O14

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Briar Kingman.

Me congelo en mi lugar junto a Willy, quien se encontraba con el ceño fruncido y los ojos muy abiertos.

Nos está apuntado con un arma.

─Vaya, vaya... Ya es costumbre encontrarlo con su mujer, señor Wonka. ─Hugo De Rapiña se adentra lentamente con sus dos secuaces atrás de él.

Espera, ¿Su mujer?

Quise corregirlo pero Willy se adelantó a hablar.

─Independientemente de aquello, señores, espero y estén preparados para los años de cárcel que les esperan. ─Dice con seguridad acomodando el libro en sus manos.

Los hombres tienen una sonrisa escalofriante.

De Rapiña ríe en respuesta.

─No lo creo, señor Wonka. ─Su mirada de repente se enfoca en mi. Por mi parte solo hay desprecio hacia su persona, algo notable. ─Tú... Joven mujer, me eres extrañamente conocida.

Intento no dejar que el temor se muestre en mi y me mantengo firme.

─Desearía no decir lo mismo. ─La frialdad en mis palabras me sorprenden hasta a mi misma.

Willy ajusta su agarre en mi hombro.

─¡Ja! Ya te recordé. ─El paliducho de mostacho elegante habla, por primera vez al parecer. ─Tú eres pariente de Karl Kingman, ¿No es así?

Comienzo a sentir como se forma un nudo en mi garganta.

Willy hojea algunas partes del libro nuevamente.

Pero antes de decir algo más, Hugo De Rapiña está justo frente a nosotros, aún sin soltar el arma.

─Que lastima que sufras el mismo final que tus padres... ─La escoria hecha persona me mira mientras habla. De la misma forma Tuto Milo Robo, el paliducho, se acerca para arrebatarle el libro a Willy.

La expresión de miedo en mi rostro y en el de Willy definitivamente sería difícil de dibujar.

─¿Que tal les vendrá un baño de chocolate? ─Nos dice, empujándonos levemente dentro de la gran cápsula donde almacenan el chocolate. ─¿Alguna última petición?

De pronto el rostro de Willy se ilumina.

─De hecho sí. ─Afirma, sacando de, no se donde, un envase lleno de chocolate. ─Sería muy amable de su parte entregarle este frasco a un hombrecillo naranja de cabello verde, tengo una deuda y eso es lo último que debo pagarle.

Lo miro confundida.

Los tres malvados hombres le restan importancia y salen de la cápsula, dejándonos encerrados.

Miro a todos lados, pero no hay nada para salvarse. Sin espera comienza a salir chocolate de varios ductos.

El pánico comienza a inundarme.

─Okay, okay, algo tiene que haber. ─Dice Willy nervioso. Muy nervioso.

Mi vista se comienza a nublar ya sin saber que hacer.

─Podemos esperar que el chocolate nos eleve a esa ventana. ─Me dice poniendo su mano sobre mi cuello. ─Lo golpeamos y alguien deberá ayudarnos.

Se escucha bien, pero no estoy segura de que sea tan fácil.

─Quizá... Quizá funcione. ─Digo con inseguridad, mirando a sus ojos.

─Por favor, perdóname. ─Me dice, él pone cada mano en mis mejillas. Yo lo miro con confusión.

─¿Perdonar qué? ─Yo pongo mis manos encima de las suyas.

─Por mi culpa estás aquí... Y por mi culpa reviviste recuerdos que no querías. ─Su rostro refleja tristeza y ahora soy yo quien pongo mi mano en su mejilla. Él baja las suyas lentamente.

─No es tu culpa, Willy. ─Le tranquilizo. ─Tal vez así debía pasar.

─No quiero que acabe así. ─El extraño pesimismo en él me hace querer abrazarlo. Y así lo hago.

El envuelve sus brazos en mi torso, apegándome mas a su cuerpo, ocultando su cabeza en mi cuello. Justo como en el local.

Sin darme cuenta el chocolate ya nos llega a los muslos. No quiero terminar así, imaginé mi final en miles de diferente escenarios y en ninguno muero ahogada por chocolate.

Sé que aún está la opción de la ventana, pero no quiero alimentar falsas esperanzas.

─No quiero morir arrepentido. ─Murmura separándose, esta vez sus dos manos quedaron en mi cintura, ajustando un poco el agarre.

Yo frunzo el ceño confundida, pero antes de poder decir algo Willy sin nada de paciencia acerca sus labios a los míos. Uniéndolos.

Me toma por sorpresa, pero de igual forma le correspondo. Mis brazos rodean su cuello mientras el aprieta mi cintura. Las mariposas que estoy sintiendo no son en lo absoluto normales.

Ni siquiera el hecho de que nuestro primer beso ha sido en nuestro lecho de muerte.

Lentamente nos separamos para tomar un poco de oxígeno. Su respiración es agitada y ni hablar de la mía. Sin decir nada más volvemos a juntar nuestro labios en un beso.

Es como si el estuviera hecho para mí.

Y yo para él.

No pensé sentir tantas cosas por alguien a quien conocí en pocos meses, pero sinceramente no me arrepiento.

Enamorarse no es tan feo, después de todo.

Pero como nada dura para siempre, el oxígeno comienza a hacer falta y nos separamos.

Ninguno dice nada, yo solo recuesto mi cabeza en su pecho, Willy me abraza y da algunas caricias en mi cabello.

El tiempo pasa corriendo y de un momento a otro asta estamos justo en la especie de ventana, Willy me mira y yo a él, ambos estamos con el chocolate hasta las orejas.

─¡Ayuda por favor! ─Ambos gritamos golpeando el vidrio de la ventana sin suerte.

Seguimos así hasta que escuchamos pasos acercarse una sonrisa se forma en el rostro de Willy, pero algo no está del todo bien.

La sonrisa de Willy desaparece cuando los dueños de los pasos son los que nos encerraron aquí, con una sonrisa malvada nos miran y solo siguen su camino.

La decepción en nuestros rostros no tiene explicación, Willy me mira y lágrimas amenazan con salir de sus ojos.

El chocolate sube cada vez más hasta el punto en el que ya no nos queda espacio.

─Sostén la respiración. ─Willy me indica y así hago. Lentamente siento como el chocolate nos  absorbe, su mano increíblemente pudo encontrar la mía y la agarra con fuerza.

Por la desesperación, la necesidad de oxígeno se siente con más fuerza. Siento que en cualquier momento ya no daré para más.

Bueno, al menos besé a Willy Wonka.

Extrañamente el chocolate comienza a bajar y apenas siento mi cara fuera de este, tono una profunda respiración a la par de Willy.

Él ríe, contagiándome.

─¡Nos salvamos! ─Se acerca a mi y me besa con euforia.

Al separarnos miramos a la ventana, de la cual nos vamos alejando, y ahí se asoma la figura de un hombrecillo.

Al parecer Willy nunca estuvo soñando.

El enano naranja con pelo verde nos salvó la vida, quien con una sonrisa nos mira mientras se despide agitando su manita.

Suelto una risa y ambos agradecemos al hombrecillo con gritos eufóricos.

Pure Imagination, Willy WonkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora