Capítulo 5

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Jinichi fue el primero en sentir la presencia de los cuatro chamanes entrando al edificio. En especial la de su hermana pequeña y... ¿Estaba con Satoru Gojo otra vez?

Naoya también pareció notarlo, porque se puso rígido y miró a su primo pidiendo explicaciones.

—¿Qué?

—¿Cuántas veces le has dicho que se aleje de él?

—Están en la misma clase, Naoya, yo no puedo controlarla todo el rato desde Kyushu.

—No hace falta controlarla, ella ya debería saber cuál es su lugar aquí pero parece que las mujeres solo entienden a golpes.

Jinichi soltó un suspiro sonoro y echó la cabeza para atrás. Estaba genuinamente cansado de la actitud de Naoya. No porque estuviera de acuerdo con sus ideales o no, pues le daba exactamente igual lo que pensase de su hermana, sino porque su mejor forma de hacerse notar era quejándose y haciendo ruido como un mosquito en la oreja.

—Si crees que pegarla es la mejor solución haz lo que te dé la gana con ella —espetó—. Tampoco sería la primera vez.

—O que vuelva a Kokonoe —el rubio clavó su cruda mirada en Jinichi—. Estamos haciendo el imbécil siendo representados en Tokyo por una púber.

—Te cueste reconocerlo o no, la técnica maldita de Yuuna es mucho más fuerte que la tuya. La necesitamos aquí y tú sabes muy bien porqué.

Naoya se sintió como si acabaran de estrujar sus intestinos mientras le escupían en la cara. Recordarle que Yuuna era mejor que él era algo que Jinichi acostumbraba a hacer cuando quería que se callara. Y funcionaba porque, por mucho que Naoya no quisiera admitirlo, muy en el fondo sabía que era verdad.

Él podría llegar a encajar que hubiera personas más fuertes que él, como había hecho con Toji, pero jamás respetaría que una de esas personas fuera una mujer. Moriría antes de reconocer a Yuuna como un miembro del clan superior a él.

Por eso llevaba media vida queriendo matarla. Su propio padre, Naobito, era quien le mantenía a raya. "El poder de Yuuna es útil para acabar con Satoru Gojo", solía decir. Y solo se contenía porque quería ver a ese alabado Satoru todavía más muerto que a ella.

—Entonces, como te he dicho, que recuerde cuál es su lugar aquí.

Yaga, que estaba sentado frente a ellos, los miró de hito en hito. Jinichi y Naoya eran dos hombres corpulentos e intimidantes, y vestidos con la ropa tradicional típica de su clan parecían viajeros del tiempo. Pero sus apariencias excéntricas no eran lo que más resaltaba de ellos, sino sus actitudes interesadas, crueles y dominantes.

No les importaba hablar a pierna suelta sobre sus situaciones políticas con los Gojo porque sabían que las academias de hechicería tenían prohibido involucrarse en conflictos entre clanes. Era como si, indirectamente, le estuvieran recordando que él no era nadie en su propio despacho.

Hacía tiempo que Yaga había optado por ignorar su mentalidad, como a los tontos. De todas formas, a nadie le convenía tener a los Zenin como enemigos.

—Yuuna Zenin es una buena chamán —dijo simplemente.

Naoya clavó en el hombre una mirada gélida, casi psicopática.

—Ya nos dimos cuenta cuando la ascendisteis al grado especial sin la autorización de mi padre.

—Donde debería haber estado desde el principio —le recordó Yaga de forma educada. Puede que no tuviera voz ni voto en el asunto de los Zenin y los Gojo, pero Yuuna era su alumna y sí tenía derecho a decidir qué era lo mejor para ella dentro de Jujutsu High. Los Zenin ya habían saboteado su progreso bastante.

Muñeca Voodoo | Satoru GojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora