurdo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora