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Belcebú suspiró con pesadez, entró por la puerta de su casa; dejó su mochila de lado y de su bolsillo sacó una caja de cigarrillos, para después tomar el encendedor que estaba en la mesa de la sala. Acto seguido, le dió una calada, había Sido un día difícil, pero al mismo tiempo, divertido de cierta forma. El cabello negro se dirigió a su cocina, tomó una botella de vino tinto, la destapó y sin usar un vaso le dió un sorbo. Después de un día tan difícil, le gustaba beber para relajarse. Apagó su cigarro. Belcebú vivía solo en esta pequeña casa, solamente hasta que pudiera conseguir algo mejor.

Trabajaba los días de semana y los sábados iba a la universidad. Tenía un perro que siempre le hacía compañía, aunque a veces no estaba en casa, siempre supo que se iba a meter a casa del vecino.

Belcebú se acercó a su sillón con la botella en mano, prendió la televisión, estaba pasando su serie favorita a esta hora, su serie de crímenes sin resolver. En la mesa de la sala ya se encontraba su plister de pastillas de siempre. El Omega lo tomó, sacó una, se la llevó a la boca y luego le dió un sorbo a su botella de vino barata. De verdad amaba volver a casa y ver la televisión, era la mejor parte de su día, de su vida de hecho. Pero de pronto, la tranquilidad que había fue interrumpida por el sonido de su puerta siendo golpeada, honestamente, no creyó que eso pasaría. Para iniciar, casi no recibía visitas, y segundo, cuándo lo hacía siempre eran sus amigos que le avisaban con anticipación.

Belcebú dejó su botella de lado, se levantó del sofá y se dirigió a la puerta de su casa. No podía ser Lucifer, él tenía las llaves de su casa, siempre entraba sin tocar. El Omega abrió la puerta, y de inmediato arrugó la frente ¿Qué hacía Qin aquí y cómo sabía donde vivía?

Qin sonrió, después de esta tarde, se quedó en el parque de la universidad hasta que vió a Belcebú a lo lejos. Y cómo no quería ir a casa por el momento, ya que se sentía realmente miserable, decidió seguir a Belcebú para pasar el rato antes de encontrarse con su gato. Sin mencionar que, le dolía mucho el cuerpo y la cara, Poseidón lo había dejado muy mal.

-Hola, Beel....-le sonrió, aún con un ojo morado, lucía bastante bien, según él -. ¿Estabas bebiendo? -olió el aroma a alcohol. Belcebú estaba realmente extrañado.

-¿Cómo sabes dónde vivo? Apenas nos conocimos ayer como para que tú... ¡¿Acaso eres una especie de acosador?! -alegó. Qin suspiró con pesadez.

-No. Solo te seguí -confesó.

-¡¿Por qué?! -gritó muy enojado, se supone que cuando llegaba a casa era cuando se relajaba, fumaba, bebía y hasta tomaba sus pastillas para dormir -. ¡¿No tienes una casa?! -Qin de inmediato se lanzó encima de él y lo abrazó. Extrañando por completo a Belcebú -. ¿Qué? ¿Qué crees que haces? -no estaba tan acostumbrado a esta clase de tratos en su círculo de amigos.

-Busco consuelo... -confesó. Belcebú pestañó varias veces ¿Tan mal lo había dejado Poseidón? -. Nunca me habían tratado así en mi vida, ese sujeto, es un maldito... ¿Cómo se atrevió a golpearme? ¿A mí? Lastimó mi rostro, me humilló... y encima, hay un vídeo de la pelea en internet... -gimoteó. Belcebú se quedó callado, en su defensa, no creyó que alguien fuese a ver ese vídeo -. Me siento tan mal... Beel ¿Puedo estar contigo un rato? -suplicó al separarse de él. Belcebú suspiró con pesadez, odiaba que hubiera gente en su casa, pero a decir verdad, se compadecía de Qin.

-Solo un rato... -amenazó. Qin sonrió y entró entusiasmado, sabía que había un poco de bondad en ese sujeto tan sombrío y deprimente. Belcebú se arrepintió de inmediato.

-Entonces... ¿Te gusta beber y fumar? -habló sentado en la silla del comedor, mientras tenía en manos la botella de vino tinto de Belcebú.

-¿Cómo sabes lo de fumar?

El arte de lo absurdo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora