𝑆𝑒𝑐𝑟𝑒𝑡𝑠 ஜ══

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La pelirosa se encontraba garabateando su cuaderno mientras se terminaba la clase de química

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La pelirosa se encontraba garabateando su cuaderno mientras se terminaba la clase de química. En toda la mañana solo podía desear que la hora de la salida llegara; quería escapar de ese lugar llamado "escuela" que en realidad era una verdadera prisión.


El timbre finalmente sonó dándole paso a la salida. —Por fin —murmuró tomando su mochila. Había guardado sus libros veinte minutos antes de la hora.

Bajo las escaleras, tarareando mezclas de muchas canciones juntas, iba a cruzar el semáforo, pero un agarre la detuvo.

—Alix, ¿puedes ir hoy a la casa de Juleka? —preguntó Rose con un tono de voz alto. —La banda tocará unas de mis nuevas canciones —confesó la rubia emocionada. Moviendo el hombro de su amiga bruscamente, la pelirosa hizo una mueca y sonrió; estaba sumamente apurada. —Ehhh, claro, estaré ahí —chasqueó sus dedos y palmeó la espalda de la rubia.

Hizo una señal militar y se dio la vuelta para continuar su camino, pero otra vez la detuvieron. —Alix ¿Vendrás el viernes a la campaña de protección ambiental? —interrogó la chica con una libreta en sus manos.

Un tic apareció en el ojo de la pelirosa —claro... ahí estaré, ahora si me disculpas, tengo prisa. Observó el semáforo con ansias, presionando el botón desesperadamente —vamos, vamos —susurró mirando a su alrededor.

El semáforo cambió a verde y la pelirosa se apresuró a cruzar, pero no contaba con que otra mano la detendría. —Alix —llamó la azabache —¿Vendrás a mi casa a probarte la gorra que me encargaste el otro día? —preguntó con tranquilidad, comenzando a preocuparse por el comportamiento de su amiga.

La pelirrosa estaba dándole patadas al poste mientras restregaba su cabello con brusquedad. Se reincorporó y suspiró con impaciencia, acomodando su gorra. —Si Marinette iré, ¿mañana estará bien?—preguntó volteando a observar la luz del semáforo.

—Está bien, excelente —sonrió la azabache dejando libre a la pelirosa; por suerte el semáforo no había cambiado; la chica vio su oportunidad justo cuando iba a poner un pie sobre la carretera. Una limusina se detuvo frente a ellas.

—Maldición —murmuró la pelirosa, facepalmeando su rostro.

De ella se bajó una chica que se podía jurar que si se unía con el sol se convertiría en uno solo, con una resplandeciente sonrisa. —¡Primis!—chilló saltando fuera del auto para lanzarse hacia la pelirosa, abrazándola fuertemente.

—Ay, no puede ser... —balbuceó escupiendo los cabellos que se enredaban en su boca —también estoy feliz de verte, Kathleen —se apartó de la rubia y la observó con una sonrisa fingida.

—¿No podías esperar a estar en casa?—cuestionó entre dientes, mirando a la azabache de reojo, la vergüenza carcomida por dentro...

—Sí, pude hacerlo, pero no podía esperar para estar con mi prima favorita en el mundo mundial —alardeó con un tono que dejó boquiabierta a la azabache.

La rubia se volteó hacia la azabache y sonrió: —Hola, para mí siempre es un gusto conocer a las amigas de mi prima —lo medito por unos segundos —es como si fueran mi familia —dijo sacudiendo la mano de la azabache.

Miro a Alix y luego a la rubia repetitivas veces. —Para mí también es un placer conocerte —balbuceó aún consternada. No parecían parientes en lo absoluto; era como comprar un rayo de sol y la parte más oscura de la oscuridad.

—Ya vámonos, quiero ver a mis tíos —mintió la pelirosa empujando a la rubia a la limusina.

—Ay, Alix, por favor, déjame conocer a tus amigos —pidió la ojimenta impidiendo el empuje de la pelirosa. A la azabache le pareció tan tierna la escena que no pudo evitar sonreír.

—Por supuesto —afirmó tomando la mano de la rubia para llevarla con el grupo de chicos que la esperaba al pie de la puerta.

—Chicos, les presento a Kathleen —anuncio moviéndola hacia los demás —ella es prima de Alix —confesó sintiéndose orgullosa de lo que estaba haciendo; había complacido a una desconocida; definitivamente, el universo la premiará por tan bondadoso corazón...

Lo que no sabía era que la pelirosa la observaba con los ojos ardiendo en llamas; se metió en la limusina azotando la puerta detrás de ella. Bajó la cabeza lo más que pudo; después de eso estaría encerrada en su casa el resto del año escolar.

La rubia quedó mirando fijamente la actitud de su prima con una sonrisa ladeada. —Oh, al parecer Alix se avergüenza de mí —comentó. Sus ojos se oscurecieron y bajó su cabeza. Volteó hacia la azabache y el resto de chicos con una mirada de dolor.

—Será mejor que me valla —dejó en el aire y comenzó a caminar a la limosina sonriendo ligeramente.

Todos abrieron la boca en par; jamás podrían pensar que una persona como Alix se avergonzará de algún miembro de su familia.

—Kathleen —llamó la azabache tomando la mano de la rubia —debe ser un malentendido, Alix jamás tendría ese comportamiento y dudo que con alguien de su familia —considero comenzando a tener desconfianza de la rubia.

La ojimenta lo notó, así que inmediatamente cambió su semblante. Sonrió forzadamente poco a poco —tienes razón, Marinette, tengo que hablar con ella después de todo, hace muchos años que no nos vemos.

Tomó la mano de la azabache —¡De verdad te lo agradezco mucho, bonita, no sabes cómo adoro que seas tan buena amiga de mi prima; ahora sé que está en buenas manos! ¡En buenas manos con todos ustedes! —río dirigiéndose al resto del grupo con un tono inocente.

Guiño el ojo y se alejó de la ojiazul para regresar a la limosina.

Al escuchar esas palabras, todas las sospechas que tenía respecto a la chica desaparecieron. Si algo sabía ella era identificar a personas mentirosas y estaba segura que Kathleen no era una de ellas.

La azabache observó cómo se alejaba el vehículo. —Qué agradable —susurró con una pequeña sonrisa.

La ojiavella se acercó a ella asustandola por detrás. —No puedo creer que Alix haya tratado así a su prima —habló la morena mirando hacia la misma dirección con lástima.

La azabache asintió, —pero espero que puedan solucionar todo —suspiró sonoramente y comenzó el camino con su amiga directo a su casa.

La rubia iba con la mirada perdida en la ventanilla, mirando a su prima de reojo algunas veces. —¿Qué te parece? Acabo de hacer amigos nuevos—habló con un tono sarcástico.

La pelirosa la miró detenidamente y suspiró para obtener la paciencia necesaria; no podía negarlo; le dolía. Sin duda le dolía en lo que se había convertido.

—¿Por qué, Kathleen? ¿Por qué te causa tanta satisfacción molestarme? De verdad intento madurar, intento llevarme bien contigo, pero tú siempre tienes que arruinarlo, todo eres una... —apretó su mandíbula con impotencia.

Sus nudillos se pusieron blancos y las palabras parecían que fueran a explotar de su boca. Todo se había salido de control. —Maldita perra —soltó de golpe haciendo que el chófer la observara con diversión por el espejo retrovisor.

La rubia sonrió victoriosa —eso, Alix, saca esas agallas, primita —observó detenidamente cada aspecto del atuendo de la chica, haciendo algunas caras de desagrado, viendo con énfasis en su mirada en los obvios aspectos de su atuendo que le daba repulsión.

—¿Esa ropa es de vivan los basureros punto com? —ironizó levantado un pedazo de la pantaloneta con desagrado, como si de un pedazo de porquería se tratase.

La pelirosa gruñó y se lo arrebató bruscamente. —No te atrevas a tocarme, cuando lo haces siento yo como se me pegan los microbios —sacudió la parte de que la ojimenta había tocado con asco.

La rubia rodó los ojos —agradece que me atrevo a tocarla, esos trapos de cocina ni siquiera deben ser llamados prendas de vestimenta, es un crimen— infló sus mejillas. Tomó la gorra de la chica y comenzó a olerla. Hizo una mueca de náuseas y sonrió con burla.

Suspiro —El sentimiento es mutuo, solo que cuando tú me tocas, el mal olor llega hasta mis prestigiosas fosas nasales —sacó de su bolso un frasco de perfume y empapó la gorra de este.

La pelirosa al ver esto intentó arrebatarle la gorra, pero fue en vano. La rubia en un movimiento ágil se acercó a la ventana y la dejó ir.

Fingió impresión. Llevó las manos a su boca —Usp, creo que los firulas tendrán nuevo accesorio, aunque pobre que lo único que reciba sea un pedazo de contaminación ambiental —tomó su teléfono dispuesta a tomar una fotografía de la miserable expresión que tenía su prima.

La pelirosa observaba con pena como se alejaba, cuando perdió de vista su gorra.

Un auto la aplastó en la autopista, volteó hacia la rubia con una mirada asesina. —Te voy a matar —se lanzó hacia la chica, tomándola de sus cabellos, jalando fuerte de estos.

—¡Ay mi cabello! —se quejó agarrando a su prima de la pierna y hacerla caer hacia atrás.

La pelirosa se reincorporó y volvió a tomar las riendas de la discusión y tiró del cabello de la ojimenta como si no hubiese un mañana...

—¡Estúpida, mi pelo idiota! —grito la rubia jalando del cabello a su prima y estrellandola contra el asiento.

—¡Metete con todo lo que tú quieras, pero mi cabello! ¡Mi cabello no lo tocas! —sentenció tomando el frasco de perfume y rozearlo por todo el rostro de la pelirosa.

La de baja estatura comenzó a toser y se alejó de la rubia para evitar que el perfume entrara en sus ojos

La ojimenta observó la botella con lástima. —Mira el lado positivo, al menos ya no apesta a indigente. —Medito con burla observó el gesto de desagrado de la chica por el perfume y contempló la idea de detenerse, pero decidió seguir empapando a la pelirosa.

El sentimiento de victoria recorría cada célula de su cuerpo.

—Siente a Carolina Herrera entrando por tus venas —bofuneó la rubia, comenzando a grabar con su mano libre.

La pelirosa le arrebató el perfume y lanzó hacia la carretera haciendo que este se quebrara en el suelo. —En tu cara, Barbi mal hecha —se burló aplaudiendo.

—Firulais, disfruta de tu nuevo perfume —ovacionó hacia la nada, para voltear a mirar a la rubia con odio.

La sonrisa de la ojimenta se borró radicalmente. Cayó sentada en el cojín del auto. —Alix, mi perfume era carísimo —chilló—. Agradece que mis tacones sean Gabriel's originales si no te juro que te los reviento en la cabeza. —Sacó un espejo y comenzó a ordenar sus cabellos con el ceño fruncido.

—Qué salvaje que eres —murmuró volviendo a darle forma a su caballo.

—¿Sabes?—cuestionó sonoramente. Dio una última mirada al espejo antes de observar a su prima. Pasaron algunos segundos y una sonrisa arrogante se plasmó en sus labios.

—Me resulta muy bien molestarte, es como volver a los viejos tiempos, ¿no te parece? —replicó —tomó un bolso de la parte de atrás del asiento.

Rebusco un rato en esto con suma delicadeza. —Lo encontré —murmuró tomando entre sus manos una preciosa caja de plata con azulejos decorando su alrededor; era realmente elegante y se veía muy antigua, pero al mismo tiempo parecía recién comprada.

—Es... ¿La reliquia de la abuela? —interrogó con un brillo en sus ojos; intentó tocarlo, pero la rubia lo apartó rápidamente.

—Ah, ah, ah —negó con su cabeza repetitivas veces —no tocaras esto lo llenarás de suciedad —sentenció—.

La pelirosa estaba llegando a su límite; sus ojos eran como miras de franco tirador; en cualquier momento saldrían disparos de ellos. Tenía un gran nudo en su garganta.

Los sentimientos de impotencia e ira se estaban apoderando de ella. —No puedes hacer esto, es reliquia familiar; tengo el mismo derecho sobre ella que tú —dispuso.

Volvió a intentar tomar la joya, pero su prima se lo volvió a impedir con un gesto de indiferencia. —¡Ahg! —gruñó con fastidio —¡¿Cuál es tu maldito problema?! —exclamó tomando a la rubia por el brazo para arrebatarle la joya. El forcejeo era predominante en ese momento.

Una mariposa negra se incrustó en la joya, haciendo que su energía negativa atraiga la atención de ambas

—Secrets soy Howk Moth —

La pelirosa conocía a la perfección esa sensación, conocía lo que estaba por hacer, intentó luchar, pero tenía tanto enojo acumulado que se le hizo completamente imposible.

Sabía que tenía que luchar contra algo pero no sabía cómo.

La rubia escuchó ese eco en su cabeza, sintió como perdió el control total de su cuerpo; todo lo que respondía en ese momento eran sus pensamientos, los cuales estaban inundados de esa voz y la tentación de aceptarla.

—Les daré el poder de revelar lo que esconden las personas dentro de sus secretos. A cambio me traerán los misterios de Ladybug y Chat Noir —el holograma de mariposa adornaba sus ojos como si fuera un antifaz.

La rubia fijó su mirada en una chica que llevaba el Louis Vuitton de la semana de la moda en Manhattan que se moría por tener esa colección limitada y ella no llegó a ser una de las cien afortunadas de comprarla a tiempo.

Sintió una grata emoción al verla, ignoró la voz misteriosa en su cabeza y dirigió toda su atención en la cartera.

El antifaz desapareció y ella se quedó embobada con la cartera. Se levantó de su asiento sin importarle el estado en que estaba su prima.

Asomo su cabeza por la ventanilla dejando al chófer con un gesto de shock absoluto; estaba por renunciar. Sabía que la chica no tenía remedio cuando en vez de ir al hospital cuando se fracturó el brazo fue a una tienda de zapatos para ver cuál le quedaría mejor en su proceso de recuperación.

El de traje morado estaba en su guarida con un tick en su ojo. —¿Pero, qué pasó?—exclamó al sentir cómo había perdido la conexión con la ojimenta.

—¡Yuju! —llamó sonriendo ampliamente; si habría algo con lo cual casarse era con esa cartera. Movía sus manos como si tocara el violín.

La chica notó que la rubia la llamaba, así que decidió acercarse. Al ver el saco que llevaba puesto hizo el mismo gesto que la chica; reparó cada detalle del saco con una sonrisa brillante.

—Querida, ¿dónde pudiste comprar este Louis Vuitton colección limitada? —interrogó con ilusión. Tocar esa cartera era definitivamente lo mejor que había tenido en su día.

—Fui con mi mami a New York la semana de la moda —presumió con orgullo.

La rubia sintió un poco de envidia y estaba lista para insultarla de una forma que solo ella sabía hacerlo; pero en ese momento recordó lo que estaba pasando hace un rato. Volteó hacia su prima lentamente cuando escuchó una risita curiosa.

—Hola, Kathleen —murmuró Secrets con una voz espeluznante. La rubia abrió los ojos y sonrió con nervios.

—Hola, ¿no has visto a una chica chaparrita? Es bonita, pero no le digas que yo te dije, una pantaloneta horrib —no pudo terminar de hablar. La akumatizada la tomó por la cintura con unos de sus tentáculos y rugió fuertemente.

La ojimenta limpió la baba de las akumas de su rostro con una mueca vomitiva. —Asquerosamente raro, pero pareces una buena persona o monstruo lo que sea, ¿te parece si dialogamos un rato?—sugirió en voz extremadamente baja.

La akumatizada rompió la ventana del auto y salió por esta, llevando a la rubia sometida como saco de papas. Camino por los tejados con destino a la torre Eiffel.

—Con cuidado, ¿acaso quieres que ponga un cartel que diga frágil en la frente? —gruñó la ojimenta cuidando que su cabello no se enredara con los tentáculos.

La akumatizada golpeaba a las personas con los rayos que salían de su collar. La rubia sabía perfectamente qué era su prima y sabía lo que le había pasado, pero estaba lista para fingir inocencia absoluta.

La akumatizada llegó hasta la cima de la Torre Eiffel y dejó a la ojimenta sobre el borde colgada con una sustancia pegajosa que había salido de sus tentáculos.

La rubia hizo una mueca de asco al sentir el olor de aquella viscosidad. —¡Wacala! Este saco es de diseñador ¡Mi cabello! Por favor, dime que esto no es lo que creo que es —se quejó con sus ojos ligeramente cristalizados.

La moteada y el felino llegaron a la torre Eiffel. Al observar la escena, la azabache analizó la situación; miró a la rubia con lástima y algo preocupada de que cayera.

—¡Chat, ve con ella, yo me encargo de la akumatizada! —decretó lanzándole su yo-yo a la akumatizada.

El rubio llegó donde estaba la chica e intentó quitar la sustancia viscosa de forma cuidadosa. De manera que no quedará tan frágil y le diera tiempo de tomar a la chica en caso de que se desprenderá.

—Hasta que, por fin —suspesó suspirando impaciente —¿Se supone que estás haciendo cosplay a alguien o fue tu creatividad propia? —interrogó con curiosidad. Observaba el cascabel con ligera burla.

Sin duda le gustaba el traje; nada era más creativo que un gato con problemas de tinturas capilares. El rubio la miró raro; lo que él vio esta mañana era tan diferente a lo que estaba salvando ahora.

—Date prisa, estar en esta posición no es muy ortopédico qué digamos —confesó moviendo su espalda con dificultad.

El rubio la observó divertido y soltó la viscosidad a propósito, haciendo que la rubia cayera por algún motivo; él pensaba que sería divertido.

—¡Ahhhh! —gritó viendo cómo el suelo se acercaba —¡Ayuda, no sé volar, repito, no sé volar, ni siquiera aprendí a andar en bici! —exclamó haciendo nado de perrito, pero el viento y la fuerza con la que estaba cayendo se lo impidieron.

—Prometo no gastar tanto en compras, también prometo adoptar un perrito, juro que no vuelvo a decir que mi vida es miserable cuando se parte una uña —recíproco juntando sus manos.

Al estar a tan solo centímetros de tocar el suelo, cerró sus ojos y su corazón dio una vuelta de trescientos sesenta grados. Cerró los ojos esperando el impacto que nunca llegó; por el contrario sintió unos fuertes brazos sujetarla.

El rubio sudo frío al pensar que no llegara a tiempo. El jueguito casi se le sale de las manos. Ladybug lo habría cortado en pedacitos.

Al ver que la ojimenta permaneció con los ojos cerrados, se alarmó. ¿Había tocado el suelo? ¿Había matado a alguien?

La sacudió entre sus brazos; la rubia abrió los ojos ampliamente, suspirando con alivio. Observó a su alrededor, mirando al rubio con desagrado. —¿Sabes quién soy? ¿Sabes que puedo ser denunciante por esto? Copia barata del gato con botas —enfureció, golpeando los brazos del chico.

El rubio la observó indiferente y la soltó, haciendo que caiga al suelo en un golpe seco.

—Auh—

El héroe sonrió burlesco. Desvió su atención hacia su compañera buscando un momento estratégico en el cual entrar en la pelea.

La azabache esquivaba los rayos de la akumatizada ágilmente. No tenía conocimiento de donde se encontraba el akuma, pero estaba segura de quien sí lo sabía.

El felino usó su bastón como escudo para tratar de hacer un plan con su compañera. Tenían cierta dificultad visual; los rayos eran tan luminosos que impedían la buena distinción de las imágenes. —Donde dejaste a la chica, ella puede decirnos dónde está el akuma —preguntó la moteada. Tenía los ojos ligeramente entrecerrados; el movimiento de su yo-yo había cesado, dejándole a su compañero el labor de cubrirlos a ambos.

—¿De verdad piensas preguntarle a ella? Siquiera deben saber dónde está parada o que es lo que está pasando —confesó el héroe. Sin duda tenía mala espina con respecto a esa chica.

La moteada lo miró mal y rodó los ojos. —Está mal juzgar a las personas sin conocerlas, Chat—. Puso las manos en su cintura y lo medió unos segundos.

—Quédate aquí, yo iré a hablar con ella —la Azabache llegó hasta donde se encontraba la chica de un salto.

—Kathleen, hola, espero que estés bien, soy Lady—. Bog —interrumpió, tomó la mano de la azabache moviéndola en forma de saludo repetitivas veces. —Lo sé, soy una gran admiradora tuya, de verdad es un honor por fin conocer a la imagen del poder femenino en persona, eres un gran ejemplo a seguir, Ladybug —halago la rubia.

Su sonrisa era resplandeciente. La azabache estaba sorprendida: siempre le hacían cumplidos por salvar París, pero nunca le habían dado un significado tan importante a lo que hacía. —El honor es mío —susurró mirando fijamente a la rubia a los ojos.

Escuchó un estruendo detrás de ella. La villana estaba haciendo destrozos por todos lados y estaba usando a su compañero como bola de estambre. Aclaró su garganta y sonrió con nervios.

—Necesito que me digas donde está el akuma, digo, supongo que sabes donde está —teorizo.

La rubia achicó sus ojos meditando algunos segundos. Sabía todo a la perfección. —El Akuma está dentro de la caja que tiene en el cuello. Entró cuando nos la estamos forjando —rascó su nuca y vio a lo lejos como un rayo se acercaba directamente a la moteada.

Se lanzó hacia ella, impidiendo que el rayo la tocara; fue un movimiento tan ágil y rápido que solo una persona con entrenamiento o con un milagro era capaz de hacer. La moteada estaba estática con la ojimenta sobre ella; la había salvado.

Al ver que se aproximaba otro ataque, tomó a la rubia por la cintura y se balanceó con su yo-yo hacia un tejado.

—Eso estuvo cerca —jadeó la ojiazul, volteó a ver a la rubia, la cual se encontraba como si nada, simplemente miraba a su prima acumatizada con los ojos entrecerrados.

La moteada notó su falta de emoción en la situación, pues para una persona que acaba de llegar a París y encontrarse con semejantes ataques, muy tranquila no debería estar.

—¿Estas bien? —preguntó la azabache echándole un vistazo a su compañero. El felino estaba en la punta de la torre Eiffel, pegado con la misma sustancia viscosa en la que anteriormente estaba la rubia.

La moteada cerró los ojos intentando ordenar sus ideas y armar un plan. —Yo ayudaré a Chat; tú ves hacia la akumatizada; después de todo, ya sabes donde está el akuma —sugirió la rubia en un susurro sin apartar la mirada de Secrets.

El idear alguna estrategia por parte de ella no fue necesario. No encontraba fallas en la lógica de la ojeriza. Asintió con seguridad y acató la primera instrucción de la rubia.

La ojimenta contenía una pequeña sonrisa burlona, viendo al felino atrapado en la misma situación que ella hace un rato. —El karma, mi querido amigo, es maravilloso —habló la ojimenta, llamando la atención del felino. El ojo esmeralda volteó a verla con el ceño fruncido.

—Eres verdaderamente irritante, ¿lo sabes verdad? —se removió en su trampa, pero al sentir como la viscosidad se quebraba se quedó totalmente quieto.

Un tic apareció en el ojo de la ojimenta. —Te voy a dejar ahí y te puedo asegurar que esa caída será más fea que un estampado de rayas con flores—. Observó alguna forma de sacar al héroe de ahí sin que cayera al vacío. Después de todo, ella no podría lanzarse a su rescate si caía.

—Muy bien, necesito que te quedes quieto, eso claro, si no quieres despertar en un concierto de Michael Jackson. —Miro sus tacones con lástima—. Definitivamente no sirvo para jugar a salvar el mundo. Murmuró caminando lentamente hacia el felino.

Desató sus tacones y subió a un pedazo de metal cerca del barandal. El felino sintió como el hilo en el que estaba colgado se quebraba cada vez más. —Apresúrate —chilló. Observó al vacío y tragó en seco.

Miro de reojo a su compañera, estaba bien, no necesitaba su ayuda; eso lo tranquilizaba por un lado.

—No me presiones, no sé trabajar bajo presión —contradijo la ojimenta estando ya a algunos centímetros de desatar al felino. —Ya casi solo no te muevas, bola de pulgas —subió un peldaño más y logró tomar el inicio de la viscosidad. —Uy que asco. Mi manicura —hizo un poco más de fuerza y desbarató el nudo. El material era como el de una telaraña en malas condiciones.

El felino, al sentir sus manos libres, abrió su bastón y se estableció en la zona firme de la punta de la torre. La rubia se aferró al agarre del barandal al notar la altura en que estaba.

Trago en seco —Le diré a mi madre que me pida un vuelo a Manhattan mañana a primera hora —gruñó entre dientes. Levantó su mirada hacia el cielo para evitar el vértigo que le causaba la altura

El felino río burlesco al ver la escena de la ojimenta dando pequeños pasitos con los pies descalzos sobre el metal. —Déjame ayudarte —intentó tomarla pero solo se ganó una patada en el rostro. —No, muchas gracias. —De un salto y había bajado completamente todos los peldaños.

El rubio acarició su rostro, mirando a la rubia con odio. —Eres una...—. Cubrió su boca para no decir algo de lo cual su madre no estaría muy orgullosa.

—¡Miraculous Ladybug! —ambos escucharon el grito de la moteada. Veían la escena de la azabache purificando el akuma. La rubia tenía una sonrisa burlona; por otro lado, el felino observó que todo se había solucionado y él no había ayudado en absolutamente nada.

—Inservible no es la palabra, incipido e irrelevante. —Volteó a verlo; una sonrisa ladeada adornó su rostro. —Qué lamentable situación —canturreó. Caminó hacia sus tacones y los recogió del suelo.

—Lo más probable es que el ascensor esté dañando, así que me bajas de aquí o me bajas de aquí —amenazó. Apuntando hacia el felino con la punta de su zapato, el rubio alzó las manos en señal de inocencia, meditando la mala suerte que tenía con las rubias presumidas. Su paciencia estaba colmada; iba a decirle algunas verdades, pero noté los zapatos que traía.

Los observo por un rato y sonrió juguetonamente. —¿Son Gabriel's cierto? —cuestionó riendo ligeramente. La rubia abrió los ojos en par y observó los zapatos para sonreír emocionada.

—Sí, ¿verdad que son preciosos? Adoré la última colección de verano, y estos zapatos son tan cómodos y elegantes al mismo tiempo —hablaba tan rápido que parecía Eminem.

—Yo los vi antes de que salí —detuvo su hablar. Se encogió de hombros; casi revelaba su identidad por unos tacones; eso de verdad era manipulación por parte de la moda.

La moteada aterrizó junto con Pelirosas. Inmediatamente la rubia bajó su tacón y sonrió con nervios. —Primita, me alegro que ya no estés poseída por lo que sea que fuera esa cosa —abrazo fuertemente a la pelirosa.

La pelirosa rodó los ojos y la apartó bruscamente: —No me toques. Miro a la rubia con decepción por algunos segundos. Su mirada viajaba de pies a cabeza.

Los héroes estaban en una situación verdaderamente incómoda. El de negro quería irse y no volver a estar presente en otra discusión familiar de esas dos, pero la moteda lo estaba reteniendo por la cola.

La rubia bajó la mirada y suspiró cansada. Se acercó al oído de la chica de baja estatura. —El escarmiento no te quedó claro —susurró con una espeluznante y fría voz.

Lo que hizo que Pelirosa se estremezca: la ojimenta levantó la mirada con una pequeña sonrisa. —Lamento mucho todos los problemas que cause, en especial a ti, Alix. Llegué aquí y no me comporté de la mejor forma, irrumpiste cuando no querías y te incomodé frente a tus amigos. —La rubia tomó la mano de su prima y la arropó con las suyas—. De verdad espero que puedas perdonarme.

La moteada sentía su corazón encogerse; sabía que la rubia tenía un corazón bueno; lo había demostrado al salvarla a ella y a su compañero y al disculparse cuando la grosera no estaba siendo ella.

Por otro lado, el felino observaba la escena dudosa del cambio de actitud que había tenido la chica. Mentía era obvio, pero lo que no entendía era porque.

Miró a ambos héroes de reojo antes de irse. —Muchas gracias; de no ser por ustedes estaría en un desfile de modas, pero con Frédy Mercuri. —Presionó el botón del ascensor, pero no obtuvo respuesta.

—Maldito sistema de mantenimiento. —murmuró volviendo a presionar el botón con más fuerza.

La pelirosa tenía la mirada perdida y estaba segura que lo que estaba por venir no sería nada bonito.

La ojimenta forzó una sonrisa y un suspiro, aferró el agarre a sus tacones y se designó a bajar las escaleras. —No saben cómo adoro caminar, sobre todo cuando son escaleras. ¡Qué alegría! —chilló bajando los escalones.

"La familia es lo más importante"

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"La familia es lo más importante"

Si se preguntan yo no tengo problemas familiares, amo a mis primos. ¿OK?

𝐼𝑙𝑙 𝑤𝑖𝑙𝑙 𝐶ℎ𝑎𝑡 𝑁𝑜𝑖𝑟 / 𝐴𝑑𝑟𝑖𝑒𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora