Capítulo 13

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Satoru y Suguru comenzaron la ruta por el pueblo que quedaba más cerca después del que habían visitado aquella misma mañana.

El dragón blanco de Suguru sobrevolaba el cielo nocturno con un halo fantasmagórico muy bonito, pero ninguno de los dos podía apreciarlo porque no tenían fuerzas para mirarlo directamente todavía. No con los recuerdos de lo que sucedió con Yuuna tan a flor de piel.

Satoru utilizaba sus ojos para detectar a los sobrevivientes, y cuando daban con ellos Suguru se encargaba de subirlos al lomo de su maldición. Entonces el dragón despegaba de nuevo, y se dirigían todos hacia el siguiente destino.

En el tercer pueblo el lomo del dragón se llenó. Suguru quiso hacer el primer viaje de vuelta con los sobrevivientes para dejarles en el albergue cuanto antes, pero Satoru, que había estado observando cómo el cansancio se apoderaba de su mejor amigo de forma cada vez más alarmante, le dijo que descansaran todos un rato.

Esa fue la primera vez que le dirigió la palabra desde la discusión, y sólo había sido para dar una orden que Suguru tuvo que acatar sin rechistar.

Satoru encontró al moreno sentado en el escalón del porche de una de las casas destruidas por la catástrofe de las maldiciones, un poco apartado del numeroso grupo de sobrevivientes. Se sentó a su lado y contempló el mismo panorama destruido que él.

—¿Sigues enfadado?

Suguru puso cara de pocos amigos.

—Después de las barbaridades que me has dicho, ¿qué crees?

—Creo que quieres lanzarme desde lo alto de un campanario.

—Exacto. Así que no me preguntes estupideces.

Satoru suspiró y acabó soltando una carcajada silenciosa. El silencio se prolongó mucho más de lo que a cualquiera de los dos le hubiese gustado. Suguru pensó que la conversación ya había muerto y que su mejor amigo no tardaría en aburrirse y dejarle solo, pero Satoru volvió a hablar después de un buen rato:

—Antes de entrar en Jujutsu High, quería suicidarme.

Suguru se tensó de la sorpresa y miró a Satoru con los ojos muy abiertos. El albino tenía la mirada clavada en algún punto del oscurecido paisaje, sumergido parcialmente en su propio mundo. No parecía ser una de sus bromas pesadas.

Un torbellino de preguntas removió la conciencia de Suguru, pero tragó saliva y dejó a su mejor amigo hablar. Parecía que, por primera vez, iba a ser directo con sus emociones y no quería echarle para atrás.

—No quería hacerlo por depresión, o ansiedad o algo así —continuó Satoru con calma—, nunca he tenido ese tipo de problemas. Lo que pasa es que mi poder me hizo la infancia imposible, y si yo desaparecía, todos los que me usaron como escudo aprenderían a no cimentar la paz de su sociedad sobre un solo hechicero. Digamos que quería hacerlo por capricho y venganza.

>>Planeaba hacerlo en Jujutsu High porque estaría lejos de la tierra de los Gojo por fin y nadie podría impedírmelo. Pero cuando conocí a Yuuna... —Satoru se calló unos instantes y arrugó las cejas—. Normalmente, cuando alguien me ve por primera vez su cuerpo crea mucha adrenalina, su respiración se agita y se activa su instinto de supervivencia.

—Sí... A veces creas ese efecto en la gente —comentó Suguru.

—Pero mucha de esa gente ignora las alarmas y se acercan igualmente a mí solo porque estoy bueno —Satoru miró a su mejor amigo con una sonrisa divertida—. Los no-hechiceros piensan que la belleza física es una buena razón para ignorar el peligro que pueda transmitir una persona. Por eso sabía que nadie se acercaba a mí con intenciones genuinas más allá de ver a Satoru Gojo. Yuuna, en cambio, siguió su instinto de supervivencia y reaccionó contra mí en cuanto me vio.

Muñeca Voodoo | Satoru GojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora