Año 2000
Kokonoe, Kyushu: tierra de los Zenin
Yuuna bajó la mirada hacia su propio cuerpo para ver si las heridas eran tan profundas como se sentían.
No lo pudo averiguar, pero el color azul marino de su nagabakama se había mezclado con el rojo de su sangre y ahora el traje parecía más bien violeta. Eso no era buena señal.
Naoya había quedado peor, sin embargo. Mucho peor.
Su primo se encontraba a varios metros de ella en el fondo de la sala de entrenamiento, engullido por la oscuridad de donde la luz de los ventanales de papel no alcanzaba.
Estaba tirado de cualquier manera sobre el tatami y dejando salir a todo pulmón una oleada de insultos frustrados que Yuuna ya había escuchado demasiadas veces para inmutarse.
—Tienes muy mal perder —le interrumpió ella cuando se cansó de escucharle.
Naoya apretó tanto los dientes que le dolió la cabeza. No era la primera vez que quedaba en ridículo delante de Naobito después de entrenar con Yuuna.
Su prima pequeña apenas rozaba los diez años, pero había heredado una técnica maldita tan fuerte que no dejaba para nada atrás los registros de sus estirpes. Era francamente molesto, especialmente viniendo de una mocosa con vagina. No era justo.
—Sin esa técnica maldita no serías nada —gruñó Naoya ignorando la mirada inquisitiva de su padre sobre su espalda—. ¡Mírate! Eres flaca y bajita, y toda tu casa te ha abandonado porque saben que en el fondo no sirves para nada.
Yuuna consiguió mantener la templanza. Empezaba a acostumbrarse a la muerte de sus padres y al abandono de sus hermanos mayores porque, irónicamente, las crueles burlas de Naoya la endurecían sin darse cuenta.
Y en cuanto a su físico... nunca había sido una inseguridad para ella. Había mutado ya tantas veces gracias a sus excursiones con Naobito que todo le era indiferente, incluidos la estatura y el tamaño.
—Qué vergonzoso para ti que una chica flaca y bajita te haya pegado así, entonces —sonrió ella con calma, todavía en posición de combate—. ¿Te duele mucho el brazo, Naoya?
—Te voy a matar —juró él como un perro con rabia.
—Soy más fuerte que tú y lo seré siempre. Con este, o con cualquier otro poder.
—Yuuna —el líder del clan Zenin intervino antes de que su hijo se irritara más—. Cuando domines la energía maldita de las maldiciones, serás capaz de absorber la de los hechiceros. Incluida la de Naoya.
Yuuna bajó los puños y miró a Naobito con sorpresa e interés. Esa revelación era totalmente nueva.
—¡¿En serio?! ¿Y qué pasará entonces?
Naobito se la quedó mirando unos instantes. Y, de no ser porque aquello era imposible, Yuuna juraría haber apreciado una fugaz sombra de respeto en sus ojos.
—No se sabe, nunca nadie ha conseguido algo así —su tío sacudió la cabeza con los brazos cruzados y una posición firme—. Los hechiceros no liberan energía maldita, he ahí el quid de la cuestión —movió la mirada hacia su hijo—. Pero siempre hay una posibilidad de que hasta el mejor hechicero pierda el control de sus emociones. A fin de cuentas, también es humano. Ni siquiera Naoya podrá evitar tu técnica maldita si sigue así de irascible.
Los dos menores captaron el mensaje al vuelo y se miraron mutuamente: como Naoya no aprendiera a controlarse, sería blanco fácil para el poder de Yuuna y... quién sabe lo que pasaría entonces.
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Muñeca Voodoo | Satoru Gojo
FanfictionYuuna Zenin nació con una técnica maldita singular: la de ser capaz de absorber cualquier tipo de energía maldita, encarnar o clonar su supuesta maldición y adquirir todas sus habilidades por tiempo indefinido. Su poder la puso en el punto de mira d...