Capítulo 8

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Yuuna no conseguía hacer ni una foto decente. Llevaban un buen rato saliéndole borrosas, desenfocadas, o a contraluz.

Al final soltó un jadeo malhumorado. Desde luego, el azul no era el mismo arte en la fotografía que en la pintura. Empezaba a arrepentirse de haber dirigido su presentación por ese camino.

En el último intento, Yuuna reprimió a duras penas las ganas de estampar su preciada cámara nueva contra el suelo. Tenía el brazo en alto para lanzarla cuando vio a sus dos compañeros de equipo en el otro lado de la carretera, bajo el enorme edificio que había enfrente de la estación de metro de Akihabara.

Estaban bastante lejos todavía, pero Suguru la distinguió en seguida entre la gente. Él la saludó con un gesto, sonriente, pero ella le enseñó el dedo con la misma mano donde tenía la cámara mientras se enderezaba del barandal donde estaba apoyada.

¿Cómo tenía el morro de sonreír así después de engañarla para sonsacarle información personal delante de Satoru?

Yuuna hizo un mohín. Le había contado a Suguru sus sentimientos por Satoru hacía ya tiempo, un día de fiesta donde el alcohol le tiró de la lengua y acabó sincerándose del todo. Él le había prometido mantener la bocota cerrada, ¿y ahora, de repente, jugaba a dos bandas?

Sus ojos se movieron hacia la esbelta figura de Satoru, que caminaba a su lado hablando por teléfono, y tragó saliva. Ahora los tres llevaban el uniforme negro, y el contraste que hacía el de Satoru con su pelo blanco realzaba esos ojazos azules de una forma mucho más sexy de lo que Yuuna estaba dispuesta a admitir.

Su corazón se iba acelerando conforme ellos cruzaban la calle para acercarse a ella, pero se serenó con éxito.

—Eres un traidor —recriminó en cuanto les tuvo delante, enfocando sus ojos oscuros en su mejor amigo.

Suguru apretó los labios con culpabilidad. Yuuna acababa de sonar muy borde sin darse cuenta.

—Lo siento. No lo he hecho para traicionarte por él, te lo juro.

—Pero aún así lo has hecho.

—Me gustaría que os pusieseis en mi situación también —se quejó mientras se acercaba un poco más, dejando espacio para que Satoru siguiera con su llamada—. Estoy en medio de vuestra telenovela y me siento como una pelota de tenis.

Yuuna relajó el semblante al instante. Suguru tenía razón, no se merecía cargar con su enfado por ser también mejor amigo de Satoru y querer ayudarlo de igual manera.

—Lo siento —se disculpó y miró a Satoru de soslayo—. Pero es que... mira las barbaridades que suelta.

—¿Te refieres a eso de preferirte a ti antes que a toda la comunidad Jujutsu?

—Sí, me tiene que estar tomando el pelo... No me creo que de verdad haya dicho una estupidez así.

—Pues yo no creo que le compre bolsos de Prada a una chica a la que le quiere tomar el pelo, Yuuna.

Yuuna arrugó la cara, azorada y con el ceño fruncido, intentando encontrar las palabras para preguntarle si en serio tenía que explicarle cómo era la personalidad de alguien como Satoru.

—Satoru no es de pierda, es humano como tú y yo. No es tan descabellado que le guste alguien —Suguru se encogió de hombros—. Y está en todo su derecho de tener sus prioridades.

El corazón de Yuuna empezó a latir con una fuerza que empezaba a doler. Todavía no podía encajar una faceta así en alguien como Satoru Gojo, su instinto simplemente se negaba a creer que pudiera ser real.

Muñeca Voodoo | Satoru GojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora