𝕍𝕠𝕝𝕡𝕚𝕟𝕒 𝟚/𝟚 ஜ ══

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Narradora omnisciente

Narradora omnisciente

El albino y la rubia caminaban por Notre-Dame mientras la rubia le decía al albino ciento diez razones por las cuales perdónala por arruinar su camiseta.

—Razón número cuarenta, me amas y soy tu persona favorita en todo el mundo. —murmuró ya cansada de tanto enumerar. El albino la miró incrédulo. —Claro que no, en realidad eres muy irritante —confesó.

La rubia rodó los ojos y sonrió. —Abrazo. Susurro. Después de tener una larga charla con él, en definitiva se sentía mejor, lo que le hacía tener ataques de cariño. Lo que le pasaba frecuentemente cuando estaba con el albino.

El albino sonrió y la envolvió en sus brazos fuertemente. La rubia disfrutaba de la calidez y la tranquilidad que le daba la cercanía del chico. El olor a su perfume, el cual me mezclaba con el agradable aire libre.

—Cuando seas mayor, te arrepentirás de haber pasado preocupándote por todos los mejores años de tu vida. —Dijo el albino poniendo su barbilla en la cabeza de la rubia.

De la nada una chica con traje de zorro alejó al albino de un golpe en el estómago y subió a la rubia a su hombro, la cual pataleaba con fuerza para intentar zafarse del agarre antes de que la chica se elevara en el aire. —¡Maldita zorra!

El albino se quedó atónito ante lo que vio. Se levantó del suelo con mil formas de ayudarla en su cabeza, cómo actuar o a quién a acudir. —Tranquila Kathleen, tranquila —susurró mientras corría hacia la organización.


Buscaba en su teléfono desesperado un número al cual llamar cuando el héroe felino se atravesó en su campo de visión. Aunque estuviera, apuntó de tener un infarto de lo preocupado que estaba. Debía mantener bajo perfil con las tropas de la organización al menos hasta que el plan sea ejecutado por completo. Aunque si no encontraba solución no dudaría en usarlas.

—¡Chat Noir! —Llamó al felino desesperado, el cual al verlo no pudo evitar sentirse incómodo y molesto. Él no entendía por qué experimentaba tal sensación, pero tan solo verle el rostro al albino era como si pellizcaran dolorosamente su estómago. El felino, poniendo en primer lugar su labor como héroe, atendió el llamado del albino.

Aterrizó frente a él con una expresión neutral. —¿Puedo ayudarte en algo?—murmuró. Mirando al chico fijamente, no entendía que le había visto Kathleen; el chico no era tan guapo después de todo.

El albino, con el corazón latiendo a mil y la respiración acelerada, se apoyó sobre sus rodillas para tomar aire. —Una akumatizada vestida de zorra. Se la llavo —dijo entre jadeos.

El felino al escuchar aquello se puso en alerta. —¿Quién? ¿A quien se llevó?—Temía que fuera lo que estaba pensando. —A mi prima. Soltó casi gritando.

El rubio lo miró confundido. —¿Quién es tu prima? —Estaba totalmente perdido. Pero se alivía al saber que no se había llevado a la persona que él creía. El albino dejó salir un largo quejido al ver que el rubio no tomaba acción sobre la situación y no hacía más que hacer preguntas.

Era por aquella razón que los portadores de mirálculos nunca debían ser inexpertos. —Es rubia, mide como uno sesenta o menos y siempre anda con un espejo en la mano diciendo "Hasta los tacones" —Explicó. —¿La ubicas?

El héroe sintió un alivio porque el albino solo era un pariente de la rubia, pero la preocupación lo atacó de inmediato. —No te preocupes, la encontré. El rubio no se dio tiempo de pensar más en la situación amorosa de la chica y se ocupó en encontrarla.

Entonces Ladybog tenía razón. Volpina, si era una amatizada, se sentía como un idiota al no creerle a su amada. Debía saber que ella nunca se equivocaba con este tipo de cosas.


Por otro lado, la rubia miraba fulminante a la castaña la cual la estaba atando a la punta de la torre Eiffel, lo que trajo algunos recursos de su primer día en París.

—¿Por qué eres tan zorra? —Espeto. La castaña con el odio a mil y unas ganas inmensas de golpear a la rubia hasta que no quedara solo el polvo de sus huesos la tomó de la barbilla.

—Escúchame bien, Hanna Montana, desde de hoy tu vida será más miserable de lo que ya es. —soltó el rostro de la rubia.

Volpina se acercó al borde de la torre, mirando hacia la ciudad. La castaña sentía una furia intensa destilarse por cada vena de su cuerpo. No mentía cuando deseaba matar a la rubia en ese preciso momento.

Se volteó encontrándose con los orbes menta de Kathleen mirándola con desde. Esa típica mirada que tanto repudiaba de su parte, haciéndola menos. Recordándole lo muy inferior que era de ella.

—¿Por qué me estás copiando el estilo zorra?—Preguntó la rubia, uniendo todas las partes del rompecabezas en su mente. Lila estaba cenando una red de mentiras.

—Dime, ¿Tanto quiero ser yo?—La castaña, sin poder soportarlo más, chasqueó los dedos y las fuertes sogas que tenían aprisionada a la rubia desaparecieron.

La rubia cayó al vacío, gritó sacando todo el aire de sus pulmones; aquello sí que la había tomado por sorpresa. —¡Ayúdenme! —Soltó un grito desgarrador.

Buscó algo a su alrededor con lo cual sostenerse, pero se encontraba demasiado lejos de los barrotes de la torre. No quería resignarse, pero el suelo estaba tan cerca que casi pudo sentirlo cuando cayó.

El felino suspiró aliviado al llegar a tiempo para atraparla. La envolvió en sus brazos, negándose a soltarla, teniendo miedo de volver a estar cerca de perderla. No sabía porque, pero la idea lo aterraba grandemente.


La rubia respiraba agitada en los brazos del felino.
Ella era solo una humana. Este tipo de cosas ya estaban fuera de sus entrenamientos. No tenía la preparación física ni mental para este tipo de situaciones. Se había asustado como nunca. Ella no era agente de campo.


Ambos sintieron el deja vu del día en el que se conocieron y cómo sus sentimientos habían cambiado desde entonces. Habían aprendido a sentir algo más, o por uno por el otro. No sabían traducir aquel sentimiento.

La rubia sacó su rostro del pecho del héroe, quedándose totalmente perdida en sus esmeraldas.

Eso solo le ocurría con un chico y noté que los ojos del héroe eran iguales a los de Adrien. El mismo brillo, el sentimiento que trasmitían. Todo era exactamente igual. ¿Acaso sería posible?

—¿Estás bien?—Ella asintió.

Todas sus sospechas quedaron en el limbo al ver cómo Volpina sostenía a Adrien de la muñeca desde lo más alto de la torre Eifell. Pidiendo a cambio los miramientos de la moteada. La rubia se bajó de los brazos de Chat Noir y miró atónita la escena.

Comenzó a golpear el brazo del héroe sin dejar de mirar al rubio colgando desde arriba. —Ve por él, ve por él. Pidió la rubia entre balbúceos. Miró al héroe al ver que este no se inmutaba en lo absoluto.

—¡Ve por él! —Volvió a decirle la rubia esta vez con un tono de voz más alto. Estaba tan preocupada por Adrián que no se dio cuenta que la moteada ya tenía la mitad del camino hacia lo alto de la torre recorrido.

La cual también tenía su corazón colgando de un hilo al ver a su amado en tal situación, tenía en sus manos la forma de salvarlo y no iba a dudar en hacerlo. Por lo que corrió hasta la cima a toda velocidad.

La rubia al no soportar la indiferencia del héroe corrió hacia la entrada de torre Eifell para tomar el ascensor. Adrien había salvado su vida más veces de las que ella podía contar. No iba a soportar si le ocurría algo y ella no hacía nada para impedirlo. No podía siquiera imaginarlo.

Intento tomar el acensor pero el héroe la detuvo envolviendo los brazos en su cintura. —Ey, no subas ahí, es peligroso. —La rubía pataleó para que la soltara; cada vez se acababa más el tiempo.

—¡Por favor, ayúdalo!—subió el tono de su voz al ver cómo Volpina soltaba poco a poco la muñeca de Adrien. Hizo más fuertes sus movientos, sintiendo cada fibra de su cuerpo arder de miedo. —¡Adrien! —Solto un grito desgarrador al ver cómo la akumatizada lo soltó.


Se movió violentamente en los brazos del héroe. —¡Adrien! —Volvió a gritar sintiendo cómo sus ojos estaban completamente húmedos. El felino, negándose al soltar su agarre, se aferró más a la cintura de la chica; no sabía qué tipo de locura podía cometer si la soltaba.

—Atrápalo, te lo suplico—. Sin dejar de llorar, comenzó a golpear las manos del felino en su cintura con sus puños. —Cálmate. Susurró el felino aguantando todos sus golpes, pero por ningún motivo la soltaría.


La rubia se quedó en blanco. Sus movimientos se detuvieron, sus mejillas húmedas y ojos rojos se quedaron rígidos, mirando hacia la nada. No tenía idea de lo mucho que le importaba a Adrien hasta que sintió su corazón arder de dolor cuando lo vio caer. El felino tomó el rostro de la ojimenta en sus manos. Era la primera vez que lo hacía y podía jurar que se sintió una chispa mágica despertando algo en su corazón.

Sonrió ligeramente, deslizando su pulgar por la suave barbilla de la rubia. Diseccionó su vista al suelo. —¿Ves a Adrien en algún lado?—preguntó acercando sus labios al oído de la rubia.

No había más nadie sorprendente que él al ver la reacción de la rubia ante su supuesta muerte. Al sol de hoy él admitía que la quería; la consideraba su amiga. Él no estaba seguro si ella lo hacía de vuelta, pero no le importaba en lo absoluto. Pero en el día de hoy se dio cuenta de lo mucho que él significaba para ella, lo que hizo apreciar más a la rubia como persona y conocer un poco más al alma buena que sabía que había detrás de esa fachada.



La rubia negó. —Porque no era real, todo fue una ilusión. Ese su poder. —Las piernas de la chica flaquearon y el felino apretó mucho más su agarre. —¿Él está bien?—sollozó la rubia. El héroe asintió.

Chat Noir recordó a moteada... —Tengo que ir a ayudar a Ladybog, por favor, ponte en un lugar seguro.

Kathleen asintió. Vio al héroe alejarse con una sensación extraña en su pecho. No entendía lo que él estaba sucediendo, pero en definitiva, al encontrarse en tal posición de ver a Adrien en riesgo, él había movido algo en su interior.
Pero no la había dejado tranquila. Él era su amigo. Quería verlo.

De camino hacia la casa de Adrien. La rubia caminaba sola por el pavimento con sus pensamientos revueltos. La forma en la que había reaccionado, la impotencia que sintió al no poder hacer nada para ayudarlo. Y ahora si quería dormir esta noche, necesitaba saber que él estaba bien.

La rubia estaba por cruzar la valla cuando alguien la tomó del brazo y la recostó con fuerza sobre una pared. La imagen de la castaña apareció en el campo de visión de la rubia como un demonio. —Solo te voy a dejar una cosa clara. No soy la misma chica idiota a la que le hacías la vida de cuadritos. Escupió en el rostro de la rubia, la cual solo mantenía una expresión neutra.

—¡Y te juro!—Beso sus dedos. —Que cada cosa que me hiciste la vas a pagar el triple, maldita, me voy a encantar de qué desees morirte. Y después me aseguraré de que eso suceda. —.

La rubia soltó una carcajada y sonrió. —Eso ya lo veremos, siempre me quedo con todo lo que quiero. Y así vas a seguir siendo hasta que muera —La rubia se acercó al rostro de castaña, mirando fijamente sus ojos. Ambas estaban por tomarse de los cabellos como perros y gatos.

La castaña también sonrió. —Sé que manejas a Adrien y a Felix con un meñique, pero veamos si todos te siguen respetando cuando se enteren de la escoria que eres como persona. —

—Y veamos si todos siguen pensando que tienes la vida perfecta cuando se enteren de la farsa y vil mentira que eres Anna. —La castaña apretó el agarre al brazo de la ojimenta, empezando a lastimarla.

La rubia enterró sus uñas en el brazo de la castaña y esta hizo una mueca de dolor para después reír de una forma espeluznante. —Me quitas el sombrero, mientes y engañas mejor que yo en todos los sentidos. La castaña sonrió y desató el agarre de la rubia, lo que hizo que ella dejara de enterrarle las uñas.

—Voy a destruirte.

La ojimenta formó una sonrisa ladeada. —Suerte con eso.

Y bueno con este CAPITULASO doy por terminada la primera temporada de esta historia. El día de hoy estaré publicando la segunda temporada que será una bomba. Y estoy segura que Ninfa de ustedes se lo esperan. Les agradezco el apoyo.

𝐼𝑙𝑙 𝑤𝑖𝑙𝑙 𝐶ℎ𝑎𝑡 𝑁𝑜𝑖𝑟 / 𝐴𝑑𝑟𝑖𝑒𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora