ℂ𝕠𝕡𝕚𝕔𝕒𝕥ஜ══

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—La calidad de las telas cada vez está peor —me quejo mientras salía de aquella tienda nefasta que según es de marca

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—La calidad de las telas cada vez está peor —me quejo mientras salía de aquella tienda nefasta que según es de marca.

Sentí mi teléfono vibrando en mi bolsillo. Al ver la llama me apresuré a contestar. —¿Qué quieres? Murmuró entrando a mi auto. No podía arriesgarme a que cualquier persona con intereses en la vida de otras personas escuche. No diré quien soy.

—Hola, amor. Dime cómo fue tu travesía por París, la ciudad del popo o ¿era del amor? —Esa voz era tan tormentosa que la escuchaba en mis peores pesadillas.

—No te incumbe, además estoy demasiado ocupada haciéndole la vida imposible a mi prima como para preocuparme por tus problemas. —Confieso —Observe mis uñas sorprendiéndome por lo largas que estaban.

—Vamos, amor, dijiste que me ayudarías —suplico—. Rodé los ojos y miré mi teléfono con desagrado. —Primero que nada, no me digas "amor"; esa palabra está sobrevalorada. Segundo dije que lo intentaría. ¿Acaso crees que estoy aquí por gusto o qué? Sabes que mi padre me obliga a venir para "Afianzar los lazos familiares" —hice una mueca de asco...

—Lo único que hay de la familia aquí es el apellido. No sabes cómo extraño el clima de Londres; aquí tengo que ponerme tres capas de protección solar. Tengo miedo que se me tapen los poros —palmeó mi rostro lentamente; si me saliera algún grano, estaría totalmente muerta y enterrada.

—Bueno, pero igual sabes lo que tienes que hacer —replicó—. Asentí lentamente —. Lo sé, pero voy a intentarlo, no me comprometo... —Observe a Chat Noir saltar sobre unos autos con el cuadro de la Monalisa en sus manos.

—¿Hola? —El llamado me sacó del trance. Me acerqué un poco más a la ventana para observar mejor lo que estaba haciendo. —¿Me creerías si te digo que estoy viendo a Chat Noir saliendo del Louvre con la Monalisa?

Colgué la llamada y bajé la ventanilla; por suerte, el tráfico estaba de los mil demonios y podría tener fotografías de primera fila. Presione el botón para tomarle una foto; al ver lo borroso que salió la imagen, repetí la acción. Sin querer presionó el flash y salió disparado directamente hacia el héroe.

—Ay por el amor de Dior —musteó al notar que la luz salió tan fuerte que llamó la atención del felino. Ese teléfono era la mejor inversión que había hecho, luego de mis botas Chanel. El héroe sí se podía seguir llamando así, ya que por lo que estaba viendo era un ladrón en camino hacia mi dirección.

Bajé el teléfono y sonreí. —No es nada agradable verte de nuevo. Por cierto, ¿le harás mantenimiento? O simplemente la exportarás a otro lugar que no es donde pertenece, osea el Louvre —expresé. Presioné el botón para subir la ventanilla, pero su mano me detuvo.

—Jamás te había visto en mi vida, sea quien seas, pero no sé porque presiento que serás de muy buena compañía. Excluyendo que eres una verdadera hermosura —guiñó su ojo izquierdo y sonrió coqueto.

Mi ceño se frunció e hice una mueca de asco; aparté su mano bruscamente de la ventanilla. —Sí, claro, ve a tejer calcetines; te aseguro que es mejor hobby que hacer el ridículo cada que respiras —hice una señal con mis manos para que se fuera.

El héroe abrió la puerta del auto de un manotazo. Abrí mis ojos en par y tomé mi cartera indignada. —Eres muy grosero, ¿sabes que puedo demandarte por esto? ¿Acaso no te quedó claro quién soy? Más te vale que mi hablar fue interrumpido por su mano.

Golpe mi cartera con su cara múltiples veces. Lo único que salía de mi boca eran balbuceos. Su mano me cubría todos los labios. Esto estaba llegando a su límite

Me removí entre sus brazos intentando liberarme. Logré apartar sus manos de mis labios y respirar profundo. —¡Suéltame! ¡Te lo advierto, gato sarnoso! ¡Si no me sueltas ahora lo vas a lamentar! —Grite pataleando hacia el aire.

—¡Estás arrugando mi abrigo! —Busqué alguna forma de usar mis piernas como medio de defensa, pero me era imposible; luego de algunos movimientos las había inmovilizado por completo.

Salto algunos tejados sin ser un poco delicado; el movimiento, sin duda, ya tenía que haberme destrozado todo el cabello. La imagen que tenía en mi mente sobre mi apariencia ahora mismo me daba repulsión. —¡Te odio, Chat Noir! —solté un grito desgarrador.

—Wow, ese grito se escuchó como alrededor de cinco manzanas —suspende asombrada.

Era en vano; no podía soltarme; solo lograría morir o morir y definitivamente eso no estaba dentro de mis planes el día de hoy. La palabra planes resonó en mi cabeza; lo había olvidado; tenía que hacer mil visitas el día hoy.

La ausencia de mis padres en París era muy constante y aún tenían negocios sin cerrar, asuntos que atender y amigos los cuales visitar. Y eso era parte de mi estadía aquí: era mi trabajo. Había sido mi trabajo desde que era prácticamente una niña. Sentarme con personas de más de sesenta años sin hacer nada era mi talento natural.

Me ayudaba a reflexionar y estar mucho más segura de querer morir antes de los treinta.

—Tengo una cita con el alcalde—. Chille, entrando en desesperación. Luego de unos segundos saltó sobre una especie de taller de arte, en unas condiciones no muy bonitas. Me dejó sobre el suelo y depositó la pintura en una pared.

Observó a la Monalisa por algunos segundos, sonriendo ampliamente. Me levanté del suelo y sacudí mi abrigo; era negro y gracias al polvo de este lugar estaba manchado con siluetas blancas de suciedad.

Me saqué el abrigo y comencé a darle sacudidas con mis manos. Tenía que reconocerlo por primera vez; era absurdamente caro, pero el caso era que me gustaba mucho y sí podía ser un despilfarro, pero en verdad amaba ese abrigo y ahora estaba arruinado.

Observe al "Héroe" con odio acercándome lentamente. —Esto te saldrá muy pero muy costoso. Inservible bola de inmundicia. —El rubio volvió a verme con una sonrisa burlona.

—Vaya, al parecer tienes garras, hermoso tulipán de primavera —se carcajeó y comenzó a acercarse. Definitivamente era un ladrón, secuestrador, infame, inservible, bueno para nada. —Quiero que des un paso más y te aseguro que de hoy en adelante serás el gato con botas discapacitado —musteó achinando los ojos, observando cada pequeño detalle de él.

Se veía muy diferente y no es que me haya tomado tiempo para admirar. La primera vez que lo vi, estaba muy ocupada burlándome de su desgracia. El felino hizo un gesto de sorpresa y retrocedió un poco.

—Está bien; de todas formas, no quiero lastimarte. —Musteo, alejándose más de mí. —Ni que lo intentaras, podrías hacerme algo, escoria con retraso mental. ¿Acaso crees que tengo miedo? —Cuestione con ironía —Mire a mi alrededor, observando los vidrios que había en el techo; eso explicaba el calor que hacía en ese lugar.

No tenía ventilación y aquellos vidrios eran tan gruesos como el fondo de una botella. Suspire derrotada y recogí mi cabello. —Puedo preguntar qué necesidad tienes de tenerme aquí. Es decir, ni te conozco. Aunque sea muy raro, no te he hecho nada, aún. —Dije eso último con un tono de aclaración.

Al no recibir respuesta volví a posicionar mi mirada en el chico, el cual estaba moviendo unas cajas hacia otras; estaba haciendo una especie de pirámide. Lo observé por unos minutos mientras terminaba. —En realidad no sé porque te traje aquí; solo tomo lo que me gusta. Por ejemplo, la Monalisa, me gustó, la quería y la robé y contigo sucede igual —confesó, sacudió sus manos en el aire y fue hacia un rincón por unas cadenas.

—Definitivamente, eso es lo más enfermo que he escuchado en toda mi vida —susurro sintiendo repulsión.

Camine hasta mi abrigo y bolso para levantarlos del suelo. —Si no te importa, soy una persona muy ocupada y no tengo tiempo para tus juegos de super héroe resentido. Así que, adiós —busqué una salida con mi mirada.

Mi cabeza giraba como un ventilador; por más que buscaba no lo conseguía. Resopló con impaciencia acomodando mi fleco. —Te importaría decirme dónde queda la maldita salida, ya que he perdido medio día aquí contigo. —Me queje.

El rubio me dio una pequeña sonrisa y señaló una puerta. —Ahí está la salida. —dijo moviendo sus piernas de un lado a otro con ciertas ansias.

Observó aquella puerta por un rato, indecisa en si pasar por ahí o no; después de todo no se veía en muy buenas condiciones.

—Está bien, ¿podrías abrirla? —Solicitó empezando a sonreír con inocencia. El felino me observó extrañado. —¿Disculpa? —contesté haciendo muecas.

Sonreí un poco más y pasé un mechón detrás de mi oreja. —No estarás pensando que voy a tocar esa puerta; me vacuné contra el tétanos hace muchos años, pero aún así no creo que sea tan efectiva como para funcionar si me llegó a rasguñar con "Eso". —Señale la puerta y logre notar cómo empezaba a tener un tic en su ojo.

—Es solo una puerta, niña, tomas la cerradura, la abres, sales de aquí y eso es todo —explicó moviendo sus manos con desesperación.

Lo observé con satisfacción. —Primero que nada, esto es secuestro, tú me trajiste aquí en contra de mi voluntad y ahora me estás pidiendo que ponga en riesgo mi integridad tocando esa cosa. Esto es ridículo —cruzo mis brazos en señal de indignación.

—¡Agh! Está bien, pero ¿qué con? Su hablar fue interrumpido por alguien que cayó del techo. Mi boca se abrió abrió para ver quien era .

—Eso no me lo esperaba —murmuré observando a ambos gatos peleándose entre sí. Me escondí detrás de la pila de cajas y los observé con atención. —¿Qué es esto? —susurró analizando cada movimiento de cada uno.

—No lo sé, pero sin duda es obra de Howk Moth —habló una voz detrás de mí. Mi respiración se cortó por el susto; volteé lentamente y mi tranquilidad regresó al ver de quién se trataba.

—Perdón, te asustaste —inquirió la moteda poniéndose de cuclillas al igual que yo. La observa por algunos segundos y no puede evitar hacer una mueca.

—Sé que no es importante ahora, pero ¿por qué estás aquí? —cuestionó la azabache.

Suspire profundo. —Pues porque soy el hada de los dientes y me enteré que el copichat estaba en proceso de maduración —ironizó con un tono agresivo.

Estaba de muy mal humor y por más que quisiera ser la persona más hipócrita del mundo, en estos momentos mi tolerancia estaba lejos de ser agradable. Podría pelearme con un tarro de perfume si eso era posible.

La moteda entró en la pelea sin saber qué hacer. Se veía demasiado confundida; era claro que no sabía quién era quién. Era su compañero y no sabía diferenciarlo de una copia ¡Wow, eso de verdad era mucho compañerismo de su parte!

Sentí mi teléfono vibrando y rápidamente lo busqué en mi bolsa; todo mi mundo se detuvo al ver que era el alcalde. —Dios mío, por favor, matame, ya estoy muerta —Chille sorbiendo falsamente mi nariz.

—Buenas tardes, señor Bourgeois —saludé tratando de mantener la calma; si mis padres se enteran que falte a tal reunión, iban a quitarme las tarjetas de crédito. Mi vida se acabaría.

—Hola Kathleen, ¿cómo te ha ido? Me gustaría saber porque no asististe a la inauguración de la estatua; creo que estabas informada de mi invitación —expresó.

Lo había olvidado por completo; sabía que tenía una reunión con él, pero no que iba a ir a la inauguración de la tal estatua. Era la primera vez que olvidaba algo como eso. Tal vez debía ir al doctor para ver si tengo Alzheimer prematuro o algo así.

—Cuánto lo siento, Sr. Bourgeois, pero tuve algunas complicaciones en el camino y me temo que aún no me he podido liberar de ellas —Titubie volteando hacia la lucha de los héroes.

—Haré todo lo posible por solucionarlo lo más rápido que se pueda; nuevamente le pido una disculpa y le daré explicaciones en persona. —Finalize y corte la llamada.

Volví a posicionar mi atención en la pelea, si así se le podía llamar a lo que parecía un show de circo. El felino y el otro felino estaban haciendo poses comprometedoras, las cuales si tuviera ánimos subiría a Internet, volviéndolas un éxito local.

—Ay, por favor, qué tengo que hacer para que me saquen de aquí —me queje en voz alta y mire hacia el techo con fastidio. Estaba muy sudada; todo mi atuendo se había ido a la Devlin, mi cabello era un verdadero asco y mi abrigo, luego le haría un funeral decente a mi amado abrigo.

—No crees que sería mejor que ayudes en vez de estar de quejosa —gruñó uno de los Chat Noirs.

—¡Pff! —Buffone. —Ay cosita, no me hagas reír, no se supone que ese es tu trabajo y te recuerdo, engendro del demonio, que me debes una —crucé mis brazos resignada.

—Entonces lo único que haces aquí es molestar, niña, vete —me ordeno molesto.

Esa sanguijuela fuera de lugar estaba sobrepasando mi paciencia. —Y qué crees que he estado intentando desde hace como ¡una hora! —Caminó hacia la pelea de forma amenazante.

—¿Acaso eres tan estúpido como para no deducirlo por ti mismo?— Sonrió satisfactoriamente al ver cómo el otro rubio logra tomar más fuerza en el forzado.

—Pero claro, si estoy tratando con un ridículo, ridículo e inservible gato, pronto siento como mi cabello comienza a sudar mucho más.

Hice una mueca de asco y desaté el abrigo de mi cintura. Desvío mi mirada hacia la moteada, la cual estaba haciendo una caña de pescar con una cuchara.

Posiciono la vista nuevamente en el forzado de los chicos; puedo ver la coordinación de sus movimientos. Esta es una pelea que ya estaban destinadas a ganar. Tenían un gran plan, pero era muy fácil de adivinar.

Me encogí de hombros frustrada. —Me voy a ir por esa puerta—señaló la chatarra sintiendo náuseas.

—Vieja y llena de... ¡Lo que sea que sea esa cosa verde y fea! —Lloriqueó caminando lentamente hacia la puerta. ¿Quién sabía si era del mismo infierno?

—¡Ay por fin Dios escuchó mis oraciones! No te molestes en volver —matizó el felino con el cual acababa de discutir.

—Ni te creas tan importante como para que yo te quiera volver a ver el rostro. —Finalmente tomé aire y contuve la respiración, giré la perilla de la puerta y la abrí.

Al salir me encontré con un callejón lleno de basura. —¡Oh! ¡Lo sabía! —Cubrí mi nariz de inmediato y corrí a través de él.

Corrí algunos segundos más. Me sentía lo suficientemente lejos de aquella pesadilla. Ahogué un grito interno moviendo mis manos asqueadas. —¡Cómo se atreve! —Chille internamente.

Mis botas, el abrigo, mi pelo, mi atuendo, mi reunión... ¡Todo se fue a la Devlin! Y es por culpa de ese maldito polizón y del maldito intento de héroe.

La ame y la odie en este capítulo, nah, es broma la amo, mi super diosa con conflicto de Blair waldorf

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La ame y la odie en este capítulo, nah, es broma la amo, mi super diosa con conflicto de Blair waldorf .

𝐼𝑙𝑙 𝑤𝑖𝑙𝑙 𝐶ℎ𝑎𝑡 𝑁𝑜𝑖𝑟 / 𝐴𝑑𝑟𝑖𝑒𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora